Se aproxima. Disimularé, no vaya a pensar que soy un tío
raro, un mirón. Ha pasado muy cerca pero no ha reparado en mí. Con los años
transcurridos y sigue llevando el mismo peinado. Solo con cerrar los ojos la
veo nuevamente cómo era de adolescente.
La última vez que supe algo de Elena fue cuando me contaron
que Carlos y ella se acababan de separar. No llegaron a tener hijos. No sé si
no quisieron o no pudieron tenerlos. No me extrañaría que el culpable hubiera
sido él. No me lo imagino como padre de familia. Demasiado ocupado, demasiado
quisquilloso, demasiado egocéntrico. Un crío hubiera trastocado su acomodada y
ordenada vida. Elena se equivocó al no romper con ese tipo, a pesar de lo que
le conté. En lugar de agradecérmelo, no quiso saber nada más de mí.
Carlos ya le era infiel antes de casarse con ella. Lo
descubrí por casualidad. Y es que este mundo es un pañuelo, y a veces muy sucio.
Fue en un bar de copas al que fui con mis amigos. Era de madrugada, el local
estaba a punto de cerrar y ya se estaba vaciando. Y entonces le vi. Estaba con
una chica exuberante y en actitud especialmente cariñosa. Después supe por uno
de los camareros, amigo de Juan, que Carlos solía frecuentar el local muy bien
acompañado. Así que el prometido de Elena era un promiscuo y ella en la inopia.
Reconozco que la rabia y los celos me corroían cuando la llamé para ponerla al corriente
sobre la clase de individuo que era su nuevo novio. Si pensé que podría
persuadirla me equivoqué. Montó en cólera y me mandó a tomar viento fresco para
siempre jamás. No la volvería a ver hasta el día de la “trifulca”.
Al poco de haberla puesto en antecedentes, Elena y Carlos
contraían matrimonio. El suyo fue un noviazgo inusualmente breve. O estaba
locamente enamorada o simplemente embarazada, llegué a pensar. Según Laura, sería
una boda por todo lo alto. Me ofreció todo lujo de detalles, pues como amiga
íntima que era la ayudó en casi todos los preparativos de índole personal.
Hasta intervino en la elección del vestido de novia.
Y llegó el día de su boda, el de la “trifulca”, un sábado por
la tarde. Furioso como estaba, me colé en el restaurante en el momento del
aperitivo, poco antes de que los novios hicieran su aparición tras el posado fotográfico
tradicional. Mezclado entre los invitados, me aposté junto al buffet donde
servían las bebidas. Bebí como un cosaco y cuanto más bebía, más me enfurecía. Ebrio
como una cuba, tan pronto les vi entrar me abalancé sobre el novio, lanzándole
todo tipo de improperios, gritando sus infidelidades a todo el que pudiera entenderme,
hasta terminar la disputa a puñetazo limpio. El final no pudo ser más
humillante: fui sacado a rastras del local, con la amenaza de denunciarme por
injurias y agresiones. Elena me miraba horrorizada. Esa fue la última vez que la
vi. Hasta hoy.
******
Ese que lleva rato dando vueltas por aquí se parece mucho a
Enrique. Pero no puede ser. Lo último que supe de él, por Laura, es que se
había ido a vivir a Vigo, donde había conseguido una plaza en un laboratorio de
biología marina. Claro que podría haber vuelto. ¡Ha pasado tanto tiempo! De
hecho, más de veinte años. Le he sorprendido mirándome fijamente un par de
veces. Quizá le recuerdo a alguien. ¿Y si fuera él? Aunque, de ser él y haberme
reconocido, no sé si querría hablarme después de lo que pasó.
No me comporté bien con él. Me quería. Y lo peor de todo es
que yo a él también. Le acusé de ser un inmaduro y la inmadura fui yo. Así me fue.
