martes, 18 de octubre de 2016

Nunca debí aceptar



Siempre he sido un blando. Ya me lo decía mi difunta esposa. “Tienes que saber decir que no” –me repetía hasta la saciedad. Pero ¿cómo iba a negarme, si era la hija de Ana, mi única sobrina? ¿Cómo iba a rehusar acoger, en una casa tan grande como esta, a una niña de ocho años, de la que soy además padrino de bautizo, que acababa de perder a su joven madre, mi queridísima Anita, como yo siempre la llamaba, y cuyo padre debe ausentarse larga y frecuentemente por motivos de trabajo? ¿Y quién me iba a decir que poco después dormiría todas las noches con la puerta cerrada con llave y atrancada, dudando de que eso fuera suficiente obstáculo para preservarme del mal?

Desde que Sara, mi ahijada, llegó a mi hogar empezó a comportarse de forma extraña. Incluso la institutriz que contraté temporalmente para su cuidado y educación se despidió de la noche a la mañana argumentando que su salud se había perjudicado con la humedad de estos parajes. ¿No podía esperar dos o tres meses más, hasta que mi sobrino volviera a hacerse cargo de su hija? Pero cuando, ya en la puerta, me dijo, en voz baja y asegurándose de que nadie nos oía, que tuviera cuidado con “esa niña”, fue cuando comprendí que lo que percibía no era fruto de una imaginación senil. ¡¿Quién podía imaginar que tras esa cara angelical se escondía un ser abominable?!

Luego llegó la carta de Julián, su padre, diciendo que se demoraría unos cuantos meses más, que lo habían destinado a Tailandia y no sabía cuándo volvería. Fue una carta un tanto críptica. Me pareció leer entre líneas que tendría que hacerme cargo de la niña durante un tiempo indefinido. ¿Acaso no quería a su hija? –pensé. Pero al poco comprendí que no era amor lo que le faltaba sino valor. Tenía miedo de su propia hija. Como luego lo tuve yo.

A los pocos días de su llegada, el servicio empezó a quejarse. Hacía cosas raras –me decían. No quería comer y luego desaparecía comida, rompía lo que le venía en gana, las insultaba, les culpaba de cualquier cosa que ella misma había hecho, las amenazaba con echarles mal de ojo si se iban de la lengua; llegó a cortarse las trenzas para luego decir que había sido un castigo infligido por la institutriz. Al principio lo achaqué a la rebeldía típica de la criatura que ha perdido a una madre y expresa su rabia e incomprensión de forma errática y violenta o para llamar la atención. Hablé con ella repetidas veces. Me escuchaba atenta y muda. Su mirada me helaba la sangre y el corazón. Acabé pensando que el suyo no era un problema de falta de autocontrol sino de sentimientos. Vi que tenía ante mí a un ser frío e insensible. Pero me quedé corto. Todo este tiempo tuve junto a mí a un monstruo.

Cuando se dio cuenta de que sospechaba de ella dejó de disimular. Empezó a mirarme de un modo extraño y, cuando nadie reparaba en ello, me sonreía maliciosamente, como si me desafiara. Poco después comprendí que su comportamiento con las personas a mi servicio solo tenía un propósito: alejar de mí a quienes me rodeaban y dejarme a solas con ella. ¿Qué pretendía con ello? Ahora ya lo sé. Pero ya es demasiado tarde.

Mi sobrina murió de un extraño mal: una inexplicable anemia contra la que nada pudo hacerse. Recuerdo la última vez que la visité, hará de esto unos tres meses, pocos días antes de que falleciera. Aunque recibía los mejores cuidados, me extrañó mucho que la medicina actual no pudiera controlar esa enfermedad, más propia del siglo pasado. Aunque yo sea un simple sacamuelas, tengo las suficientes nociones de medicina como para dudar del diagnóstico del médico: una anemia fulminante probablemente producida por una infección de origen desconocido. Nadie supo aclarar el origen de tal infección. Sabiendo lo que ahora sé, me parece mentira que viviera tanto tiempo. Sara solo tiene ocho años. ¿Quién hubiera sospechado que era la causante del mal de su madre? Llegué a pensar que su padre lo había descubierto y que por eso la temía y me la había enviado. De lo primero no le culpé pero sí de lo segundo.

