Aquella noche la pasé en vela intentando dilucidar si lo que me había contado George Wells Jr. sería cierto o bien se había inventado toda esa historia, perro incluido, para sacarse de encima a ese viejo fisgón que había aparecido en su casa con una vasija bajo el brazo, insinuando que contenía las cenizas de un difunto de la familia.
Desvelado como estaba, aproveché para hacer una búsqueda por internet de los antecedentes de la familia Wells. No fue poco el material que hallé pues, al parecer, era una familia my conocida en el condado. Al cabo de unos pocos minutos de lectura di con un artículo, aparecido seis meses atrás en un periódico local, que me dejó sin habla. Decía así: “Madeleine Wells, la esposa del afamado arquitecto George H. Wells, fue detenida ayer para ser interrogada por las cuatro muertes por envenenamiento acaecidas las últimas semanas en Chelmsford. Tras prestar declaración durante más de tres horas, fue dejada en libertad sin cargos”.
Así que la esposa esquizofrénica de Mr. Wells padre fue sospechosa de unos envenenamientos producidos en la localidad. Seguí buscando hasta dar con la noticia de su desaparición, según la cual la señora Wells se había esfumado una semana después de su detención. Quizá sí que la mujer estaba perturbada y la detención e interrogatorio acabó por desquiciarla aun más y tomó las de Villadiego. Pero ¿y si había sido la causante de aquellas muertes, o debería decir asesinatos, y se fugó para no acabar entre rejas?
Los problemas de aquella familia no eran de mi incumbencia, por supuesto, pero, qué queréis que os diga, soy como un Pit Bull: cuando hinco el diente a algo, ya no lo suelto aunque me muelan a palos.
A la mañana siguiente, muy temprano, me presenté de nuevo en la vivienda de la joven pareja Wells antes de que la abandonaran con destino a París. No tenía ni idea de lo que les iba a decir para justificar mi osadía. Ya improvisaría sobre la marcha. Algo, por estúpido que fuera, se me ocurriría aun sabiendo que me tomarían por un viejo chocho.
Tras cinco timbrazos, decidí explorar el jardín circundante y, por qué no, espiar a través de los ventanales. No podían haberse marchado, pues todas las ventanas tenían las persianas subidas y las cortinas descorridas. Alguien que deja su casa por un tiempo, por corto que sea, no la deja a merced de los ladrones ni de los espías como yo. Así pues, o hacían oídos sordos a mis llamadas o allí ocurría algo raro.
Y, efectivamente, algo extraño había ocurrido. Cuando miré por la ventana que daba al salón-comedor me pareció ver el cuerpo de George sentado en el mismo sillón que ocupó durante mi visita, de espaldas al jardín. En realidad solo pude ver parte de su incipiente calvicie y su brazo izquierdo inmóvil y estirado como si quisiera recoger algo del suelo. Me dirigí a la parte trasera de la casa y comprobé que la puerta de acceso a la cocina estaba entreabierta, así que entré dando voces -¿hola? ¿hay alguien ahí? o algo por el estilo- no fuera a meter la pata y George se hubiera quedado dormido mientras su mujer se acicalaba. Pero, como me temía, allí había ocurrido algo muy grave. El cuerpo de George Wells Junior había alcanzado el rigor mortis, al igual que el de Margaret, el cual hallé luego en su dormitorio. Bajé tan raudo como mi artrósico cuerpo me lo permitió para llamar a la policía pero algo me detuvo en seco. En el suelo, por debajo del sillón donde reposaba el cadáver de George, sobresalía algo blanco. Era un sobre. Y un par de metros más allá había una pluma estilográfica, la misma que lució en la notaría el día que nos conocimos. En el sobre solo ponía “Para Mr. W”. Si fue él quien lo había escrito, era evidente que algo o alguien le interrumpió antes de poder completar el nombre del destinatario, el mismo algo o alguien que acabó con su vida. ¿Sería yo ese Mr. W? Decidí salir de dudas. Tomé el sobre y lo abrí. La carta que contenía iba, efectivamente, dirigida a mí. Parecía una confesión. Necesitaba tiempo y calma para leerla con detenimiento. Me la guardé y llamé a la policía. No di mi nombre. Solo informé que había visto el cuerpo inerte del joven Wells desde el jardín y colgué. Ya vería luego qué hacía con la información que contenía la carta. Sé que hubiera debido explicar a la policía cómo se había producido el hallazgo de los cadáveres y ponerla al corriente de todo, carta incluida. Pero pudo más mi curiosidad e interés personal que el sentido del deber.
Esa noche volví a pasarla en vela. De seguir así, sería yo quien acabaría con un trastorno psiquiátrico –me dije. Pero es que lo que tenía en mis manos era una historia para no dormir.
CONTINUARÁ
¡Fascinante, Josep! La historia se pone más y más interesante por momentos. Has sido muy "malo" dejándonos sin conocer el contenido de la carta, pero por esta vez te lo paso :D
ResponderEliminarTe está quedando un relato realmente bueno, pero no sé de qué me extraño.
