He tardado muchos años para
ver cumplido mi deseo, pero por fin ha llegado la hora. Lo tengo todo
preparado. Después de tanto discurrir cómo hacerlo, no puedo fallar.
─Pero
¿por qué ahora, después de más de… cuántos, quince años?
─Depende
del caso, pero entre diez y quince años.
─Y
¿por qué has esperado tanto? No se acordarán de nada.
─¿No
has oído nunca que la venganza se sirve en plato frío? O que la venganza es un
plato que se sirve frío, ahora no recuerdo muy bien cómo va la cosa, pero más o
menos es así.
─Te
refieres a la película, ese western sobre un tío que quiere vengarse de una
tribu india que se cargó a toda su familia, pero que al final se entera de que…
─No
hombre, no, bueno sí, de eso va esa película, pero a lo que me refiero es al
significado.
─¿Y
qué significa exactamente?.
─Coño,
pues significa que para vengarse hay que esperar el tiempo que sea necesario
para que todo se apacigüe aparentemente y no actuar en caliente. Hay que
tomarse tiempo para no fracasar. Calcular bien cómo perpetrar la venganza para que nada falle.
Es lo que hace el tío ese de la película, ¿o no?
─Bueno,
sí, pero él, al final, salva a una india y entonces cambia de opinión porque…
─Bueno,
déjalo ya, ¿quieres? Qué más da lo que hiciera o dejara de hacer. Lo que
importa es lo que voy a hacer yo.
─Vale,
vale, no te pongas así. Pero ¿puedo preguntarte algo?
─Adelante,
¿qué quieres saber?
─El
por qué.
─¡¿Que quieres saber el por qué?! ¿Acaso no te lo he contado cientos de veces?
─Sssssi,
pero no acabo de entender por qué te sientes obligado a hacer algo así y, como
te he dicho, después de tantos años. ¡Si tan solo eran unas niñas tontas!
Unas
niñas tontas, dice ese imbécil. Claro, como a él nunca le han rechazado, como a
mí. No sabe lo que es sufrir la humillación de que te digan que no una y otra
vez. Y delante de tus amigos. Que seas el hazmerreír de todos. Él era el único
que me animaba. “Venga, hombre, que no hay para tanto. Tú sigue intentándolo,
que alguna vez lo conseguirás”, me decía. Y me dejaba allí, en medio de la
pista de baile como una mierda pegada a un palo. Siempre la misma excusa,
siempre estaban cansadas, y cuando me daba la vuelta, zas, ya estaban bailando
con otro.
Pero
eso no es lo que me ha llevado a tomar esta decisión. Sí, estaba rabioso con
todas esas niñatas tontas, para las que la entrada a la disco era gratuita,
mientras yo, imbécil de mí, pagaba por dos, con la esperanza de ligar, para
luego calentar el vaso y pasarme la tarde de pie. Pero no, no son esas crías
anónimas las que me han llevado a tomar esta terrible decisión. Esas se
borraron de mi memoria, eran simples figuras, siluetas, contornos, aprendices
de mujer florero, unas tontas superficiales e inmaduras que solo se fijaban en
el físico. Casi las disculpo por no haberme dado una oportunidad. Es lo que hay
a la edad del pavo.
Quienes
más daño me hicieron fueron las que, ya en la Facultad, conociéndome y
creyéndolas mis amigas, me rehuían o me ignoraban. Esa era la peor forma de
rechazo. Alentado por algunos de mis mejores amigos, entre ellos Héctor, el que
ahora parece no entender nada, me armé de valor y, en cuanto tuve la mínima
ocasión, me lancé al ruedo, desgranando todo lo que sentía por ellas. Fueron
cinco, en cinco años, las que me rechazaron sin contemplaciones. Hubo una,
Elisa, que incluso se rio de mí.
Sí, ha
pasado más de una década. Acabo de cumplir los treinta y cinco, y por mi
cumpleaños me prometí que no pasaría un año más sin llevar a cabo mi venganza.
La venganza será terrible.
─¿Cómo
dices?
─Eeeh,
ah, pues digo que la venganza será terrible.
─Joder
tío, que no hay para tanto.