Ante la pasividad e ignorancia de ese médico que la dejó morir, consulté con los más prestigiosos especialistas europeos en enfermedades de la sangre quienes no pudieron darme razón de esa anemia fulminante sin disponer de los resultados de una autopsia que nunca se llegó a practicar. Como pariente vivo y consanguíneo más próximo, y contra la voluntad de mi sobrino político, he estado intentando infructuosamente conseguir el permiso del juez para la exhumación del cadáver de mi sobrina y que uno de esos médicos extranjeros pudiera examinarlo y hallar la confirmación a mis sospechas.

Al principio, Sara debió de contentarse con las ovejas. Cada semana fallecía una por causas desconocidas. Según el veterinario, estaban sanas pero no les quedaba ni una gota de sangre en el cuerpo. Luego le tocó el turno a mi querido, Nelson, un joven y hermoso perro de aguas. Lo encontré tendido una mañana ante mi dormitorio. A él sí lo examiné a conciencia. A pesar del abundante pelaje –supongo que creyó que por ello no lo descubriría- hallé dos pequeñas incisiones en su nuca, finas y aparentemente profundas. Le había succionado toda la sangre. Tenía que ser ella. Debía haber estado haciéndolo varios días seguidos. De ahí que el pobre animal la rehuyera constantemente.

Las murmuraciones no se hicieron esperar y el servicio me fue abandonando poco a poco. Solo se quedó conmigo la señora Castro, la vieja y fiel cocinera. Esa mujer parece no temerle ni al diablo. “Si se me acerca a menos de un metro, le doy con la sartén en la cabeza” –me dijo en una ocasión. Se proveyó de un buen puñado de amuletos, una cruz y una ristra de ajos que siempre llevaba en los bolsillos de su delantal.

Como era de esperar, los que fueron abandonando la casa se encargaron de hacer correr la voz por todo el pueblo. La llamaban “la niña vampira” -me dijo el cartero. Incluso temían que por las noches se escapara de esta casa y vagara por las calles en busca de niños, de sangre joven y fresca.

Cuando se personó el alguacil para pedirme explicaciones, me vi obligado a decir que todo eran supercherías. Que parecía mentira que a principios del siglo XX todavía hubieran supersticiones de ese tipo. El hombre fue, lógicamente, muy comprensivo pues tampoco creía en vampiros. “Ya sé que es una locura. Pero no he venido por esta razón. Solo le pido que mantenga a la niña alejada de la gente del pueblo. Son tan ignorantes y brutos que podrían hacerle algún daño. Es por precaución. Solo hasta que su padre regrese y se haga cargo de ella” –me dijo con cara de circunstancias. Y dicho esto se fue dejándome a solas con ese engendro. Y con mi terrible secreto y congoja.

¿Y yo qué podía hacer para protegerme? De haberse tratado de una desconocida que había irrumpido inesperadamente en mi casa me habría deshecho de ella sin contemplaciones. No me hubieran temblado las manos. ¡Pero era mi sobrina nieta! Casi sangre de mi sangre. Pero, qué caramba, no pensaba dejar verter ni una sola gota de la mía por dejarla obrar a su antojo.

Como no podía seguir viviendo así, decidí pasar a la acción. La señora Castro dijo que me ayudaría. No tenía adónde ir ni quería abandonarme después de tantos años a mi servicio. Se me ocurrió un plan que esperaba que surgiera efecto sin que hubiera derramamiento de sangre por ninguna de las dos partes. Pero lo primero que necesitábamos era dar con Sara en el momento preciso. No se comportaba como un vampiro como los que describen en las novelas. No dormía de día y deambulaba de noche. Su comportamiento era errático. Era por la noche, eso sí, cuando precisaba proveerse de sangre. La señora Castro dejó en más de una ocasión una vasija llena de sangre de cerdo en la cocina y a la mañana siguiente ya había desaparecido. La  mujer lo hacía por precaución –así nos dejaría momentáneamente tranquilos- y para comprobar que, efectivamente, era ella quien la ingería.

