¿Qué habrá sido de Juan y de Santiago?
Dejaron de hablarme desde que les dejé plantados en Santiago de Compostela.
Creo que nunca llegaron a entender por lo que yo estaba pasando. Claro, ellos
nunca habían estado verdaderamente enamorados. Flirteos pasajeros, amigas íntimas
de temporada y poco más. Lo mío con Elena fue un enamoramiento en toda regla,
aunque para ellos eso sonara a cursilería. Aquel viaje, con el que pretendían
que me olvidara de ella y que nos volviera a unir, fue motivo de nuestro
distanciamiento definitivo. Y debo decir que no me siento culpable. Obré conforme
a mis sentimientos. Si se hubieran comportado como verdaderos amigos, habrían
vuelto conmigo. Pero ya se sabe: tiran más dos tetas que dos carretas.
Espero que les haya ido bien en la vida.
Supe, por un amigo común, que Juan abandonó su trabajo como informático para
formar un grupo de blues, en el cual tocaba el bajo, y que Santiago entró a
trabajar en la central de una entidad bancaria como responsable de Organización
y Sistemas. Seguían solteros. No sé si ahora tendrán pareja o seguirán siendo
unos lobos solitarios.
La vida sigue y cada uno debe tomar su
propio camino, aunque el mío no ha sido precisamente un camino de rosas en lo
que se refiere al amor. A nadie le he contado esta historia. Tanto me marcó mi
ruptura con Elena que no he sido capaz de hallar una mujer que pudiera llenar
el vacío que dejó. Lo único que me ha procurado una vida medianamente agradable
ha sido el trabajo. Por eso me he refugiado en él todos estos años, sin dejar
espacio ni tiempo para formar esa familia que siempre deseé. Y ahora estoy aquí
de nuevo, un día de otro mes de agosto caluroso, veinticinco años más tarde, observándola
y sintiéndome un viejo solitario que solo vive de recuerdos. ¿Cómo hubiera sido
mi vida al lado de Elena de haber seguido juntos? Quizá tenía razón y lo
nuestro no hubiera funcionado. Pero siempre me quedará la duda. ¿Cómo le habrá
ido a ella? Se lo preguntaría, pero ahora mismo no me siento ni tan siquiera con
ánimos de acercarme a saludarla.
******
Laura no resultó ser tan buena amiga como
creía. Con el tiempo supe que había intentado ligarse a Enrique y que este la
rechazó, que le había visto en más de una ocasión, incluso después de la
nulidad de mi matrimonio, y que nunca le reveló que vivíamos juntas. Seguramente
quería evitar nuestro reencuentro y una posible reconciliación. Me lo acabó
confesando todo en un arrebato a raíz de una discusión en la que Enrique salió
a relucir. Había bebido más de la cuenta y se le soltó la lengua y la rabia
contenida.
Por fortuna, mi experiencia laboral previa
en la constructora ─no hay mal que por bien no venga─ me permitió conseguir un
empleo como administrativa y conseguir un salario lo suficientemente aceptable
como para mudarme al que todavía es mi estudio. Mejor sola que mal acompañada. Desde
entonces, mi vida ha estado llena de relaciones esporádicas con hombres en los
que esperaba, en vano, hallar un sucedáneo de Enrique. Mi orgullo, o quizá mi
vergüenza, me impedía ir en su busca y pedirle perdón. Según Laura, había
rehecho su vida. Fuera o no verdad, no me atreví a mover un dedo. Ahora seguramente
actuaría de otro modo, Hay que luchar por lo que se quiere, aunque uno tenga
que hacer un ejercicio de humildad. Le he echado mucho de menos. No sé lo que
habría sido de nosotros de haber continuado nuestra relación y nunca lo sabré. Como
tampoco sé que ha sido de su vida y si es feliz.
Si ese es Enrique, tiene buen aspecto. Me
ha parecido que me observaba, pero bien podrían ser imaginaciones mías. No me
atrevo a acercarme para preguntarle si realmente es él. ¡Qué vergüenza si
resultara que no lo es! Y si lo fuera, ¿qué le diría? ¿Que no me fue bien con
Carlos y que se deshizo de mí como un trasto inservible?, ¿Que he acabado sola
y que ahora trabajo aquí, como encargada de la sección de música, sin más
aliciente que esperar el fin de semana para hincharme a palomitas viendo alguna
película en la tele? Quizá me diría que me lo tengo merecido. Y quizá sea así.