¡Un abrazo y feliz comienzo de semana, compañero!
Sé que he sido un "niño malo" pero comprenderás que el primero en leer la carta debo ser yo, jeje
EliminarYa os iré contando lo que ocurrió en aquella lujosa mansión. Ya solo quedan dos entregas.
Muchas gracias, Julia, por tus comentarios.
Ah!, cómo sabes dejarnos con la miel en la boca y el interés por seguir leyéndote. Pues nada más y nada menos, como los buenos escritores de novelas de misterio.
ResponderEliminarEstoy ansiosa por saber... jajaja.
Un abrazo y buena semana.
Hubo un tiempo, siendo yo muy niño (parece que vaya a contar un cuento) se publicaban novelas por entregas. Incluso me parece recordar que habían algunas películas de miedo (como se las llamaba entonces) que terminaban con un fundido y la palabra CONTINUARÁ. Pues esta historia igual, para uso y disfrute de sus lector/as.
EliminarUn abrazo, Elda, y hasta el siguiente episodio.
Ayyyyyy esto mejora por momentos. ¿Qué le derá en la carta? ¿Qué les pasó? Estoy enganchada, por un lado quiero la próxima entregapero por el otro me da penita que acabe,jejejeje.
ResponderEliminarUn abrazo.
Creo que fue Baltasar Gracián que dijo aquella famosa frase "lo bueno, si breve, dos veces bueno". En este caso, voy contracorriente y eso es peligroso. Evidentemente, lo malo y largo es doblemente malo. Pero hacer (o escribir) algo largo y que no sea bueno...
EliminarAsí pues, espero que cuando se acabe, sigáis opinando igual.
Muchas gracias, Marigem, por seguirme y dejar tus comentarios.
Esto de las entregas folletinescas te está dando un resultado asombroso con un servidor. Abro cada día el ordenador para mirar si hay nueva entrega y cuando la hay me abalanzo sobre ella.
ResponderEliminarDe momento vas bien, buena velocidad de crucero en tu relato, bien hilado, con sumo interés en la trama. Espero que el final sea de traca, sino tú y yo tendremos que hablar sobre la urna de marras. je,je.
Un abrazo Josep.
Me gusta mantener a mis lector/as en vilo pero no quisiera estresaros, jajaja
EliminarMejor tómatelo con calma. Ya falta poco para llegar al final, que espero no os defraude. Después de tus últimas palabras, ahora seré yo quien se estrese pensando en no defraudaros. A ver si tendré que hacer el petate y largarme a Tombuctú.
Un abrazo, Francisco.
Buena continuación, y cada vez más intrigante. Las novelas a lo folletín, tal y como dice el compañero Francisco, son de lo mejor. Es un formato que parece idóneo al adaptarlo al blog y nos permite enganchar al lector. Esperando me tienes, esa historia para no dormir ha de ser espeluznante, sobre todo después de encontrar a la joven pareja fallecida de esa manera... ; )
ResponderEliminarVeo, Ramón, que sigues muy de cerca las vicisitudes de mi querido Whitehouse. Así me gusta. El requisito, creo yo, para mantener el interés en este tipo de historias por entregas es dejar, en cada capítulo, un final abierto con una buena dosis de intriga para que, de este modo, el lector espere el siguiente con ganas. De momento, parece que lo estoy consiguiendo, cosa que me satisface mucho.
EliminarMuchas gracias, pues, por tu interés y por dejar tus comentarios.
Un abrazo.
Qué rácano eres con tus escritos, ya podías estirarte y contar más. Me he quedado completamente enganchada a esta historia. Qué bien se te da mantener la intriga.
ResponderEliminarMe armaré de paciencia y esperaré ansiosa la próxima entrega.
Un abrazo.
Jaja. Rácano dices. Quizá tengas razón y salga a relucir, sin quererlo, mi origen catalán, jeje.
EliminarEn todo caso apelo a tu paciencia, que es la madre de la Ciencia. La próxima y penúltima entrega está ahora mismo en el horno.
Me alegra haber despertado tanto interés. Lo malo es que cada vez temo más decepcionaros. Todo a su tiempo. De lo contrario seré yo quien espere ansioso el final.
Un abrazo.
Muchas gracias, Julio David, por seguir esta saga familiar que, poco a poco, va llegando a su final. Agradezco tu comentario y espero que sigas opinando así hasta que aparezca la palabra FIN.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ay me tienes totalmente intrigada. ¿Qué contendrá esa carta?
ResponderEliminarMuy buena historia, que siempre me deja con ganas de más.
Un besillo.
Mañana, si nada ni nadie me lo impide, os revelaré el contenido de la carta. El final está muy próximo.
EliminarCómo me está gustando manteneros en vilo, jeje. Tendré que hacerlo con más frecuencia.
Un abrazo.
Nos tiene en vilo y pensando que pondrá esa carta. El asesinato está en la urna. Un abrazo
ResponderEliminarJajaja. Un poco más de paciencia y se irá desvelando el misterio.
EliminarMuchas gracias, María del Carmen, por tu lectura y tu comentario.
Un abrazo.