La niña, sin duda, empezó a sospechar algo. Dejó de dormir en su cama. Mi cocinera entraba en más de una ocasión en su dormitorio, con la excusa de ver si quería tomar un vaso de leche antes de dormir, y siempre hallaba la cama vacía y sin deshacer. Así que no sabíamos dónde descansaba y la pobre mujer, por muy valiente que fuera y por muchos amuletos y sartenes que pudiera llevar consigo, no se atrevía a deambular sola y de noche por esta vieja casona buscando su escondrijo. Así que decidimos hacerlo juntos. A fin de cuentas era a mí a quien le correspondía solucionar esa terrible situación. Cuando descubriéramos dónde se refugiaba me pondría manos a la obra. Aunque fuéramos un par de vejestorios, la señora Castro y yo teníamos las suficientes agallas para no cejar en el empeño.
 
CONTINUARÁ...
 
 
Ilustración: A child is playing. Fotografía de Dara Scully, obtenida de internet y utilizada con su consentimiento
 

 

41 comentarios:

  1. Una buena historia que acabas de comenzar, esperaré impaciente el siguiente capítulo. Un abrazo

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    1. Pues paciencia es lo único que hace falta. La historia seguirá seguro.
      Muchas gracias por seguirme, María del Carmen.
      Un abrazo.

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  2. Vaya comienzo más bueno, esto promete, y más escribiéndolo tú, que sabes darle el suspense necesario para mantener al lector pegado a tus esplendidas letras.
    Un placer siempre Josep.
    Un abrazo.

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    1. Un placer el mío tenerte como lectora. Espero que esta nueva historia por entregas te entretenga lo suficiente como para llegar al final, aunque estoy seguro de que seguirás paso a paso los avatares de los pobres protagonistas.
      Un abrazo sin morder, jaja

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  3. Josep, el de la fina pluma y olfato de cuento, te nombraré a partir de ahora. No demores la continuación.

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    1. Hola Pedro!
      Me agrada este calificativo con juego de palabras incluido. Se agradece al igual que tu presencia.
      Un abrazo.

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  4. ¿¿¿Cömo que continuará??? ¿¿¿Cuándo???
    Jopé, ¡quiero más!

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    1. Pues tendremos que seguir pacientemente las pesquisas de nuestros queridos sufridores caza-vampiros.
      Me alegra ver tu impaciencia. Buena señal.
      Un abrazo, Sue.

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  5. Hola Josep M, molt emocionant l'historieta. Estaré pendent de la resolució amb impaciència.
    Gràcies per explicar-les.
    Records

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    1. Hola Ángela! Moltes gràcies per venir fins aquí a llegir-me i deixar aquest comentari.
      Una abraçada.

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  6. Hola Josep Mª una historia que engancha, dominando el desarrollo que hace que se lea con avidez; muy propia para estas fechas que se aproximan. No conocía esta faceta tuya de historias por capítulos... Un abrazo

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  7. Hola Josep Mª una historia que engancha, dominando el desarrollo que hace que se lea con avidez; muy propia para estas fechas que se aproximan. No conocía esta faceta tuya de historias por capítulos... Un abrazo

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    1. Hola Emerencia. Aunque lo he hecho en más de una ocasión, no soy muy proclive a escribir largos relatos pero cuando, como en este caso, el tema da para mucho, divido la historia en capítulos para que su lectura no se haga muy pesada. Y de paso, mantengo el suspense, jeje
      Un abrazo.

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  8. Ainsssss Josep, creo que no debería haber leído esta historia justo antes de irme a dormir, y más teniendo en cuenta que esta noche me toca dormir sola. Esa niña diavólica no sé si me quitará la sangre, pero seguro que sí el sueño :D

    ¡Buenísimo, un relato excelente! Muy ameno, fluído, intrigante y, como ya es habitual en tí, muy bien escrito. Espero la siguiente entrega con ganas. Esa niña necesita un "escarmiento" :P

    Un abrazo.