Ha dado media vuelta. Se va. Decididamente
no es él, sus andares son más propios de un viejo que de un hombre todavía
joven.
******
El viaje de vuelta desde Santiago resultó
mejor de lo que esperaba. Me decidí por la ruta que recorría la cornisa
cantábrica, pues pensé que, por lo menos, el paisaje lograría apaciguar mi alterado
estado de ánimo. La vista del mar siempre ha producido en mí un efecto
balsámico. ¡Cuántas horas habré pasado sentado en un espigón del puerto, con la
vista puesta en el horizonte, observando la forma cambiante de las nubes, viendo
romper las olas y volar las gaviotas, para calmar las penas! Durante la primera
parte del trayecto, sin embargo, no pude evitar que el mar me devolviera la
imagen de Elena y el recuerdo de nuestros paseos por la playa. Pero algún
efecto prodigioso debió de tener finalmente el paisaje que transcurría, veloz, ante
mis ojos, porque al llegar a Zaragoza ya había asumido lo absurdo de aferrarme
a lo imposible, de resistirme a una pérdida irreparable. Si ella había decidido
emprender una nueva vida sin mí, yo debía rehacer la mía sin ella. Lo contrario
solo me crearía más frustración y yo merecía ser tanto o más feliz.
Cuando bajé del autocar en la barcelonesa
estación del Norte, estaba decidido a emprender un nuevo camino sin el peso de
mi constante amargura. Me sentía renovado, con toda una vida por delante. Pensé
que quizá fuera un efecto pasajero, pero estaba decidido a hacer lo posible por
afianzarlo y no volver a caer en el estado depresivo en el que me hallaba. Decidí
adoptar el plan que había estado madurando durante el viaje. Acabadas las
vacaciones, aceptaría la beca para hacer el doctorado en el Instituto de
Biología Marina en Vigo, donde empezaría una nueva vida alejado de Elena y de
todo lo que me recordara a ella. Una vez doctorado, ya vería qué rumbo tomaba.
Quizá algún día volvería a Barcelona, cuando la herida hubiera cicatrizado
definitivamente. El trabajo y el tiempo lograría lo que hasta entonces me había
parecido imposible: olvidarla.
Pero no la olvidé. Ayer la vi después de
más de dos décadas de separación y sentí que, de repente, resucitaban en mí los
sentimientos que creía haber enterrado. Y hoy estoy aquí de nuevo, en la
segunda planta de estos grandes almacenes, espiándola otra vez, reconociendo en
esa mujer a la Elena que tanto quise y que tanto me decepcionó. No he podido
pegar ojo en toda la noche y no he podido evitar la tentación de volver para
estar cerca de ella aun sabiendo que no tengo ninguna posibilidad de
recuperarla. Pero quién sabe, la vida nos depara muchas sorpresas. Quizá Carlos
haya desaparecido de la suya y Elena todavía sienta algo por mí. Me siento como
un adolescente que no sabe cómo comportarse ante la chica de la que se ha
enamorado. Vuelvo a sentir lo que sentí cuando, hace tantos años, la vi por
primera vez.
Me ha mirado de soslayo en más de una
ocasión. Se ha detenido y parece observarme. Quizá esté intrigada por ese
sujeto que, a su vez, la observa. Quizá me viera ayer y se pregunta qué hago de
nuevo aquí. ¿Me habrá reconocido? La única forma de saberlo es hablando con
ella. No tengo nada que perder, salvo la ilusión.
**
Es él, de nuevo. Ha vuelto. Y me mira otra
vez, como ayer. Esta vez no son imaginaciones mías. No creo que sea una
casualidad que vuelva a estar aquí. Y por el modo en que me observa parece conocerme.
¿Será realmente Enrique? Me gustaría acercarme, hablar con él y salir de dudas.
Pero temo hacer el ridículo. Pero si no lo hago, nunca lo sabré. Y si es él,
habré perdido la oportunidad que he estado ansiando. Quizá siga soltero o esté
divorciado. Quién sabe si todavía siente algo por mí. Si fuera Enrique, haría
cualquier cosa por recuperarlo. Ojalá no fuera demasiado tarde y pudiera
perdonarme. Se está acercando. ¡Viene hacia mí!
**
─¿Elena? ¿Eres tú?
