Queridos Reyes Magos:
Os escribo esta carta para despedirme de vosotros.
El año pasado, cuando mis amigos me dijeron que no existíais les dije que estaban equivocados, que sí que existíais. Pero luego, cuando me di cuenta de que solo me traíais juguetes, ya no supe qué pensar. Nunca se han cumplido los favores que os pedí: que mi abuela no se muriera, que mis padres no se separaran, que mi mamá se curara, que siempre estuviéramos juntos, que no hubieran más guerras ni hambre en el mundo, y así un montón de cosas que me hubieran hecho feliz de verdad.
Este año he estado a punto de escribir a Papá Noel, pero seguro que él tampoco puede traer la felicidad. Sé de niños a los que solo les trae juguetes que se estropean enseguida. Si todos vosotros fuerais realmente mágicos podríais hacer que fuéramos felices y viviéramos en paz. Y no es así. Veo por la tele que hay muchos niños enfermos en el mundo, que se mueren de hambre porque son muy pobres, mucha gente que se queda sin casa y no tiene dónde vivir y otra que se va de su país porque hay guerra. Seguro que ellos también os piden cosas para poder vivir bien y no se las traéis. Así que creo que no sois mágicos, que sois como mis padres que, aunque me compran muchas cosas, no cumplen lo que prometen. O como los médicos de mi mamá, que cuando les pregunto si se curará no dicen nada, solo sonríen y me dan unos golpecitos en la cabeza y se van sin contestarme. Y mi papá igual.
Así que esta es mi última carta. Ya no creo en vosotros. Los regalos que me habéis traído hasta ahora los he regalado a otros niños a los que no les traéis nada. Espero que no os moleste. Son niños buenos. No sé por qué no leéis sus cartas, porque supongo que, aunque sean muy pobres, también os escriben. Se lo he dicho a mi papá y le ha parecido bien, dice que ya soy mayor (ya tengo casi ocho años) y que a partir de ahora será él quien me compre todos los juguetes que quiera. También me ha dicho que la paz en el mundo es cosa de los hombres, que vosotros no podéis hacer nada. Entonces, si los juguetes los pueden comprar los padres y la paz solo la pueden traer los hombres, ¿para qué servís? Tanta cabalgata para nada. Con el dinero que debe costar montar todo eso.
Y encima me han dicho que no soy reyes, aunque os llamen así, solo magos. Pues entonces todavía lo entiendo menos. ¿No será que ya sois muy viejos para hacer magia? Creo que sois como esos políticos de los que habla mi padre, que prometen muchas cosas para caer simpáticos y luego no cumplen nada. Y encima no se quieren retirar. Es una pena. ¡Con lo bonito que sería que fuerais realmente magos! Pero como no lo sois, ya no os necesito.
Adiós, falsos reyes magos.
Firmado:
No os digo mi nombre para que no podáis dejarme carbón, que de eso sí que sabéis. Os lo podéis quedar, y que os aproveche. Y como no sois magos de verdad no podréis adivinar quién soy.
Lo que más me ha gustado de la carta ha sido el final. Un niño muy espabilado, demasiado, para esa edad tan cortita.
ResponderEliminarEs una pena que lleguen a esa reflexión tan pequeñitos. Yo tengo unos cuantos más y aún creo en la magia.
Un besillo.
La magia es muy bella y apasionante hasta que descubres el truco. Entonces sobreviene la desilusión en unos y la admiración en otros.
EliminarLa metáfora de esa carta imaginaria se refiere más bien a la decepción de que no exista una magia real que nos pueda traer la felicidad.
Un beso mágico.
La magia existe en nuestro modo de contemplar el mundo, en la escritura donde podemos que se haga real todo cuanto imaginamos, en los sueños donde existen monstruos y volamos.... A mí la historia de los Reyes Magos me resulta estúpida, es cierto. No me gustan las cabalgatas y demás. Las aguanté cuando mis hijas eran pequeñas pero por cierta oblligación... Recuerdo la conversación que tuve con mi hija Lucía cuando me preguntó si realmente existían los reyes magos. Fue un momento para ella desolador como si se hubiera ido definitivamente la posibilidad de magia en el mundo. Esto me estremeció. Sin embargo, yo convivo diariamente ocn la magia, con el pensamiento mágico que me inspira. En mis textos de estos días se podía observar. Es el modo de contemplar el mundo y la vida. Y eso es posible. Tú con tus textos haces el prodigio de la magia y cuando los leemos creemos en el incunable maldito. ¡Vaya que sí!