No entiendo cómo pude dejarme seducir por Carlos. Y, por si fuera poco, no hice
caso a las advertencias de Enrique. Creí que le movían los celos. Carlos parecía
un buen tipo. ¡Quién me lo iba a decir! Y encima sus padres, que tanto hicieron
para que me sintiera parte de la familia, acabaron poniéndose en mi contra. Él
fue muy duro e injusto conmigo y ellos le apoyaron. Nadie creyó en mi palabra.
Yo quería tener hijos. Ser madre era mi gran ilusión y así se lo hice saber en
más de una ocasión antes de casarnos. Y, en cambio, me acusó de haberle ocultado
una infertilidad que ni yo misma conocía. No fue hasta después del primer año
de matrimonio que me diagnosticaron una lesión congénita en las trompas de
Falopio.
Todavía recuerdo sus palabras: “Pediré la anulación y me la
concederán ipso facto. Este es un motivo
más que suficiente para que el Tribunal de la Rota anule un matrimonio”. Se
refería a la infertilidad de la esposa, especialmente cuando el marido lo
ignora porque se lo han ocultado. No hubo forma de hacerle entrar en razón. Y ante
mi propuesta de adoptar, se negó en redondo. Quería tener un hijo biológico, un
heredero auténtico, no un “advenedizo”, como lo calificó. Y cuando le planteé trasladarnos
temporalmente a los Estados Unidos para optar por una gestación subrogada, por
ser allí legal, me fulminó con la mirada. Su desprecio por lo que había osado
insinuarle me heló la sangre. “No necesito un vientre de alquiler sino una
mujer normal”, fue su agria respuesta.
Luego descubrí sus repetidas infidelidades. ¡Qué razón
tenía Enrique! Pero ya era demasiado tarde. El daño ya estaba hecho. Tenía un
marido adúltero que quería deshacerse de mí por infértil. No me extrañaría, en
cambio, que tuviera por ahí más de un hijo biológico no reconocido. Eso
encajaría con su doble moral.
Carlos no quería el divorcio, no deseaba, bajo ningún
concepto, que yo pudiera esgrimir su infidelidad para, a mi vez, divorciarme de
él. Debía ser yo la culpable. Quería la anulación, ante la perplejidad de mis
padres y el asentimiento de los suyos. Quizá temían que, como ex esposa, le
reclamara dinero o cualquier tipo de compensación. Pero ¿qué iba a pedirle si todo
estaba a su nombre y yo no tenía nada, salvo mi salario? ¡Qué ingenua fui! No
quise nada de él ni de mis ex suegros. Y Carlos tuvo razón, la anulación llegó
más veloz de lo que creía. En menos de dos años yo había dejado de tener
marido, ni siquiera había estado casada. Mejor así. Entonces no lo supe ver,
pero con el tiempo me di cuenta de que era lo mejor que me había podido pasar.
Ya nada me ata a él.
Mis padres al principio me apoyaron. Me acogieron y tuve un
hogar al que regresar. Pero las cosas pronto cambiaron. La constructora para la
que trabajaba por mediación de Carlos, y con la que él seguía manteniendo
relaciones profesionales, me despidió. Optimización de recursos, justificaron.
Mi versión es muy distinta. La mano de Carlos tuvo mucho que ver. Así que me
quedé sin empleo. Él me lo dio, él me lo quitó.
Al poco, mis padres dejaron de ser indulgentes conmigo para
empezar a recriminarme mi proceder para con el que había dejado de ser mi marido:
que si podía haber tenido más mano derecha, más aguante, que hubiera tenido que
someterme a más pruebas o recurrir a otros especialistas, que si hubiera debido
insistir en la adopción, que si tal, que si cual. Parecía como si de pronto me
hubiera convertido en una carga para mis propios padres, que siempre me habían
apoyado en todas mis decisiones. Así las cosas, decidí marcharme y refugiarme
en casa de mi amiga Laura.
CONTINUARÁ...
Me gustó. Está claro que cada uno tiene su propia vivencia...
ResponderEliminarUn abrazo
Y a mí me ha gustado que te gustara, jeje
EliminarPues sí, una historia contada a dos voces. cada una con su vivencia-
Un abrazo.
