─Mejor nos vemos en mi casa
─sugirió Esteban─. Si quieres, puedes venir hoy mismo, aunque tendrá que ser
tarde. A partir de las nueve. Hoy me espera bastante ajetreo en el hospital y
no quedaré libre hasta las ocho. Quédate a cenar y así tendremos tiempo de sobras
para charlar tranquilamente.
No pude desaprovechar la
oportunidad y acepté. Más vale hoy que dejar que recapacite y cambie de opinión
─pensé─. Esteban debía adivinar el motivo de mi visita y también quería zanjar
el asunto cuanto antes. ¿De qué podía querer hablar con él sino de lo que había
visto en el guardarropa donde nos habíamos despedido? Él se dio cuenta, sin
duda, de mi descubrimiento y sabía que tarde o temprano le pediría una
explicación. Por eso no me preguntó por qué deseaba verle con tanta premura.
Si bien, como dije en su
momento, soy una persona que no sabe dejar cabos sueltos y que persigue siempre
la verdad por difícil que esta sea de descubrir, también soy tremendamente
inseguro y variable. Puedo sentir una necesidad irreprimible por averiguar algo
y, una vez estoy en ello, me entran las dudas y los temores acerca de la
corrección del método seguido. Soy tan impulsivo que a veces me da la impresión
de que no me tomo el debido tiempo para recapacitar y planificar mi
investigación. Y eso es lo que me ocurrió exactamente tras haber colgado el
teléfono. Pero ya no podía, ni quería, echarme atrás. A lo hecho, pecho.
Antes de la visita, mientras
hacía tiempo, mi interés por conocer los detalles fue en aumento. ¿Podía alguien como él hacer vida
normal, sin despertar sospechas? Nos había comentado que ejercía de cirujano en
el Hospital Clínico, pero no nos dijo ─ni le preguntamos─ su especialidad. Así
que, por pura curiosidad, consulté el directorio en la web de ese prestigioso
hospital universitario para ver si lo localizaba. Me costó un poco dar con él
pues no había la posibilidad de hacer la búsqueda por nombres sino por
especialidades. Pero mi empeño dio finalmente su fruto. Su nombre, Esteban
Benavides Lorente, aparecía como jefe de servicio de
cirugía vascular.
Meditando largamente la forma
en cómo le plantearía mi interés, se
hicieron las ocho de la tarde. Dejé sobre la mesa de mi despacho el DVD en el
que me había filmado contando mis sospechas y lo que pretendía hacer. De este
modo, si desaparecía
sin dejar rastro, alguien daría con la explicación de mi ausencia y pondría en
aviso a la policía. Aunque lo más probable es que me tomaran por un lunático o perturbado que se había fugado sin más. Simplemente, pasaría a engrosar la lista de desaparecidos en este país.
Tuve que darme prisa. No me
gusta llegar tarde a las citas, sean de la índole que sean, y a esa hora el
tráfico podía ser agobiante por la zona a la que tenía que acudir. Pero no fue
así y a las nueve en punto estaba ante la puerta del apartamento de Esteban, un
dúplex situado en la décima planta de un edificio de lujo en la parte alta de
la ciudad. De pronto me sentí extrañamente nervioso, como si tras esa puerta me
esperara un monstruo o una historia que albergaba un terrible secreto. Pero
¿acaso no era eso lo que me había llevado hasta allí? Por un momento sentí
deseos de dar media vuelta y olvidarme del tema, pero, al fin y al cabo,
Esteban había sido uno de mis mejores amigos y no tenía por qué temerle a él ni
lo que pudiera contarme. Ese pensamiento me infundió ánimos y me dispuse a
llamar al timbre no sin un cierto reparo.
