A Elisa nunca le importó en demasía la marcha del negocio familiar, que había heredado de sus padres. Hija única y consentida de un hombre que fue padre a las puertas de la vejez, no le faltó nunca de nada. Para ella, el dinero brotaba de un manantial inagotable: el bolsillo de su padre, hombre generoso donde los hubiera. A la muerte de sus progenitores, en un accidente automovilístico, Elisa, con solo quince años, heredó un imperio fruto de muchos años de esfuerzo familiar. Sus padres fueron los artífices de que aquella modesta sastrería de barrio se convirtiera, con los años, en una cadena de grandes almacenes.
De acuerdo con las disposiciones testamentarias, la tutoría fiduciaria recayó en el tío Mario como así llamaba Elisa al mejor amigo y asesor fiscal de su padre, y padrino suyo. Al alcanzar la mayoría de edad, el bueno del tío Mario, a petición de su ahijada, se ocupó del negocio familiar. De este modo, mientras ella disfrutaba de los placeres terrenales, su padrino y protector desviaba cantidades ingentes de dinero a paraísos fiscales.
Es sorprendente cómo le puede cambiar la vida a una persona en un brevísimo lapso de tiempo. Para quien ha tenido dinero a espuertas, ha estado rodeado de comodidades, se ha permitido los caprichos más sofisticados, ha sido, en definitiva, feliz haciendo lo que le venía en gana, debe resultar insoportable perderlo todo. Esto es lo que le ocurrió a Elisa, con el agravante de que el causante de esa pérdida fue quien debía amarla y protegerla.
Un día infausto Elisa tuvo conocimiento de que su grupo empresarial había presentado suspensión de pagos y que el tío Mario había desaparecido de la faz de la tierra. Los proveedores se le echaron encima y a duras penas se pudieron satisfacer las deudas con la venta de todo el patrimonio empresarial. A Elisa, el juez la declaró insolvente pero también irresponsable, pues aun habiendo sido objeto de engaño por la persona de su mayor confianza, había desatendido sus obligaciones como empresaria. Y lo pagó muy caro.
Desde entonces, Elisa vivía en la más absoluta miseria. Los años de vida regalada quedaban muy lejos, al igual que su tío Mario, del que tendría noticias, dos años después, cuando su cuerpo apareció en un chalé de lujo de Panamá con veinte cuchilladas en el vientre. Una mano anónima acabó con su esplendoroso retiro. En el cabezal de su cama, unos dedos ensangrentados habían escrito cuatro palabras: “cien años de perdón”.
La policía panameña no logró descubrir la autoría del asesinato. Solo pudo comprobar un hecho: el dinero del que se había apropiado el finado, había desaparecido de las cuentas bancarias que este había abierto mucho antes de su llegada al país.
Elisa tuvo conocimiento de ese desenlace por la prensa. Uno de los periódicos que usaba para resguardarse del frio le dio la noticia: “Mario Duque, antiguo tutor y padrino de Elisa Monforte Rubio, la que fuera heredera del imperio Monforte & Rubio, a quien presuntamente arruinó abusando de su confianza y parentesco, ha sido hallado muerto en una villa en Panamá donde había fijado su residencia”.
Sin saberlo, su vida estaba a punto de dar otro giro inesperado cuando, unas semanas atrás, conoció a aquel hombre enigmático que una noche se interesó por ella. Elisa aun recuerda las palabras que le dijo tras contarle lo que la había llevado a vivir entre cartones: “Ten paciencia. Un día se hará justicia. A todo cerdo le llega su San Martín”. Entonces no entendió su significado.
Al poco de conocer el trágico final de su padrino, Elisa volvió a ver al misterioso personaje. Esta vez, a la luz del día, su cara le resultó familiar. Los profundos surcos que festoneaban su cara, así como sus oscuras ojeras, habían adulterado su identidad, pero su voz, grave y profunda, fue más reconocible cuando le dijo: “Ya has visto que tenía razón. Aquel ladrón ha pagado por sus pecados. Quien lo haya hecho tiene cien años de perdón”.
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Ensimismada con sus recuerdos, Elisa se sobresalta cuando Fermín, su hombre de confianza, entra en su despacho.
―¿Querías hablar conmigo? –inquiere este.
―Sí, Fermín. Quiero preguntarte algo que hasta ahora no me había atrevido a preguntar.
―Tú dirás –dice el hombre, con su voz grave y profunda, intuyendo lo que seguirá.