─¿Enrique? ¡Qué sorpresa!
FIN
Muy buen final. Es cierto que cuando no hay nada que perder más que la ilusión, no se debe tener miedo al ridículo.
ResponderEliminarAhora se intuye que comenzarán con cautela una nueva relación, y puede que termine bien o puede que termine fatal, pero de no intentarlo siempre tendrían la duda y eso es lo peor que puede pasar: estar siempre pensando en lo que podría haber sido.
Muy buen relato Josep Mª.
Un beso.
Cuando yo era un chaval y temía declarar mis sentimientos a una chica de la que me había enamorado (eran otras épocas y otros métodos, jeje), siempre me decían aquello de "el NO ya lo tienes", dando a entender que si me daba "calabazas" no sería peor que quedarme como estaba, es decir sin nada. Pues en la vida también hay que moverse con esta premisa: si no haces nada para conseguir algo nunca lo obtendrás. Hubiera sido absurdo que Enrique, después de todo por lo que pasó, no aprovechara la oportunidad de volver a relacionarse con Elena. Lo que sí demostró con esta actitud, la de acercarse para hablar con ella, es que, a pesar de los pesares, seguía queriéndola, algo muy meritorio para alguien que fue rechazado del modo en que ella lo hizo.
EliminarOjalá sean felices y coman muchas perdices, jajaja
Muchas gracias, Rosa, por haberme seguido a lo largo de estos cuatro capítulos.
Un beso.
¡Biennnnnnnnnnnnn!
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola Macondo. Me alegro de que te alegres de ese final feliz, como en los cuentos de hadas, jeje
EliminarUn abrazo.
Después de tanto tiempo y se vuelven a encontrar. Me ha gustado mucho cómo has seccionado la historia, con lo que piensa él y lo que piensa ella, y ese final que da pie al retorno. Yo creo que cuando una relación se rompe, para que una segunda vez pueda funcionar, tiene que haber pasado un tiempo, y que ambas personas se reencuentren como alguien nuevo. Es decir, habiendo pasado ese periodo de duelo.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho, seguro que historias tan bonitas como esta, existen cada día por la calle.
Un besito :)
Pues sí, María, el tiempo nos hace madurar (por lo menos a una mayoría) y, aun conservando mucho o bastante de lo que fuimos, sabemos valorar mejor lo realmente importante en una persona. Los adolescentes, por regla general, valoran mucho más los aspectos físicos, externos, mientras que en la madurez eso pasa a un segundo plano y son otros atributos más sólidos y menos perecederos los que cuentan. Así, pues, los años transcurridos seguramente actuarán a favor de la reconciliación entre Enrique y Elena.
EliminarMe alegro que esta historia, casi tan real como la vida misma, te haya agradado.
Un beso.
Laura era más arpía aún de lo que pensaba Grrr vaya pécora de amiga, de alguna forma tuvo mucho que ver en esa relación. Me ha gustado mucho el cambio de narrador, de perspectiva, ...me ha gustado todo incluido el bonito desenlace. Tiene pinta de que les puede funcionar esta segunda oportunidad... o quizás yo estoy hoy positiva o romántica ;) Un abrazo compañero de teclas, gracias por compartir.
ResponderEliminarSi, a veces se requiere tiempo para reconocer a los amigos de verdad y solo sabes si lo son en situaciones difíciles. En este caso, Laura se quitó la máscara muy tarde, después de haberse hecho pasar por una gran amiga de Elena. No obstante, no se salió con la suya. Se quedó sin Enrique y sin Elena.
EliminarHicieron falta veinticinco años para reencontrarse, pero, por fin, los hados intervinieron en favor de la pareja, jeje
No hay que perder nunca el romanticismo, amiga.
Un abrazo.
Está bien que se den una nueva oportunidad, porque no es bueno dejar puertas abiertas por las que entra mucho frío, espero que esta vez les vaya bien porque ya no son los mismos.
ResponderEliminarMuy interesante esos pensamientos de cada uno de ellos, cuántas veces nos gustaría saber lo que está pensando el otro.
Besos
Hay veces que hay que saber pasar página y olvidarse de lo irremediable. En este caso, por fortuna para él, Enrique no supo o no quiso enterrar la memoria de Elena y mantuvo vivos sus sentimientos. Ello hizo que, al verla de nuevo después de tantos años, sintiera la necesidad de una aproximación, que, por fortuna, tiene visos de funcionar. Nunca es tarde cuando llega, o cuando la dicha es buena, jeje
EliminarUy, si supiéramos lo que piensan los demás, quizá nos ahorraríamos muchos malentendidos y fracasos.