No me dio tiempo a llamar que la
puerta se abrió como si la hubiera accionado un resorte o como si alguien hubiera
estado detrás observándome por la mirilla. Esperaba ver a mi amigo, pero ante
mí apareció una joven de unos veinte años, alta, rubia y bellísima. Iba vestida
con un ajustado vestido de color rojo muy escotado. Llevaba el cabello suelto y
su larga melena reposaba sensualmente sobre sus hombros. Me quedé perplejo. Se parecía muchísimo a
Brigitte Bardot en versión juvenil. Y de pronto comprendí quién era. Esa
mirada, esa tez tan pálida y esa sonrisa malévola. Volvieron a asaltarme las
dudas. No sabía qué hacer, si entrar y acabar con lo que había ido a hacer, o
salir corriendo sin siquiera mirar atrás. Pero en ese instante, oí una voz, a sus
espaldas, invitándome a entrar. Era mi viejo amigo que, desde el fondo del
salón y sentado en un amplio sillón de piel, me miraba sonriente y con la mano
me indicaba que pasara. A la vez que la joven cerraba la puerta tras de mí, Esteban
se levantó y se aproximó para saludarme. Cuando me estrechó la mano, huesuda
como nunca antes la había notado y fría como un témpano, sentí que una rigidez
se apoderaba de mí. ¿Era el miedo o el influjo de aquellos dos seres ─porque
eso es lo que me parecieron en aquel momento─ lo que me impedía moverme? Entonces
pensé en lo estúpido de mi decisión, que, tal como había llegado a suponer, no
saldría de allí con vida o que, en el peor de los casos, acabaría siendo uno de
ellos. Y por un momento llegué a resignarme. Qué ingenuo ─pensé─. ¿Qué
esperabas?
Sin darme cuenta los tenía prácticamente
pegados a mí, uno a cada lado, mirándome con curiosidad, escrutándome, como si
estuvieran decidiendo qué hacer conmigo. Probablemente relamiéndose. Pero lejos
de abalanzarse sobre mí, como temí, me invitaron a tomar asiento.
─¿Acaso no has venido a
conocer toda la historia? ─me interpeló Esteban, mientras la joven se mantenía
de pie a su lado, sonriendo enigmáticamente─ No debí haberos contado nada, pero
ya se sabe, la bebida le suelta a uno la lengua, sobre todo a alguien como yo
que no suele tomar alcohol, y a veces uno se vuelve demasiado indiscreto. Pero
queríais historias increíbles y no pude resistirme a contar la mía después de
haber oído esa sarta de mentiras de boca de aquellos dos majaderos. Mi historia
es la única cierta y, por lo que veo, tú la creíste. De lo contrario ahora no
estarías aquí.
Viéndoles a los dos ante mí,
él sentado de nuevo y ella recostada en el reposabrazos del sillón, tomándole
cariñosamente de la mano, adiviné el desarrollo de los hechos que no había
querido, u osado, compartir con nosotros.
─Tienes razón. Te creí y por
ello me intrigó más la historia que nos contaste. Lo que no entiendo es por qué
no la relataste completa. ¿Por qué nos ocultaste la “especial condición” de esa
hermosura francesa que ahora, por lo que veo, es tu pareja? ¿Y qué fue de…
Elena, tu mujer, y de tu hija? ¿También las habéis convertido en lo que sois?
─Jajaja. No hay ninguna Elena
ni ninguna niña. Todo fue una invención, la única mentirijilla que os conté.
Una licencia literaria, si me permites llamarla así.
» Lo de
la chica en apuros, aquí presente ─dijo, mirándola con cara de adolescente enamorado─,
el coche averiado y el hotel de mala muerte fue todo tal como os lo describí.
Incluso lo del restaurante; solo que cambié el orden de los acontecimientos. La
cena tuvo lugar antes de buscar donde pasar la noche. Estaba hambriento y
todavía no había tomado una decisión. Iba camino de La Escala, cierto, pero no
para reunirme con mi supuesta familia, que nunca he tenido, sino a una casita
junto a la playa que había alquilado para pasar las vacaciones. Fue en la
recepción de aquel hotelucho dónde me di cuenta de la “especial condición”,
como la has calificado, de Joséphine. Cuando pedí dos habitaciones, el hombre miró
a mi alrededor, como buscando a un segundo huésped, y me preguntó si realmente
quería dos habitaciones. Al principio pensé que nos había tomado por una pareja
y que le había extrañado que no compartiéramos cama. Cuando iba a decirle que
mi acompañante era solo una amiga, dirigiendo la mirada hacia ella, me di
cuenta de que, en un espejo que cubría parte de la pared de la recepción solo se
veía mi reflejo. Me vi, solo, de pie ante el mostrador. Cuando volví a mirarla,
su sonrisa, maliciosa y provocativa, me reveló su verdadera naturaleza. Me
disculpé ante el recepcionista por el lapsus, que aduje al agotamiento por el
largo viaje que había realizado, y me retiré o, debería decir, nos retiramos a
nuestra habitación a disfrutar de lo que tenía que suceder.