Que triste debe de ser cuando unos padres terminan con su apoyo hacia los hijos, sobre todo en un caso así donde ella no era culpable.
ResponderEliminarMuy bien, cada vez más interesada en la historia, :))).
Un abrazo Josep.
Cuando unos padres abandonan moralmente a un hijo, se rompe algo más que un simple lazo de unión. Cuando más necesitaba el apoyo y consuelo de sus padres, que conocen toda la historia, estos le reprochan no haber sabido comportarse debidamente". El conservadurismo de muchos padres, que creen que la felicidad se consigue a base de adaptación y de claudicación, ha hecho mucho daño.
EliminarMuchas gracias, Elda, por tu compañía y aliento.
Un abrazo.
Como no pone "continuará", me imagino que se ha terminado... pues me quedo con ganas de más, pero, no te preocupes, es la avaricia del lector, en realidad así puede terminar perfectamente.
ResponderEliminarRazón tenías en que lo de Carlos era pura apariencia. Las bondades estaban todas a la vista, pero las miserias que escondía las superaban con mucho.
Respecto a los padres, he dejado de sorprenderme de cómo los padres pueden llegar a ser tan mezquinos y egoístas con sus propios hijos. Demasiada literatura que nos lo muestra (es un decir, nunca es demasiada porque el tema padres e hijos, me apasiona)
Un beso.
Ay, no, se me olvidó ponerlo. Ya lo he corregido. Muchas gracias, Rosa, por advertirmelo.
EliminarTodavía quedan dos entregas más, para que veáis lo que es la vida de algunos y algunas. La vida da muchas vueltas y nunca sabes dónde parará.
Veremos, pues, adónde le conduce a Enrique ese viaje, qué decisión le hará tomar y qué fue de la vida de Elena hasta el momento actual.
Llegado al verdadero final de la historia, espero no olvidarme de colgar el cartel de FIN, jeje
Un abrazo.
;) Aquí comenzamos a girar y conocemos la otra versión de los mismos hechos, me encanta ;) Siempre que se pueda hay que intentar conocer distintas versiones de una misma historia. Me está gustando mucho el relato compañero de teclas. Me dejas con ganas de más. Ahora después de girar es cuando, con todo tu arte, rizas el rizo :D . Me quedo cerquita. Un abrazo y buen fin de semana!
ResponderEliminarPD: Empiezo a pensar que tus personajes masculinos se les da muy mal finiquitar historias de amor... a Enrique también le hubiera venido bien un ratito de psicólogo jajaja menos mal que no se le cruzó ninguna cafetera :D ya con el alcohol de la boda tuvo bastante :D jejeje
PD: Ayyy las ElenaS ;) por lo que te leí en la respuesta no iba yo muy desencaminada ;)
PD: Me gusta que salgan biólogos ;) jeje
PD: Un beso!
Siempre que hay una desavenencia conyugal, amorosa o de cualquier otro tipo, hay que conocer la versión de ambas partes en disputa. Cada una aportará una visión parcial (y posiblemente interesada), pero sumando las dos uno se puede hacer una mejor idea de la realidad. En este relato, cada una de las partes aporta sus vivencias personales, distintas pero no necesariamente contradictorias sino complementarias. Con ambas versiones conoceremos la historia al completo.
EliminarLos amigos de Enrique, con la mejor de las intenciones, intentaron "sanar" la mente atormentada de su amigo, distrayéndole de la dura realidad, pero, en efecto, nadie mejor que un buen psicólogo para ayudarle en ese cometido.
Sí, sí, las Elenas tienen algo especial, y los biólogos también, jajaja
Un beso, compañera viajera.
Cuando un amigo le dice a una amiga que el hombre del que está enamorada le pone los cuernos, tiene muchas posibilidades de no ser creído y casi todas de romper la amistad con ella. Si ese amigo encima es su ex y sigue enamorado de ella, las tiene todas.
ResponderEliminarQuedamos a la espera del siguiente acto.
Un abrazo.