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    1. Así que eres miedica, jaja. Deberías aprender de la Sra. Castro y, cuando duermas sola, agenciarte de un par de sartenes vampiro-resistentes.
      Muchísimas gracias, Julia, por tus comentarios. Entre todos, intentaremos darle a esa niña un buen escarmiento.
      Un abrazo.

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  9. ¡Ya has vuelto a las andadas con otra historia por capítulos! Sabes que nuestra impaciencia no da para mucho.
    Otra historia con temática diferente a la que terminaste con anterioridad,pero con la misma cantidad de misterio de incertidumbre que crea adición lectora.
    ya te puedes dar prisa en presentarnos la segunda parte, sino es así pondremos una reclamación a las autoridades pertinentes.
    Un abrazo compañero de letras. Y enhorabuena por tu forma de escribir.

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    1. La paciencia es la virtud de los sabios, así que ya sabes...
      Lo de la reclamación poco miedo me da pues todos sabemos de la lentitud de las autoridades para resolver cualquier tipo de reclamación, jajaja
      De todos modos, en deferencia a tantas peticiones, me daré prisa en ir publicando las próximas entregas.
      Muchas gracias, compañero, por tus palabras.
      Un abrazo.

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  10. ¡Vaya monstruito! Quedo impaciente a la espera de saciar mi sed de lectura. Me uno a cazar a la niña vampiro. ;) Genial, Josep. ;)
    Un abrazo. =)

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    1. Si, si, con esa carita traviesa uno no podía imaginarse imagina lo que escondía la niña.
      Pues iremos todos de caza, a ver qué tal se nos da.
      Un abrazo.

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  11. Las historias de vampiros cuando las protagonizan niños creo que son más espeluznantes. A mí, por lo menos, me impresionan más.
    Has sabido reflejar perfectamente un halo de miedo alrededor de la "criaturita" que pone los pelos de punta. Genial.
    Viendo lo bien que se te da el género vampírico, te comento que de ese género tengo dos recomendaciones de novelas muy buenas: Océanos de tiempo (que ya te recomendé) y otra también espeluznante de vampiros, Déjame entrar. Seguro que te gusta.
    Un abrazo.

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    1. Pues sí, ya que nadie espera que un niño o una niña, aparentemente inocente, pueda desplegar tanto mal. Además, uno se siente impotente para levantar la mano contra una criatura a priori indefensa.
      Agradezco tus recomendaciones literarias y tus palabras siempre tan halagadoras.
      Un abrazo.

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  12. Con lo metida que estaba en la historia, que casi ni pestañeaba, me ha sentado como una bofetada ese "continuará" que no me esperaba ;-)
    Es broma, por supuesto, Josep Mª, pero es que la historia me ha atrapado. Ya estaba imaginando a la Sra. Castro con la sartén en la mano, y respecto a la niña la foto que encabeza el post ya de por sí es un fiel retrato.
    ¡No demores la próxima entrega!
    Un beso

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    1. Hola Chelo. He tenido que cortar porque la historia da para mucho más. Lo importante es cortar en el momento oportuno, para así mantener al lector en vilo. Y, por lo que veo, así ha sido.
      Pronto podréis leer la próxima entrega.
      Un beso.

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  13. Ya tenían valor de estar en esa casa con la niña, madre mía qué sustoooo. Buen cuento para no dormir que ya seguiré en tu próxima entrega, Josep. Un abrazo.

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    1. Bueno, Carmen, la verdad es que, cometido el error, ya no les quedaba más remedio que apechugar con esa niña malévola. Veremos cómo se deshacen de ella, si es que lo logran, claro, jeje
      Un abrazo.