─¿Y lo dices, así, tan
tranquilo? ¿No tuviste miedo? ─le interpelé, asombrado.
─¿Cómo iba a tener miedo de
sobrevivir? Todo lo contrario ─exclamó, sonriente.
─¿Sobrevivir? No te entiendo
─le espeté.
Y entonces me contó la verdad.
Cuando aconteció lo que nos
había narrado, Esteban estaba gravemente enfermo. Se hallaba en fase terminal
de un cáncer de páncreas. Excepto los médicos que lo trataron, nadie lo sabía,
ni siquiera sus compañeros del hospital. Acababa de iniciar sus vacaciones de
verano, de las que no confiaba volver. Pensaba acabar sus días en esa casita
junto a la playa que había alquilado. Incluso llevaba en su cartera la carta en
la que contaba su situación y sus últimas voluntades.
─Y entonces apareció Joséphine
y la posibilidad de ser inmortal. ¿Quién habría rehusado una oportunidad así?
» Ahora
soy feliz junto a ella, y ella junto a mí ─se miraron dulcemente─. En el
hospital, y especialmente en mi servicio, tenemos asegurado el alimento básico,
ya me entiendes. Nunca falta ni nunca nos faltará. No tenemos que desplazarnos
ni atacar a nadie para conseguirlo. Lo tenemos “en casa” ─al decir esto esbozó
una sonrisa cargada de ironía─. Joséphine fue, casualmente, enfermera en su época
y no me resultó difícil conseguir un puesto para ella a mi lado. A fin de
cuentas, soy el jefe, the big boss
─añadió con la satisfacción de quien ha logrado con éxito su objetivo─. Y
cuando pasen los años nos mudaremos a otro hospital. Y luego vendrá otro
hospital, y así sucesivamente. De este modo nadie sospechará. Eso de que solo
“vivimos” de noche es pura leyenda, patrañas de ignorante, propias de las
novelas y películas de ficción. La verdad es algo distinta. Al menos en este
aspecto. Podemos llevar una vida aparentemente normal. Incluso podemos, en caso
necesario, comer alimentos como el resto de mortales. Hay que adaptarse al
medio para sobrevivir. Como podrás comprender, me siento muy afortunado. ¿Qué
más puedo desear? ¿A qué es preciosa mi Joséphine? ¿No crees que se parece a la
Brigitte Bardot adolescente?
******
Me dejaron marchar, pero con
una condición: que les jurara que nunca revelaría a nadie su historia. De lo
contrario, harían acto de presencia y no habría lugar dónde pudiera esconderme
de ellos, ni yo ni aquellos a los que se lo hubiera contado.
Al oír tal condición ─que
acepté sin pensármelo dos veces─, me sentí muy aliviado. Me llevaría el secreto
a la tumba antes de poner mi vida humana y la de mis amigos en peligro. Pero
ese alivio solo fue momentáneo, hasta que me obligó a sellar un pacto de sangre.
No es que no se fiara de mí, alegó, “pero no hay nada mejor que establecer un
vínculo, conocido como Hermandad de
sangre, para sellar un acuerdo de este calibre”, apostilló.
Aunque me aseguraron que era
totalmente simbólico, yo no las tenía todas conmigo. Con la ayuda de un afilado
cuchillo de cocina, Esteban practicó una incisión en la palma de su mano
derecha y a continuación, sin que yo pudiera hacer nada por impedirlo, hizo lo
propio con la mía, mientras Joséphine recogía las gotas de sangre que manaban
de nuestras manos en una copa de vino.
El corte que me había
producido era largo y profundo, pero no me dolía. La sangre parecía que iba a
seguir brotando sin parar, por lo que saqué un pañuelo del bolsillo para
practicar con él un burdo vendaje. Pero no hizo falta, pues mi amigo me tomó la
mano por sorpresa, dándome un apretón como si con ese gesto cerrara el pacto y
al soltármela ya había dejado de sangrar. Donde esperaba ver una herida abierta
y sangrante, solo había una cicatriz, “que seguirá presente en nuestras manos para
siempre ─me dijo─, como recordatorio de nuestro pacto secreto”.