Besos.
Con tu frase "No tengo nada que perder, salvo la ilusión" está todo dicho. Cuántas oportunidades se pierden por no dar un pequeño paso.
ResponderEliminarMe ha parecido un final perfecto para la historia, después de las idas y venidas de Enrique. Dicen que dónde hubo siempre queda, y en su caso así fue.
Por lo demás, yo que vivo a un paso del mar corroboro eso de que mirarlo produce "un efecto balsámico".
Excelente relato en su conjunto.
Un beso, Josep Mª.
Perdona, Josep, que te haga una observación. En el párrafo que empieza así: "Cuando bajé del autocar....", creo que en la frase "Una vez doctorado, va vería qué rumbo tomaba", ese "va" es un "ya", ¿no?
EliminarPues sí, Chelo, en esta vida hay que ser valiente y luchar por lo que se desea. Ya dicen que la ilusión es lo último que se pierde. Y, como dije antes, gracias al haber mantenido el rescoldo del amor que sintió por Elena, Enrique se siente todavía con el valor suficiente para intentar recuperarla.
EliminarY sí, la vista y el sonido del mar es el relajante natural más potente que conozco.
Muchas gracias por haber llegado hasta el final de esta historia romántica.
Un beso.
P.D.- Pues sí, ese "va" en lugar de un "ya" se trata de un maldito gazapo tipográfico que agradezco que me hayas hecho notar. Ahora mismo lo corrijo.
Estupendo ese final tan rápido. Me ha gustado mucho toda la historia, y encima ha terminado estupendamente. Ahora queda saber como les fue, porque visto lo visto de como son ahora las cosas del amor... :))).
ResponderEliminarUn placer la lectura.
Un abrazo.
Hola Elda. Esta historia debería haberse leído entera, de corrido, sin cortes ni interrupciones, tal como fue ideada y escrita para un concurso literario. Pero para publicarla en este blog resulta demasiado larga. Por dónde cortar fue una decisión un poco complicada pues quería mantener el interés de cada bloque cerrándolo en un punto adecuado. De ahí que algunos episodios sean más largos que otros, y el final se resuelva tan rápido. De todos modos, Enrique tenía ganas de hablar con Elena, salir de dudas y zanjar el asunto de una vez por todas, sin más dilación, así que no quiso dejar pasar más tiempo, jeje
EliminarMuchas gracias por haber seguido esta historia pacientemente, paso a paso, hasta el final.
Un abrazo.
Me ha encantado ese sencillo final en el que apenas se esboza un saludo y se abre una puerta a una nueva vida en que los dos personajes puedan construir una vida en común.
ResponderEliminarUna historia cotidiana de un amor de juventud con final feliz.
Un abrazo y gracias por deleitarnos.
Generalmente, los amores fracasados de juventud nunca se recuperan, la vida se encarga de que sus vidas tomen caminos que nunca confluirán. En este caso, sin embargo, quise (poniéndome en la piel del afligido joven) darle ese final feliz que ambos se merecían.
EliminarMuchas gracias, compañero, por tu comentario.
Un abrazo.
Me encanta, un final feliz después de las muchas vueltas que la vida les hace dar a los protagonistas. Me ha gustado mucho la forma en que has descrito la incertidumbre de ambos, sus reticencias a acercarse, sus miedos por la información que no tienen sobre sus respectivas vidas. Resulta creíble y nos mantiene en vilo a los lectores, con ganas de formar parte de la escena para empujarles un poquito y obligarles a aproximarse y disipar al fin sus dudas.
ResponderEliminarUn historia redonda, Josep, muy bien entretejidos el pasado y el presente de todos los personajes. ¡Enhorabuena! :))
Un abrazo grande.
Seguro que habrán muchas parejas que, tras su separación, no han dejado de pensar constantemente el uno en el otro, preguntándose qué habría sido de sus vidas si su historia de amor hubiera progresado favorablemente. Seguro que hay muchas personas felizmente casadas que no han olvidado a su primer amor y se preguntan, con nostalgia, qué habrá sido de él o de ella. Pues aquí me he permitido que esa pareja formada por Enrique y Elena, largo tiempo separados pero echándose de menos, tuvieran una segunda oportunidad y acabaran siendo felices. Y colorín, colorado...