ResponderEliminarUna reflexión de lo más acertada, José Luis. La magia nace de la imaginación, de hacer posible lo aparentemente imposible. La magia es fantasía y la fantasía la creamos nosotros en nuestro interior, no necesitamos que nos la impongan por tradición.
EliminarTodos, de niños, hemos vivido momentos mágicos cuando creíamos que esos tres personajes venidos de un oriente imaginario nos traían presentes (solo si habíamos sido niños bueno, claro.
Yo mismo conservo un bello recuerdo de esa época, tan bello como decepcionante fue el conocimiento de la verdad.
Este tema daría para mucho. ¿Es lícito engañar para hacer feliz a alguien?
Obviamente esta tradición no siempre tuvo connotaciones tan comerciales como ahora. Desde tiempos antiguos se han contado historias fantásticas a los niños y no por ello se han traumatizado de por vida al saber que solo eran cuentos de hadas.
Lo que realmente me desagrada -y esa era la verdadera clave de esta carta "imaginaria"- es ver cómo conviven historias edulcoradas con verdaderos dramas sociales. Parece que en estos días es obligado hablar de amor y paz, dando una tregua a la hipocresía, para volver a las andadas a partir del día 7 de enero.
Un abrazo.
Una carta muy real.
ResponderEliminarUna carta muy real escrita por un niño irreal.
EliminarMuchas gracias, María del Carmen, por pasarte por este rincón dedicado a la "realidad ficticia".
Un abrazo.
Lo que será de este niño el día de mañana es un misterio. Lo más probable es que no crezca y se quede, como está, en mi imaginación.
ResponderEliminarMe lo he imaginado como un niño adulto precoz, con una gran sensibilidad y nada materialista.
Educamos, a veces sin querer, dando demasiada importancia a los bienes materiales. Este niño, en cambio, ha aprendido a valorar más lo inmaterial, lo espiritual, el amor, la fraternidad, eso que no se compra y cada vez se regala menos.
Todo en a vida tiene su lado positivo y su lado negativo. De crecer, este niño sería un hombre pragmático, realista y difícil de ser engañado, pero, a la vez, podría carecer de imaginación e ilusiones.
Un abrazo.
Ainsss qué carta tan triste, Josep. Es la imagen misma del desencanto, de la decepción de la vida, de la pérdida de la inocencia. Es muy pequeño tu protagonista para cargar con tanta amargura, pero parece que realmente la vida no se lo ha puesto fácil :(
ResponderEliminarQuizás pueda canalizar todo ese desengaño y el día de mañana ser un adulto solidario, generoso, que siempre cumpla sus promesas y no diga jamás a sus hijos nada que no sea cierto. Un adulto que viva conforme a sus deseos de paz mundial, de prosperidad para todos sin excepción, de acogida de los más desfavorecidos...
Ya ves, a mi edad y yo aún debo creer en la magia si se me ha pasado por la cabeza que ese adulto pueda llegar a existir :D
No puedo decir que me haya encantado tu relato porque me ha puesto muy triste, pero sí puedo decir que me ha hecho pensar :)
Un fuerte abrazo!!
Todos hemos sentido alguna vez en nuestra vida una gran decepción cuando hemos visto que nuestros sueños no se cumplían. Todos nos hemos decepcionado cuando hemos descubierto que la magia de estas fechas navideñas era solo eso. Y a pesar de lo maravillosamente bien que lo pasamos creyendo en una mentira orquestada por los adultos para hacernos felices, conocer la realidad supuso un golpe.
EliminarEste niño hipotético, no es más que un niño extraordinariamente maduro que se siente decepcionado al ver que sus mayores deseos, que no son precisamente los juguetes, no se ven cumplidos.
Esta misma decepción es que sentimos a diario cuando vemos que todas esas conversaciones de paz que los altos mandatarios llevan a cabo caen en saco roto. Porque ahí no hay magia que valga y la realidad es demasiado dura.
Tendremos, pues, que guardarnos la magia y la fantasía para otras cosas que llenen ese vacío.
Un abrazo.