Este es, pues, el motivo por
el cual no he vuelto a ver a mis antiguos compañeros. Juan y Ramón intentaron,
en varias ocasiones, que volviéramos a quedar los tres, pues, al parecer,
Esteban estaba ilocalizable. Yo siempre tenía alguna excusa para no acudir a la
cita. Hasta que decidí cambiar de trabajo y de residencia. Ahora, en mi nuevo destino
como profesor de Ciencias Naturales y en mi nueva ciudad, estoy completamente a
salvo. O eso quiero creer. Pero me siento terriblemente solo.
******
Hace un par de semanas conocí
a alguien. Por fin. Y la relación, aunque muy prematura, promete. Creo que me
he enamorado. Es una nueva profesora de francés que acaba de incorporarse en la
misma escuela de enseñanza secundaria donde trabajo. De momento solo hemos
salido unas cuantas veces como amigos, a tomar unas copas. Bueno, lo de “copas”
es un decir porque es abstemia, solo bebe agua mineral y cerveza sin alcohol. Por
lo demás es totalmente “normal” ─como le digo siempre en broma─. Es guapísima.
Alta, rubia, y esbelta. No sé qué habrá visto en mí una chica así. Porque de lo
que estoy seguro es de que yo le gusto. Noto que siente una atracción especial hacia mí. Solo hay que ver cómo me mira. Y es que
tiene una mirara que hipnotiza, con sus ojos de un azul celeste. En lugar de
francesa parece nórdica, con esa piel tan blanca que tiene.
La he invitado a cenar el
próximo sábado. Me ha costado mucho decidirme porque temía que rechazara la
invitación, pero ha accedido de buen grado. Buena señal. Incluso parece que le
ha hecho ilusión. Le he sugerido un restaurante muy romántico, pero ha
preferido que pasemos la velada en su casa. Vive sola. Creo que me espera una noche
memorable. Con final feliz, ya me entendéis. Y si todo va bien, quizá acabe
pasando el resto de mi vida con ella.
FIN
La historia se repite. Me gustó. Un abrazo
ResponderEliminarHola Betty. En esta vida muchas cosas se repiten, como si viviéramos en un bucle. Y no todos son capaces de escapar de ese ciclo.
EliminarUn abrazo y gracias por la visita.
todo un hallazgo
Eliminarfue el encontrarte
me gusta el giro que le das
a tus letras
Hola, amiga "Recomenzar". Y yo te he hallado escondida por acá por casualidad, jajaja
EliminarY me alegro que te guste lo que escribo. No hay nada mejor que descubrir algo que te gusta.
Muy agradecido por tu visita.
Un abrazo.
Me encantan los vampiros, y está genial que la historia de Esteban termine bien y de paso,la de su amigo. Un abrazo.
ResponderEliminarBueno, Esperanza, lo del final feliz depende de cómo se mire. No vamos a negar que tanto Esteban como mi querido amigo acaban siendo felices... a su manera.
EliminarUn abrazo.
jajaja, al final la historia se repite, me ha encantado! Estaba esperando el desenlace, muchas gracias amigo!
ResponderEliminarMi amigo biólogo cree estar a salvo del influjo vampírico e ignora lo que le deparará su nuevo amor. Pero creo que vivieron felices y comieron... ¿perdices? Me da como que no, pero en fin, algo tomaron para celebrarlo, jajaja
EliminarUn abrazo y me alegro que te haya encantado, Maite.
Pues si soy sincero tampoco me parece una mala vida esa, je, je, je... Estupenda continuación en la que se desvela la veracidad de la historia de Esteban y se cierra el círculo. Quizá podrías añadir un spin off en el que se muestren de dónde salen todas esas rubias con colmillos. Un abrazo!!
ResponderEliminarSe dice que bueno es lo que bien acaba, y si esa pareja vive tan compenetrados como me imagino, la felicidad está asegurada. Sí, David, yo también me he quedado intrigado y me gustaría saber el motivo de esa "inmigración" de rubias francesas con colmillos. Si lo averiguo, quizá sí que escriba sobre ello. YO creo, sin embargo, que es un efecto llamada, jeje
EliminarUn abrazo.