Hola Macondo. Cierto. Una mujer enamorada (y un hombre posiblemente también) nunca creerá lo malo que le cuenten de su pareja y puede llegar a enemistarse con quien ha pretendido prevenirla, creyendo que le mueve el rencor, los celos o lo que sea. Pero si el amigo/testigo de esa infidelidad calla y luego, cuando la engañada lo descubre, sabe que no la advirtieron, entonces aquel o aquella también pagará por su silencio. ¿Qué hacer, pues, ante este dilema? ¿Hablar o callar?
EliminarEn nuestro caso, Enrique lo tuvo claro desde el principio. Se lo quiso contar por dos razones: porque todavía la quería y quién sabe si, de este modo, podía recuperarla, y porque le daba inquina que la engañara su peor enemigo, quien se la había arrebatado.
Muchas gracias por tu visita y un abrazo.
Ahora conocemos la versión de Elena, una versión real y no la manipulada con intenciones dudosas por su mejor amiga. ¡Qué vueltas da la vida! La que nos narras es una historia creíble por completo, Josep, aunque haya salido de tu fértil imaginación. Quizás ahora y tras la experiencia, ella sí prestara oídos a las advertencias de un ex...
ResponderEliminarGenial, compañero, amena e interesante esta entrega. ¡Espero la continuación! :))
Un abrazo y feliz finde.
Sí, Julia, esta vez he huido de la irrealidad para basarme en hechos que nos pueden haber ocurrido a cualquiera de nosotros. A diferencia del título de mi libro, esto es real como la vida misma, jeje
EliminarMuchas gracias por tu interés en esta historia. Lo que os vaya contando será como cotillear con las vidas ajenas, jajaja
Un abrazo y feliz finde.
Si yo fuera Enrique, y tuviera la posibilidad, le diría a Elena: ¡Te lo dije!
ResponderEliminarPero muchas personas no ven el fuego hasta que se queman y solo así son conscientes de cuánto se han equivocado.
Elena me cayó mal en la primera entrega pero ahora, después de tanta mala vida (aunque ella se lo buscó en parte) ya me está dando penita.
Me tienes en ascuas, a ver qué pasa.
Un abrazo.
Todos tenemos que apechugar con nuestros errores y hay que pensar muy bien las cosas antes de hacerlas. Pero, claro, Elena resultó ser una chica un tanto voluble e influenciable y se dejó deslumbrar por un guaperas rico y con un futuro brillante. Prefirió, equivocadamente, la estabilidad y el lujo (maldita conservadora y materialista) en lugar del tierno y sincero amor que le profesaba ese jovenzuelo de futuro incierto. Más vale pájaro en mano... Pero menudo pájaro resultó ser ese Carlos.
EliminarCuántas veces nos gustaría haber dicho ¡te lo dije!, jajaja
Pero Elena ha recibido un duro castigo y vive con el remordimiento de haber actuado como lo hizo. ¿Será ya demasiado tarde para resarcir todo el daño causado?
Continuará...
Un abrazo.
Las cosas fáciles suelen tener gato encerrado por no decir peligros ocultos. Nos dejamos seducir por brillos que no son más que espejismos que nos prometen mieles sin fin. Pero, los peros vienen después, cuando la realidad se alza en toda su estatura y nos muestra que nada se da gratis y que todo tiene un precio que habrá que pagar mal que nos pese.
ResponderEliminarLo único que te pido por favor es que el tipo ese llamado Carlos las pague todas juntas, pues los individuos como él me dan náuseas.
Un abrazo y a por la tercera entrega.
Una máscara bien puesta no solo oculta la verdadera identidad de quien la lleva sino que da una falsa imagen de la realidad, embelleciendo lo que permanece oculto. En la vida, hay quienes también se ocultan detrás de una máscara invisible que solo muestra lo que quiere mostrar. ¡Ay del incauto que cae presa de ese engaño! Creo que solo alguien muy bueno, muy ingenuo o muy superficial puede caer en las garras de esos farsantes.