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  14. Hola Josep uuuffff que valiente eres jajajajajaja uuff espeluznante el cuento yo voy a tomar la decisión de leerte en las mañanas siempre, porque de noche da miedo ajjajajaj soy cobarde , .. muy bueno amigo , estaré pendiente

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    1. En realidad, Beatriz, los valientes son mis protagonistas. Al fin y al cabo, yo me lo miro en la distancia sin poder echarles una mano, jaja
      Muchas gracias por tu visita y por tu comentario.
      Un abrazo.

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  15. Magnífico relato Josep Mª, ¡vaya!
    Engancha desde el principio, tengo muchísimas ganas de saber como continua.
    Me ha encantado, :)
    Un abrazo.

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    1. Estupendo que te haya enganchado la historia, Irene, porque tienes la continuación aquí al lado, o mejor dicho ahí arriba.
      Encantado de tenerte como lectora y gracias por el comentario.
      Un abrazo.

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  16. Esta niña promete.. pero nada bueno... como vengo de leer la segunda parte ahora ahora ya entiendo de que va y cuales son las consecuencias de su comportamiento.
    Un saludo Josep
    Puri

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    1. Bienvenida, Dulcinea del Atlántico, que no del Toboso.
      Me alegro que hayas dejado tu comentario como resultado de haber leído esta historia, o parte de ella.
      Espero que vuelvas por aquí.
      Saludos.

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  17. Saludos, hacía tiempo que no visitaba tus letras y me ha parecido una genial idea haber escogido este texto, que veo que tiene varias partes. Desde luego en esta primera parte se perfila bien esa situación de abandono creciente y aislamiento que experimentan el protagonista y su fiel cocinera. Buena manera de iniciar una historia. ¡Un saludo!

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    1. Saludos, José Carlos. Ciertamente, ns habíamos perdido la pista. me alegra recobrarte. Espero que las cuatro entregas de que se compone esta historia fantástica sean de tu agrado.
      Un abrazo.

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  18. Ohhh que engendrita!!una buena amiguita para mi Mariette.
    Genial comienzo de saga José. Hace tiempo que no te leia y me alegro regresar con este texto lleno de suspenso, que me encanta. Estaré a la espera del siguiente capítulo.
    Besos

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    1. Hola, hola. Esta niña tampoco se anda con chiquitas pero sus contrincantes adultos, aunque puedan parecer un par de vejestorios, los tiene bien puestos... lo que haya que tener.
      Me alegra tenerte por aquí.
      Besos.

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  19. Muy buen inicio, terror, niños malvados, que son los seres más terroríficos y, como en el anterior relato, muy buen dominio del continuará... ¡Allá vamos!

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    1. Hola, David,
      Si habitualmente coincidimos en que los niños pueden ser muy crueles, esta niña creo que esta niña todavía lo es más, si es que la dejan, claro.
      Un abrazo.

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  20. En la primera estrofa ya dejas claro el peligro que conllevará la convivencia con la pequeña, luego parece que estemos tratando con una sociópata de manual, y por último nos soprendes con algo mucho más oscuro y paranormal, la niña es en realidad; una vampira.
    Lo he leído sin pestañear, por su fluida y atrapante narración.
    He visto que tiene dos partes más... No tardaré mucho en ir a hincarles el diente.
    Un relato buenísimo, Josep María.
    ¡Saludos, compañero!

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    1. Muchas gracias, Edgar, por tus comentarios.
      En total, son cuatro los episodios, así que tendrás que hincarles el diente (jaja) a otros tres, aunque el último todavía está en el horno.
      Un abrazo.

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  21. Lo cierto es que ha sido un inicio de lo más terrorífico, no hay nada que de más pavor que esos niños que no son tales niños como tu protagonista y están llenos de maldad, no me extraña que el padre se largara, menuda faena le hizo al tío.
    Sabes crear ese clímax de los relatos de terror, envolviendo con la situación y despertando la curiosidad. Bien hecho.
    Voy a seguir con el segundo.
    Un saludo

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    1. Hola Conxita,
      Pues te queda un largo (según cómo se mire) recorrido hasta llegar a conocer las aventuras y desventuras que tendrás lugar en esa casa. Espero que te diviertas.
      Un abrazo.

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