Pasará con ella el resto de su vida que se prevé larga, ja, ja.
ResponderEliminarUn buen final para, como dice David, cerrar el círculo.
Un beso.
Hola Rosa. Pues sí, muy larga será la vida en común del biólogo y la profesora de francés. Pero seguro que será felices, pues ahora tienen mucho en común.
EliminarMuchas gracias por haber seguido la historia.
Un beso.
Estupendo Josep, una historia fascinante se promete con otra vampirita.
ResponderEliminarBueno, mientras no llegue a los lectores, jajaja.
Me ha encantado, hay ciertos momentos en la narración que se queda uno prendido por el suspense, :)))
Un abrazo.
Dios los cría y ellos se juntan, jajaja
EliminarNo, Elda, me han asegurado que "eso" no se contagia a través de la lectura, jeje
Me alegro que te haya encantado y agradezco tu visita y comentarios
Un fuerte abrazo.
El vampiro que te deja escapar por amistad, eso si que es distinto.
ResponderEliminarBuena versión.
Saludos
La amistad por encima de todo, amigo literatonovato. Aunque me temo que, con ese juramento de sangre, le dejaron una marca indeleble que atraía a otras aspirantes. O sea, que fue una amistad un tanto interesada, jeje.
EliminarGracias por venir y comentar.
Un abrazo.
¡Fantástico final Josep! Me encantan los bucles, los círculos, las historias redondas. Y aunque en general no soy muy fan de los paliduchos me ha gustado mucho todo el relato. Estaba deseando que publicaras esta segunda parte ;) Un abrazo compañero y de nuevo gracias por estar cerca de mis letras y darme cibercalorcito.
ResponderEliminarPD: Yo también creo que va a ser el efecto llamada :D jajaja que gracia me ha hecho tu comentario
Bueno, amiga, es que hay historias e historias sobre paliduchos, y esta pretendía salirse de lo habitual, de lo clásico, y espero haberlo conseguido. Sí que he querido conservar los ingredientes habituales: atracción, seducción, pasión y amor. Y si puede haber algo de humor, mejor que mejor, jajaja
EliminarGracias a ti por tu visita.
Un abrazo.
No suelen gustarme las entradas largas, pero estas no se me han hecho en absoluto. Muy interesante relato.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pues me alegro de que lo largo te haya resultado corto, y aun más de que te haya parecido interesante. No es fácil interesar al lector con historietas de este tipo. Solo les gusta a los fantasiosos e imaginativos, jeje.
EliminarUn abrazo.
¡Hola Josep! Una historia de vampiros con happy end. Oye además parecen llevarlo bastante bien, no hacen daño a nadie, parecen que son felices y han encontrado una vida estable, es irónico, jeje, pero es así. Esperemos que al protagonista le vaya igual, porque supongo que se habrá contagiado con ese pacto de sangre. Magnífico y original final, Josep. Oye hasta me dan un poco de envidia...
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
¡Hola, Ziortza! Efectivamente, el final es feliz para ellos. Los temores de mi amigo y colega seguro que se desvanecieron por completo una vez hubo dado "el salto" hacia esa nueva y laaarga vida que le espera con su amada.
EliminarPues mira, ahora que lo mencionas, a mí también me dan un poquito de envidia. Solo con imaginarme tener ante mí a una rubia guapísima y exuberante, creo que me dejaría morder y lo que fuera, jajaja
Un abrazo.
Yo estoy en desacuerdo con lo de la vida eterna en este plano existencial al menos, conforme canda el mundo no creo que me apeteciera experimentar lo que él acaecerá en las próximas décadas. Lo de la rubia escultural a nadie le desagrada, pero según a que precio.
ResponderEliminarEn fin, dejas ahí varias interrogantes como por ejemplo ¿Están entre nosotros esos chupasangres? yo conozco a varios vampiros energéticos a los que vulgarmente se les conoce como gente tóxica.
Un buen relato en dos partes con un final aparentemente feliz para todos
¿O no?
Un abrazo
Yo me imagino, amigo Francisco, que, al ser inmortales, los vampiros se vuelven inmunes a todo, o "pasotas", en el lenguaje coloquial. Viven supongo, aislados del mundo terrenal y solo conviven con los mortales por necesidad, pues son su fuente de energía.