EliminarYa me gustaría complacerte, amigo Francisco, pero la historia ya está escrita y no solo en mi ordenador sino también en las vidas de muchas personas como Elena, Enrique y Carlos.
Un abrazo.
Hola Josep, acabo de leer los dos capítulos de tu nuevo relato y como todo lo que nos traes es muy interesante, tengo interés por saber como acaban Elena y Enrique pero muy especialmente como acaba Carlos que en mi opinión merece que alguna otra mujer le de un escarmiento por arrogante etc, etc.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola Conchi. Me alegra saber que mi relato te está resultando interesante. Veremos qué les depara la vida a nuestros amigos, jeje. La próxima semana publicaré los dos episodios que faltan.
EliminarUn abrazo.
Parece ser que he llegado a esta Historia en el 2º capítulo deseo leer todo pero no lo encuentro. Voy a mirar a ver. Está interesante y el siguiente deja la intriga que puede pasar. Un abrazo
ResponderEliminarMuchas gracias, Mamen, por tu interés y lamento que hayas tenido que ir indagando por dónde anda el primer capítulo, que ya me consta que has leído.
EliminarEspero que no pierdas el interés por conocer toda la historia y que esta no te defraude.
Un abrazo.
Como se suele decir el amor atiende a razones que la razón no comprende. Elena en su momento estuvo ciega de amor, Enrique ciego de ira por no ser correspondido. El tiempo siempre termina poniendo las cosas en su sitio, ¿será demasiado tarde para una nueva oportunidad? Todo eso y mucho más en el próximo capítulo. Un fuerte abrazo!
ResponderEliminarAl igual que la justicia, el amor también es ciego. O Cupido, que no acierta en la diana apropiada. Elena se enamoró (?) de un indeseable, sin importarle demasiado el daño que le hacía a Enrique. Pero en toda ruptura hay quien sufre más que el otro. Elena no actuó con maldad, simplemente fue una ingenua inmadura y superficial (casi nada), a pesar de haberle reprochado ese mismo defecto a su desconsolado ex novio.
EliminarYo también he creído siempre, o he querido creer, que el tiempo pone las cosas en su sitio, pero ya han pasado muchos años desde que Elena se casara con Carlos y todavía estamos esperando cómo acaba el asunto, jeje
Un abrazo, David.
Siempre se necesita escuchar las dos versiones para entender una misma historia, vengo de leer la primera parte y la verdad es que la opinión que tenía era malísima. Ahora en cambio me compadezco de ella y sus circunstancias, pero al final no dejó de ser su propia elección la que la llevó de la mano a esa situación. Eso sí, y porque me gustan los finales bonitos, con esta nueva oportunidad esperemos que sepa hacerlo un poquito mejor, para que el personaje sea feliz. Lo que me parece muy triste es lo de los padres, eso nunca podré entenderlo, que den la espalda a un hijo. No puedo.
ResponderEliminarMe encanta la historia Josep Maria.
Un beso.
¿Lo ves, Irene? Muchas veces la primera opinión que nos forjamos de algo o de alguien no es la más adecuada, pues nos falta información para ser unos jueces justos, jeje
EliminarElena sufrió a causa de su mala cabeza y de ese "adonis" sin escrúpulos. Yo también le deseo lo mejor, aunque muchas veces la reparación de los errores llega mal y tarde.
Veremos cómo se va desarrolando la historia.
Me alegro que te guste.
Un beso.
Las versiones de cuanto nos ocurre... Cuántas veces juzgamos, y no nos damos cuenta de que detrás de cada persona hay una historia que generalmente dista mucho de lo que nuestra cabeza nos hace pensar. Me encanta que hayas compartido las dos versiones de la misma historia, ¡y espero la continuación!
ResponderEliminarUna historia contada desde dos perspectivas distintas, vistas y vividas por sus respectivos protagonistas. Cada uno la vivió de forma distinta pero la historia real es solo una.
EliminarMe alegro que te haya gustado el planteamiento.
Y la tercera entrega, y la cuarta y última, ya están disponibles y esperándote, jeje
Un abrazo, Maite.