─Y
dale. Déjame en paz, ¿quieres? Si lo sé no te cuento nada. A veces soy un
bocazas. Anda, lárgate y déjame en paz, tengo que pensar en los detalles.
─Pues
ahí te quedas. Allá tú. Si me preguntan, yo no sé nada.
─Será
lo mejor.
**
Hoy es
el día. Las he reunido a todas mediante un engaño que recuerda a una novela de
Agatha Christie. Las he citado a todas en un mismo lugar. Las cinco estarán pronto
en mis manos. Unas simples invitaciones anónimas, alegando un encuentro
sorpresa y han picado en el anzuelo.
Acaba
de llegar la última, Cristina. Los primeros serán los últimos. Tiene gracia la
cosa, pues ella fue la primera que clavó un dardo envenenado en mi corazón.
Todavía no se habrán percatado de la trampa, creerán que han sido las primeras
en acudir a la cita y que el resto de los invitados no tardará en llegar.
Ingenuas. No saben lo que les espera. Solo con imaginar la cara de sorpresa que
pondrán cuando me vean, me entran escalofríos de satisfacción.
Respiro
hondo. Estoy junto a la puerta, abierta de par en par, del salón donde
supuestamente tiene que celebrarse el evento. Me asomo con discreción y las
observo. Están guapísimas. Se nota que se han acicalado para la ocasión. Y se
nota que están un poco turbadas, pues se estarán preguntando qué tipo de
sorpresa es esta y quién más acudirá a la cita. En unos segundos, ese corrillo que
han formado se deshará como un ovillo de lana en las garras de un gato
juguetón. Solo que yo me siento como un tigre que va de caza. Ha llegado el
momento. Ahora o nunca.
Me
planto ante la puerta. Yo también me he vestido para la ocasión. esmoquin blanco
y corbatín negro. Todas se giran hacia mí. Les sonrío y me acerco lentamente.
Me miran de arriba abajo. No han abandonado sus aires de superioridad. Me
devuelven la sonrisa con un tono burlón. Presumo que no me han reconocido.
Elisa, la que se burló más cruelmente de mí, da un paso al frente y, mirándome
a los ojos, me dice: “Pero, ¿se puede saber a qué esperas a servirnos algo? Y
mirando al resto de compañeras, añade: “Es que los camareros de hoy en día son
una calamidad, no tienen ni modales ni nada”. Y, volviéndose hacia mí, remata:
“Pero ¿todavía estás aquí, como un pasmarote? Anda y tráenos algo para beber y
picar, idiota”.
Siento
cómo me tiemblan las piernas. No puedo controlar la rabia que siento. Le
propino una sonora bofetada que la hace tambalear. Todas la sujetan y me miran horrorizadas.
Elisa se recompone y con cara de odio me grita: “Pero ¡qué te has creído,
cabrón!” Levanta la mano para, a su vez, abofetearme, pero la detiene en alto
al ver que empuño un arma.
Todas
gritan y se agrupan en un rincón del salón, como si de este modo se sintieran
protegidas.
Con la mano izquierda, saco la pitillera del bolsillo y la abro, mientras que con la derecha sujeto el arma en alto. Les ofrezco un
cigarrillo. Todas niegan con la cabeza, los ojos como platos. Veo reflejado un
miedo incontrolable en sus pupilas, totalmente dilatadas por efecto de la
adrenalina. Me pongo un cigarrillo entre los labios. No se pierden ni un solo
movimiento de mis manos. Acerco la pistola a mi cara y aprieto el gatillo. Más
gritos. Todas se protegen con los brazos, ilusas. Como si de ese modo una bala
no llegara a su destino. Pero como no oyen ningún disparo, bajan los brazos y me
miran de nuevo para ver qué ha ocurrido. Estoy fumando tranquilamente y me
guardo la pistola-encendedor en el bolsillo derecho. Suelto una sonora carcajada, que
es la señal convenida. Menos mal que todo ha salido como esperaba.