EliminarY sí, por desgracia existe ese otro tipo de vampirismo tóxico que, mucho me temo, es bastante más abundante.
Muchas gracias por tus comentarios.
Un abrazo.
Unos vampiros con final feliz y que final, madre mía que relato, uf, eso si me quedo con la duda si de verdad serían felices pero bueno imagino que a su manera lo serán, en fin cada uno vive su felicidad a su manera. un abrazo y como siempre magnifico. TERE.
ResponderEliminarBueno, Tere, debo admitir que no soy un experto en la vida íntima de los vampiros, pero creo que, a su manera, son felices si logran tener a su lado, para toda la eternidad, a su media naranja, jeje.
EliminarUn abrazo.
Hola Josep, me da la sensación que esa novia alta, rubia y pálida que mas bien parece nórdica que no bebe alcohol es una de ellas ¡bueno esa es mi opinión! ufff, no se si esta noche seré capaz de dormir tengo un poco de yuyu. Un relato muy interesante.
ResponderEliminarUn abrazo.
A mi me da que sí, Conchi. Son demasiadas coincidencias. Y también supongo que esa atracción que sentía la joven hacia nuestro amigo era porque detectaba en él la "marca" del juramento de sangre.
EliminarMe alegra haberte producido ese yuyu, jajaja
Un abrazo.
Pues son unos dráculas con sentido práctico, reciclados, diurnos y nada agresivos. Le viene de perilla a ella ser enfermera y a él cirujano, siempre tendrán la despensa surtida en el o los hospitales.
ResponderEliminarSi me lo permites Jose Mª, lo único que no me encaja es que si a la francesita no la pudo ver el conserje del hotelucho, ¿cómo logró trabajar de enfermera en el hospital?
Bueno, al final resultó ser una pareja feliz, lo que demuestra que no importa las diferencias raciales, religiosas, culturales ni “draculiares” lo importante es quererse y punto.
Lo que sí que se nota es que te lo has pasado bien inventando esta historia ¿a qué sí Jose Mª?
Un abrazo sin colmillo, compañero imaginativo.
Muy aguda, Tara, sí señor, jeje
ResponderEliminarPor lo que he ido averiguando sobre la marcha, los vampiros pueden dejarse ver según sus necesidades e intereses. A la francesita autoestopista le interesó, en ese preciso instante, darse a conocer como lo que era, que Esteban supiera lo que le esperaba una vez ya lo tenía cautivado. En otros círculos, en cambio, se manifiestan como personas normales, de carne y hueso y así pasar desapercibidos. Y si no, como dicen los italianos: si non è vero è ben trovato", jajaja
En este mundo globalizado, todos teneos que reciclarnos, incluso "ellos". No quieren quedar relegados a simples chupa-sangres, quieren ocupar un puesto preponderante en nuestra sociedad. Si te fijas bien de ahora en adelante, seguro que notarás la presencia de más de uno entre nosotros. En la clase política es donde más abundan.
Un fuerte abrazo, compañera.
Chupasangres (determinados políticos digo)
ResponderEliminarOye Jose Mª, pues me pido ser vampira polivalente, como los de tu cuento, esos sí que molan :)
Estaba temiendo por el amigo de Esteban, pero finalmente salvó su vida en el encuentro. De todas formas ya te has encargado tú de hacerle comprender, de primerísima mano, por qué su amigo eligió lo que eligió. No hay nada como meterse en la piel de los demás para entender, y creo que él está a punto de entender del todo jajajaja.
ResponderEliminarUn final estupendo, Josep. Como ya han dicho otros, has cerrado el círculo de los acontecimientos a la perfección. ¡Enhorabuena!:)
Un abrazo de finde.
Es que el amor, Julia, no tiene fronteras ni entiende de "razas". Esteban eligió su "nueva vida" porque, en su opinión, no tenía otra elección: o fallecía a cauda de su cáncer terminal o pasaba a formar parte de esa "comunidad" inmortal. Y teniendo a esa belleza escultural como sempiterna compañera, no quiso ni supo resistirse. El caso de nuestro amigo biólogo, el narrador, es distinto. Este se vio arrastrado por las circunstancias y por su irrefrenable e insensata curiosidad. Se puso en la boca del lobo, aunque salió bien parado, según se mire. Se sintió fuera de peligro pero acabó en brazos de una espléndida "criatura" a imagen y semejanza de la nueva compañera de su amigo.