EliminarMuchas gracias, Julia, por tu presencia y tus palabras.
Un abrazo.
Qué buen final. La verdad es que me cuesta imaginarme a gente que sigue enamorada de alguien de quien se ha separado hace tantos años, pero me gusta leer estas historias. EL final es perfecto.
ResponderEliminarUn abrazo.
Solo los muy románticos, los que sufrieron un gran desengaño en su juventud o los que no han encontrado a nadie que ocupara el vacío dejado por un abandono, son incapaces de olvidar ese amor adolescente. En este caso, además, fueron sus dos protagonistas quienes mantuvieron vivo el recuerdo, lo cual, junto con la casualidad del reencuentro, facilitó ese final feliz.
EliminarMuchas gracias, Gemma, por seguirme a lo largo de este periplo narrativo.
Un abrazo.
No se que decirte te acabo de leer me gusta
ResponderEliminarescribis lindo claro sin vueltas
Te dejo un abrazo desde mi ciudad Miami
Se agradecen tus amables palabras, sobre todo viniendo de tan lejos.
EliminarUn abrazo.
Bueno, a ver si estos dos ya se unen para siempre, o al menos para conocerse mejor y darse otra oportunidad.
ResponderEliminarLlámame siesa pero yo creo que ese amor juvenil es una quimera y que tantos años después ni el uno ni la otra son los mismos así que yo no le veo futuro. Me puede el pragmatismo y que no soy nada romántica.
Los trenes hay que cogerlos cuando pasan por la estación, una vez que se van es complicado subirse en marcha.
Un abrazo, Josep Mª.
Mira por dónde, tu discrepancia me ha permitido conocer un calificativo nuevo para mí: sieso/a. He tenido que buscarlo en el diccionario, jajaja
EliminarBueno, la verdad es que en la vida real debería darte la razón, pues en la gran mayoría de las ocasiones las segundas partes no son buenas. No en el amor, pero sí en las relaciones amistosas, ese desencuentro, después de muchos años, me ocurrió en una cena de ex compañeros de bachillerato (tras 29 años sin vernos) y en un almuerzo de ex compañeros de trabajo (tras 20 años de haber perdido el contacto). La ilusión inicial por el reencuentro (ahora que lo menciono, creo que incluso escribí una entrada en Cuaderno de bitácora) se transformó en desilusión al ver que ya poco teníamos en común ni qué contar después de la primera hora.
Pero en el amor, siempre he sido un romántico redomado y, aunque nunca me ha ocurrido lo de esta historia, siempre he querido creer en las segundas oportunidades, jeje
Un abrazo, Paloma.
Hola Josep Maria,
ResponderEliminarUna nueva oportunidad o quizás no, me gusta que lo hayas dejado abierto. Con posibilidades, pero esta vez desde la madurez. Los dos inician con las manos vacías y mucho camino recorrido, seguro que si lo intentan lo harán mejor.
Me ha gustado mucho esta historia, transpira ternura y comprensión.
Y nos has enseñado que no se puede juzgar sin escuchar las dos versiones, :)
Un beso.
Por parte de los dos hay ganas de intentarlo de nuevo, de continuar lo que quedó inacabado y roto por muchos años que hayan pasado. Después de lo que han vivido y cómo han vivido por separado, la reconciliación parece prometedora.
EliminarMuchas gracias, Irene, por seguir esta historia.
Un beso.
Finalmente,... un reencuentro que tiene toda la pinta de dar sus frutos,... un poco de felicidad no está de más. Feliz fin de semana Josep Mª!
ResponderEliminarMuchas veces la indecisión nos hace rechazar una segunda oportunidad, por aquello de que nunca segundas partes...
EliminarPero yo también creo que esta historia tiene visos de acabar felizmente. Por lo menos es lo que yo deseaba mientras la escribía, jeje
Un abrazo y feliz fin de semana!
Parece que se presenta un hermoso final en el cual emprender una nueva vida será para ellos la felicidad que nunca tuvieron. Me ha encantado Josep.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola, Conchi! Me congratula que el final te haya parecido hermoso. El amor siempre lo es y hay que procurar recuperarlo siempre que haya una mínima posibilidad.
EliminarUn abrazo.