Cuando
el camarero hace entrada, se acerca con paso ligero al grupo, que sigue
arrinconado en el mismo lugar, pero que ahora luce una expresión de
consternación. El joven, totalmente ignorante de lo que se está cociendo,
levanta la bandeja a la altura de la cara de mis, todavía, prisioneras y, con
una pequeña reverencia les ofrece lo que lleva en ella: cinco bolas, cada una
marcada con sus respectivos nombres. “Tomad vuestra bola”, les ordeno. Dudan, pero finalmente se acercan, una a una, y con mano temblorosa toman la
bola que les corresponde. Una vez se han servido, le pido al camarero que les traiga lo que deseen, aunque creo que lo mejor sería, dadas las circunstancias,
una infusión de tila. Sigo al camarero hasta le puerta y me despido de ellas
con un “que os aproveche”.
Llego
a casa y me tumbo en la cama boca arriba. Ni siquiera me desvisto, solo me
quito la endiablada y ridícula pajarita. Apago la luz y me pongo a imaginar las
caras que debieron de poner al ver el contenido de las bolas y la que deben estar poniendo al leer las cartas que he estado escribiendo
para cada una de ellas, cartas personalizadas, como me gusta llamarlas,
relatando todas y cada una de las afrentas que me hicieron. Me he despachado a
gusto, no he escatimado calificativos. Me he esmerado para devolverles, cien
veces aumentados, todos los desplantes recibidos. Ojo por ojo. Ahora sabrán lo
que es sentirse humillado.
**
Hoy he
vuelto al lugar de los hechos y he buscado al camarero que me auxilió, sin
saberlo, en mi venganza. Al verme, se ha mostrado gratamente sorprendido y ha
venido a mi encuentro con una amplia sonrisa en los labios.
─Pero
¿qué había en aquellas bolas, si se puede saber?
─No es
cosa suya ─le he espetado, molesto por su falta de educación.
─Disculpe,
disculpe, pero solo lo he preguntado por curiosidad. Es que reían tanto…
─¿Que reían, dice?
─Uy,
si las hubiera visto. Y después de servirles unos refrescos, al decirles que
estaban invitadas por usted, no pararon de beber en toda la noche. Si hasta
tuvimos que ayudarlas a subir a los taxis, pues no estaban en condiciones de
conducir. Por cierto, ya tenemos preparada la factura. No se asuste cuando la
vea. Yo solo seguí sus instrucciones.
─Pero,
¿llegó a oír lo que decían?
─Pues
algo sí, pero muy poco porque no se las entendía, de tanto que reían. Pero no
sé si debo repetirle lo que sí pude entender. Mejor no se lo digo. Me resulta
muy violento. No había oído decir tantas palabrotas a unas chicas tan finas. En
todo caso, hable con ellas. Ahora, si me lo permite, tengo mucho que hacer. En
el mostrador de recepción le entregarán la factura.
¿Qué
le voy a decir ahora a Héctor cuando me pregunte cómo resultó mi venganza?
Mejor no se lo cuento, no soportaría una burla más.
Jajaja, que genial, yo esperando un drama de lo que fuera hacer el ofendido y resulta que le dio solamente unas bolas con palabrería... y encima le salió el tiro por la culata, jajaja ¡qué bueno!, me ha encantado Josep, como siempre disfrutando tus relatos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola, Elda. Estuve a punto de poner en las bolas una bomba que se activara al abrirlas, pero luego pensé que las chicas, por muy pedantes, estúpidas, arrogantes e impertinentes que fueran, no merecían morir, jajaja. Seguro que el que se sintió morir una vez más fue el desgraciado amante y frustrado vengador, jeje.
EliminarUn abrazo.
Disculpa que recurra a una frase recurrente, pero al protagonista de tu relato le iría muy bien la frase: "Mi gozo en un pozo".
ResponderEliminarPobrecito. Tantos años aguardando el momento de su venganza para esto. No sé si la venganza se sirve en un plato frío o es un plato frío; lo que si sé es que el resultado le cayó encima como "un jarro de agua fría". Helada, más bien.
Buen relato, Josep. Un abrazo.
El pobre se merece unos cuantos calificativos, excepto el de listo, jeje.
EliminarPor lo menos podía haberse comprado el manual titulado "cómo aprender a vengarse cruelmente de una mujer en 7 días", seguro que le habría enseñado técnicas mucho mejores sin necesidad de recurrir a la violencia extrema.