EliminarDe este modo, no solo se cierra el círculo de los acontecimientos sino que, además, se engrosa el número de "afiliados" a la comunidad vampírica, jeje.
Un abrazo.
Hola, amigo. Es que entre los vampiros también hay clases. Y estos era de una educación y reputación envidiable. Aunque fuesen amigos, aquí podría decirse aquello de que "lo cortés no quita lo valiente". Un pacto es un pacto y, en caso de incumplirlo, se tomarían las medidas necesarias. Por muy amigos que fueran, no podían permitirse dejar cabos sueltos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ayyyyy que me había perdido este post, con las ganas que tenía.
ResponderEliminarComo dicen más arriba has cerrado el círculo a la perfección.
Un abrazo.
Pues me alegro, Gemma, que hayas podido llegar a tiempo para ver (o leer) este cierre del círculo, jaja
EliminarMuchas gracias por tu visita y tu comentario.
Un abrazo.
¡Bueeeno! Perfecto final para una enigmática historia. Siempre me resultan interesantes los personajes "distintos" a nosotros, los ¿humanos?.
ResponderEliminarMe ha encantado la previsión de dejar un DVD grabado por lo que hubiera podido pasar, así como que Esteban llamara "licencia literaria" al asunto de hablar de Elena, su mujer, y su hija.
Fantástico, te felicito, Josep Mª.
Un beso
Es que nuestro amigo "sufridor", además de pertinaz y curioso, es muy detallista y pensó en todo, menos, claro está, en que conocería tiempo después a una rubia que ejercería sobre él una atracción fatal. jeje
EliminarMuchas gracias, Chelo, por venir a leer el final de esta historia sobre esos personajes tan "distintos".
Un beso.
Sí, sí, final feliz. A tu protagonista se la han colado por toda la escuadra. Pero si también puede agenciarse sangre de manera no cruel... pues bienvenida sea la mordedura y sus consecuencias.
ResponderEliminarYa que te has decidido a escribir una de vampiros te pregunto algo que siempre me viene a la cabeza cuando leo una de estas historias: ¿no hay vampiros/as feos/as? Salvo la blancura de piel (yo los prefiero morenos, o con algo de color) siempre son tremendamente atractivos. ¿Beber sangre da buenos resultados no solo como aporte de hierro e inmortalidad?
Bromas aparte, me ha gustado toda la historia y especialmente ese giro final.
Un abrazo.
Si es cierto que Dios los cría y ellos se juntan, solo espero, por su bien y el de los mortales que les rodean, que traten de llegar a un acuerdo con Esteban y Joséphine para que estos les provean de sangre fresca y abundante.
EliminarY creo que eso de la belleza de l@s vampir@s es puro marketing como lo de que las suecas están todas muy buenas, cosa que sé de buena tinta que no es así, y te lo dice alguien que cuando trabajaba para una multinacional sueca tuvo de frecuentar mucho ese país, jajaja
Pues del mismo modo, creo que solo se habla de l@s vampir@s guap@s y seductores. Y yo no quise ser una excepción. Lo del cabello rubio y tez blanca debió originarse tras una mutación, pues si todos proceden de un antepasado común, de origen rumano, ese tal Vladimir Tepes, era más bien moreno y de piel oscura, jeje
Bromas aparte también, me alegro que la historia te haya gustado.
Un abrazo.
Pues que la verdad es que no parece que lleven una mala vida, jeje
ResponderEliminarA parte en la escala de depredadores serían vistos algo así como veganos, ya que su alimento no perjudica a nadie, :)
Muy buen relato Josep Maria.
Un abrazo.
Unos depredadores veganos. Hum, no está nada mal. No lo había pensado.
EliminarY ¿sabes qué? Que a medida que pasan los días me caen más simpáticos. Financian sus actividades vitales de un modo poco lícito, eso sí, aprovechándose de la sangre ajena. Pero no deja de ser una forma de parasitismo pacífico, jajaja
Muchas gracias, Irene.
Un abrazo.