―Tú sabes quién mató a mi padrino, ¿verdad? –le espeta Elisa.
Fermín, con una sonrisa socarrona, que hace proliferar esos surcos faciales que le caracterizan, solo acierta a decir:
―El destino, mi niña, el destino.
Y sin esperar la reacción de su protegida, Fermín se dirige a la puerta desde donde le sonríe y le guiña un ojo ojeroso.
Elisa todavía le recuerda, de niña, jugando con ella en la portería de la enorme casa familiar. Siempre atento y vigilante, no fuera que le ocurriera algo malo. Le recuerda al volante de un coche negro, acompañándola a la escuela y volviendo a recogerla para llevarla de nuevo a la seguridad de su hogar. Le recuerda haciéndole compañía cuando sus padres todavía no habían regresado del trabajo y la niñera debía ausentarse. Le recuerda llevándola al médico cuando sus padres no podían. Y recuerda aquellas palabras que siempre le decía, con aquella voz tan grave y profunda, cuando ella sentía miedo por algo: “No temas, niña, nadie te hará daño. Pase lo que pase, yo siempre estaré cerca para protegerte”.
Fermín desapareció de su vida al quedarse huérfana, cuando más le necesitaba. Por mucho que preguntó por él, su tío Mario siempre le contestaba con evasivas. “Ya no le necesitamos, Elisa. Le he dado dinero más que suficiente para que viva como un Rey hasta que muera”, fue su última respuesta a sus insistentes preguntas.
¿Cómo volvió el dinero robado por su padrino a las arcas familiares? Eso ya no le importa a Elisa. Lo que realmente le importa es que aquel buen hombre, el hombre de confianza de su padre, ahora es el suyo. Cosas del destino.
Una historia que engancha desde el principio. Me ha encantado.
ResponderEliminarSiempre hay alguien velando por nosotros. Menos mal que al final Elisa tuvo más de un ángel de la guarda.
Un besillo.
Sí, Elisa tuvo la suerte de tener a alguien velando por ella desde la sombra.
EliminarGracias, María, por pasarte y dejar tu comentario.
Un abrazo.
Estupenda historia, con un malvado y con un héroe justiciero en la sombra. Podría decirse que a Elisa le falló su padrino pero tuvo un ángel de la guarda muy atento.
ResponderEliminarPor cierto, que el aprovechado del tío Marcos aparezca en los titulares con el nombre de 'Mario Duque' ¿es una alegoría? por lo de otro Mario (aunque con un apellido de título nobiliario distinto) que anda estos días entrando en la cárcel.
Me ha gustado el final, ojalá el destino de la vida real fuera tan bueno.
Un abrazo.
Hola Kirke,
EliminarTienes buen ojo y por partida doble: en primer lugar, porque has detectado un error. Donde dice Marcos debe decir Mario (ya he subsanado este gazapo), y en segundo lugar porque, efectivamente, hay un juego de palabras o, mejor dicho, de apellidos. Para el del tío Mario me inspiré en otro apellido nobiliario, como bien has captado. A buen entendedor...
Muchas gracias por hacerme ver el error y por leer con tanta atención.
Un fuerte abrazo.
Me ha gustado mucho el relato. La vida da muchas vueltas y pone a cada uno en su lugar.
ResponderEliminarUn abrazo,Josep.
Me ha gustado mucho el relato. La vida da muchas vueltas y pone a cada uno en su lugar.
ResponderEliminarUn abrazo,Josep.
En este caso así es. Al final se hizo justicia aunque fuera de un modo tan expeditivo. El ángel de la guarda se transformó en el ángel de la muerte.
EliminarMuchas gracias, Sue, por leerme y me alegro que te haya gustado.
Un abrazo.
Bella historia que me ha producido varios sentimientos... unos de rabia, otro de satisfacción inconfesable, jajaja y otro de alegría por ese ángel guardián que tenía Elisa.
ResponderEliminarMenos mal que tu preciosa historia terminó bien, aunque es igual porque tus escritos siempre están estupendamente desarrollados.
Un abrazo Josep.
Un ángel guardián que no dudó en acabar con la desgracia de su protegida. La historia acabó bien para Elisa, pero muy mal para su avaricioso padrino.
EliminarMuchas gracias por tu visita y me alegro que te haya gustado .
Un abrazo, Elda.