Supongo que el inepto vengador ya habrá, a estas alturas, entrado en calor, jajaja.
Un abrazo, Pedro.
Como dice Pedro: "Mi gozo en un pozo" o "Le salió el tiro por la culata". ja,ja,ja. Muy bueno Josep, con mucha imaginación y creatividad. Además, has conseguido el punto justo entre el humor negro y el suspense en la resolución del caso. Un gran abrazo.
ResponderEliminarSi hasta la pistola (por lo del tiro) era de mentira, jeje.
EliminarEstar preparando una venganza de este calibre durante tantos años solo demuestra que no era más que un pobre diablo al que la vida, o mejor dicho las chicas, le habían dado la espalda.
Creo que tras ese mayúsculo fiasco, lo verá todo aún más negro. A mí me da un poco de pena, qué quieres que te diga, jajaja.
Muchas gracias, Miguel, por tu apreciación.
Un abrazo.
Jodido (con perdón) y apaleado. Se le estuvo bien.
ResponderEliminarUn abrazo.
Sí, más bien jodido que cornudo, como dice el refrán, pues no le fueron infieles, solo le ignoraron de un modo que, para él, fue humillante. Si todos los que hemos tenido fracasos amorosos en nuestra juventud tuviéramos que poner en práctica una venganza así, más nos valdría pedir un préstamo bancario para hacer frente a los gastos derivados de tanta copa y refrescos servidos, jajaja.
EliminarUn abrazo.
Ya me parecía a mí que me estaba sonando raro el refrán cuando lo estaba escribiendo.
EliminarUn abrazo.
Acaba fatal la venganza, pobre hombre, Un texto que te va atrapando, porque la intriga nos lleva a imaginar posibles venganzas, pero lo rematas fenomenal.
ResponderEliminarMejor no le cuente a Héctor, mejor que no :-). Un abrazo
Las venganzas nunca acaban bien, pero esta se lleva la palma de oro de la tontería, jajaja.
EliminarMe alegra que esta historieta haya podido resultar intrigante a la vez que divertida.
Y a Héctor ni una palabra, jeje.
Un abrazo.
Para ser una venganza gestada a fuego lento durante añosssss, al pobre le salió un verdadero churro.
ResponderEliminarOtro al diván jajaja éste también creo que arrastra un puñadito de traumas.
Muchas gracias por el buen rato de lectura, un abrazo grande compañero de teclas.
Pues sí, amiga, pero un churro bien quemado, jajaja.
EliminarEste personaje arrastraba un pasado amoroso traumático que creo se recrudecerá con esta nefasta experiencia. Pero es capaz de volver a las andadas y tomarse ahora una venganza de las de manual, jeje. Espero que recapacite y se olvide de ese asunto de faldas, jeje.
Gracias a tí, por venir a leer mis ocurrencias.
Un abrazo.
Creo que tu estupendo relato podría resumirse en una frase: "el que nace pringado, muere pringado" jajajaja. ¡Menuda venganza después de quince años! La actitud de ellas está fatal, es verdad que son unas superficiales y unas tontas pero es que él... jajajaja.
ResponderEliminarMe ha encantado, no sabes lo que me he reído. ¡Enhorabuena!
Un abrazo grande y feliz finde :))
Pues sí, Julia, fue un pringado de adolescente y sigue siéndolo de adulto, aunque es un adulto un tanto inmaduro, jeje. Un toque de atención sí que se merecían esas chicas por su fata de tacto y de empatía, pero después de tanto tiempo... Como dice el refrán (sé que te gustan los refranes), a buenas horas mangas verdes, jajaja.
EliminarMe alegro que te haya hecho pasar un ratito divertido.
Un abrazo y feliz finde también para ti.
Pobrecito! Digamos que no andaba sobrado de imaginación. Jeje
ResponderEliminarBuen relato, Jose.
Un abrazo y buen fin de semana.
De imaginación tenía tanta como suerte en las relaciones con las mujeres, jeje.
EliminarMuchas gracias, Ana, por venir a leerme y dejar tu comentario.
Un abrazo y que pases un feliz fin de semana.