¡¡Qué pena que tu niño no crea en la magia!! Ojalá alguien le explicara que sí existe, que está en el modo en que cada persona se enfrenta al mundo, en la capacidad de darse a los demás. La magia, como todo, se trabaja, se desarrolla. El simple hecho de que un padre se preocupe en buscar el juguete que su hijo quiere ya es mágico.
ResponderEliminarUn beso, Josep, un relato estupendo
Sí que es una pena pero supongo que esto es el efecto de crecer demasiado rápido y darse cuenta que en esta vida los milagros no existen. Yo también deseo que los niños sean niños hasta que la ley de vida los convierta en adultos. Y me gustaría que supieran saber distinguir entre fantasía y realidad.
EliminarUn abrazo.
Creo que una carta similar pensé sin escribir el día que me enteré de que ni los Reyes, ni el ratoncito Peréz, ni el coco... existían. Tímada, y en el caso del coco aliviada, jeje. Lo bueno es que durante un mínimo período de tiempo existe esa magia que te hace creer en todos ellos. ;) Ese niño se te ha convertido en adulto antes de tiempo. :/ Un relato genial. ;)
ResponderEliminarUn abrazo. =)
Evidentemente, nos gusta vivir en una mentira cuando ésta nos hace felices. Todo lo mágico y fantástico es por desgracia, irreal y, en cambio, nos deleita. Lo malo es que muchas veces vivimos de cara a la fantasía dando la espalda a la cruda realidad y es cuando nos damos la vuelta que viene el desencanto.
EliminarMuchas gracias, Soledad, por pasarte y dejar tu comentario.
Un abrazo.
Una carta muy triste, sin duda, sobre todo porque a pesar de saber que no existen, la imagen de esperanza que los reviste se desvanece con cada revés de la vida. Muy buen relato, Josep.
ResponderEliminarAbrazo!!!
La ilusión y a desilusión transcurren parejas en esta vida. La pena es que en este niño hipotéticamente "avanzado", se solapan. Es bonito vivir de la mano de la magia pero cuando esta nos abandona, a veces la realidad es demasiado triste.
EliminarMuchas gracias por tus palabras.
Un abrazo.
P.D.- También te agradezco que hayas compartido este post en Google+. Lo vi desde mi móvil pero, con la nueva versión de esta aplicación que se me ha intalado, ya no he sabido encontrarla en el ordenador y no he podido añadir un comentario de agradecimiento.
Saludos compañero, ha sido una lectura instructiva y, como dice Julia, de las que incita a reflexionar. Es cierto que en las fechas navideñas, parece como si se corriera un tupido velo sobre todo lo malo que pasa, ya sea a nosotros, a nuestro alrededor o más allá de todo eso. Aunque también pienso que en estas fechas hay quienes recordamos a personas que se han ido quedando en el camino y que echamos de menos, por lo que la navidad acaba siendo una mezcla de evasión y nostalgia.
ResponderEliminarSobre la magia, es cierto que cuando descubrimos ese tipo de verdades y vemos que tras los cuentos para niños sólo hay personas adultas, se pierde algo de ilusión por tal o cual cosa, aunque el papel de alguien que ya conoce la verdad se convierte en el de transmisor de esa magia para otras que aún no necesitan saber lo que hay tras la cortina.
¡Un abrazo compañero!
Hola José Carlos,
EliminarCuando escribí este post no podía imaginarme que una reflexión hecha relato como ésta pudiera recibir tantos comentarios (al menos para lo que es habitual en mis blogs). Podría haberse interpretado como algo "irreverente" pues pone en entredicho el verdadero significado de estas costumbres o bien demasiado frío al dar al traste con la magia de la Navidad.
Cuando ideé este relato navideño, desde luego triste, pensaba en todo lo malo que nos rodea y con lo que tenemos que convivir incluso mientras dura ese paréntesis que ensalza la bondad, el amor y la alegría en el ser humano. Y para ello se me ocurrió la imagen de un niño desencantado y desengañado porque sus Reyes Magos no le han traído jamás lo verdaderamente importante.
Ojalá, una vez traspasada la barrera de las fiestas, fuésemos capaces de mantener el mismo espíritu navideño. Pero esto sí que parece ser un cuento, una fábula, una fantasía.
Un fuerte abrazo.