Como funcionan los refranes: A cada cerdo le llega su San Martín" Creo que Elisa comprendió el mensaje en cuanto vio los titulares en la prensa. Modo expeditivo de justicia llevada a cabo no por el ángel guardián sino por el ángel exterminador.
ResponderEliminarMás de uno merecería este final para que otros fueran aplicándose el cuento.
No te prodigas con tus relatos, pero cuando los escribes te luces y nos deleitas.
Un abrazo Josep.
A veces las soluciones deben ser drásticas, como en este caso. Hubo que extirpar el mal y para eso estaba aquel ángel custodio que no dudó en alzar su espada contra quien obró tan perversamente.
EliminarLa verdad es que no soy muy prolífico. Me cuesta mantener un ritmo productivo como el de algunos de vosotros. Afortunadamente, todavía hay días en los que de mi cabeza sale alguna idea, jaja
Un abrazo, Francisco.
Hola!!!!!
ResponderEliminarQué buena historia. Me ha gustado mucho, considero que está muy bien escrita y me ha enganchado, enhorabuena.
Un abrazo.
Muchas gracias, Marigem, por tu lectura y comentario.
EliminarLa verdad es que la vida puede dar un giro inesperado. Han habido quienes, de la noche a la mañana, lo han perdido todo. Este caso, no obstante, acabó felizmente para la protagonista.
Un abrazo.
El destino a veces confabula en nuestra contra y otras a favor. Qué suerte tuvo Elisa de contar con un servidor y amigo tan fiel. Al final, ciertamente, se hizo justicia y la niña hecha mujer aprendió la lección: el que no cuida lo que es suyo, puede perderlo.
ResponderEliminarUn estupendo relato, Josep. Interesante y ameno, bien escrito...¡muy bueno! :))
Un abrazo y feliz viernes.
Aquí podríamos aplicar aquel refrán que dice: "el ojo del amo engorda el caballo". No hay que dejar en manos de otros tus propios intereses, pues puede aparecer un desaprensivo, como el malo del tío Mario, y arrasar con todo.
EliminarOjalá siempre hubiera un Fermín a nuestro lado dispuesto a echarnos una mano en caso de sufrir una injusticia.
Un abrazo.
Desde luego no es oro todo lo que reluce. La niña de casa bien ignoraba qué se escondía detrás de su querido padrino. Su exceso de confianza junto a su irresponsabilidad la llevaron a la perdición. El actuó con codicia y ella con desidia.
ResponderEliminarFermín, el bueno de Fermín obró para hacer justicia pero para él el fin justificaba los medios. Esto da pie, sin duda, a un debate moral. ¿De qué es capaz una persona por amor?
Como siempre, ha sido un placer contar con tu presencia.
Un abrazo.
Tiene textura de thriller cinematográfico. Lo observo a veces en tus historias. Las veo protoguiones de películas que cabrían ser desarrollados. Tienen dosis de misterio e intriga en buenas cantidades. Toda buena historia tiene su base en una situación muy simple que es desarrollada con algunas de sus consecuencias. Ayer vi una película francesa titulada Un hombre perfecto. Un mal escritor que vive de su trabajo de currante descubre en una de las casas que ha de desalojar un manuscrito brillante de un hombre que había muerto en dicha casa. Te puedes imaginar que se lo apropia y lo firmará con su nombre. Es el éxito literario del año. Su vida cambia. Se convierte en el hombre de moda, en incluso la chica rica y guapa de la película se enamorará de él por haber escrito semejante genialidad. Pero ... Siempre el pero ... Y ahí comienza la historia.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pues esta misma historia me recuerda la película "Conocerás al hombre de tus sueños", de Woody Allen, en el que uno de los protagonistas se hace con un manuscrito de un amigo escritor al que da por muerto cuando, en realidad, está en coma y empieza a dar señales de mejoría. Me encantan las películas de Allen.
EliminarYa me gustaría a mí ser un guionista de éxito, jeje
Muchas gracias y un abrazo.
Me ha gustado mucho, Josep. Es más, tiene cabida una continuación. Una en la que Elisa no salga también parada. =P
ResponderEliminarUn abrazo. =)
La verdad es que Elisa fue muy imprudente dejando en manos ajenas sus intereses económicos. Pecó de ingenua pero también de confiada. Desde luego, la historia podría haber terminado mal pero al final me dio pena, jeje
EliminarMuchas gracias, Soledad, por acercarte a leerme y dejar tu comentario.
Un abrazo.