Como decía la canción "si naciste pa martillo del cielo te caen los clavos". El pobre tiene como destino servir de burla y que se rían de él. Debió poner las bombas en las bolas.
ResponderEliminarMuy bueno Josep. Me ha encantado.
Un beso.
Vaya, no conocia este refrán. Me gusta, jeje. Y supongo que si naciste yunque del cielo te caen martillos, que es lo que le ocurrió a mi pobre amigo, jajaja.
EliminarEn el fondo, era demasiado buen tipo como para bombardear a sus enemigas del alma, jeje.
Un beso.
Juro que he terminado de leer tu relato con la frase que Rosa ha puesto y se me ha adelantado.
ResponderEliminarAlgunos no tienen remedio, es como si atrajeran las burlas y no pudieran desprenderse de ese triste destino.
Pobre hombre, me ha dado una pena...
Un beso.
Yo no acabo de creer en eso del karma, y en este caso parece no dar la razón a quienes sí creen que uno acaba recibiendo lo que se merece por sus malos actos. Las chicas no solo no recibieron un escarmiento, ni siquiera un rapapolvo, sino que se lo acabaron pasando en grangte a costa de un pobre pringao que ha estado planeando durante años una venganza inútil.
EliminarPoniéndome en su piel, a mí también me ha dado un poco de lástima.
Un beso.
Creo que nuestro joven no entendió muy bien eso de que la venganza se sirve fría,... jajaja
ResponderEliminarPor lo menos a él no se le enfriaron las ganas de vengarse, lo único que se le enfrió fue la sangra al enterarse del desenlace, jeje.
EliminarUn abrazo.
Yo entiendo que las chicas le abandonaran todas, pero qué tío más raro. Y se queja de no ligar ¡¡¡
ResponderEliminarDesde su punto de vista, fue muy injustamente tratado, pero ya sabes lo que dice el refrán: cada uno cuenta la feria según le va. O debió de ser muy susceptible ante los repetidos rechazos y ellas realmente crueles con él, o era tan ridículamente patoso con ellas que cualquiera se habría reído de él. Pero esto no lo sabremos nunca. No hay que hacer caso de lo que cuentan las partes en conflicto si uno no ha estado presente, jeje.
EliminarUn abrazo, Manuela.
Pues yo aportaré otro refrán a los que te han dejado por ahí arriba: "Dios los cría y ellos se juntan"
ResponderEliminarYo en la situación de tu protagonista, y visto lo visto con esas mujeres en apariencia casquivanas e intransigentes, me hubiera alegrado que mi presente no estuviera ligado a ellas.
De todas las maneras este hombrecillo debe de ser muy feo, muy vulgar o poco imaginativo a la hora de realizar el cortejo.
Abrazos, amigo.
Hombre, guapo desde luego no sería, pues de lo contrario se lo habrían rifado las mujeres. Yo más bien le veo como a Woody Allen en Sueños de un seductor, es decir feo, tímido, y torpe, jajaja.
EliminarUn abrazo.
Hola.
ResponderEliminarEn esta ocasión me atrapaste mcuhísimo, me esperab auna escena como la de Michael en el restaurante en El Padrino. Yo habría puesto laxante en las bebidas, quizás es infantil pero a ellas se les iba a cortar la risa.
Pobre, a mí me dio penta.
Feliz martes.
Hola, Gemma. Veo que este personaje inspira sentimientos contradistorios entre los lectores: unos le consideran un memo que merece ese desaire final, y otros a quienes les da pena. Yo, como casi siempre estoy del lado de los más desfavorecidos, también siento lástima por él, jajaja.
EliminarSí, parece que el hombre iba a llevar a cabo la madre de todas las venganzas, para luego quedarse en agua de borrajas, limitándose a desahogarse en sendas cartas de duro reproche, como si eso fuera a intimidar o ablandar a esa engreídas féminas, jeje.
Mira, lo del laxante no es mala idea. Pero ya me llega demasiado tarde, jajaja.
Un abrazo.
El tiro por la culata!!! Jajajajajajajaja!!!
ResponderEliminarUn abrazo
Justamente fue eso lo que ocurrió. Pero, muy a mi pesar, creo que se lo tenía merecido, por pardillo, jeje.
EliminarUn abrazo, David.