Hoy es un día fresco pero soleado. Después de una semana de lluvia y viento racheado, viene bien una tregua. De este modo puedo estar sentado aquí, al aire libre, todo el tiempo que quiera. El otoño tiene eso: un día hace frío y otro calor. Estos días pasados no sabía dónde meterme. No iba a estar tomando un café tras otro o pasarme toda la mañana en el mismo bar y frente a la misma cerveza.
Desde que frecuento este lugar he hecho alguna que otra relación, no muchas. El chico de la ONCE fue el primero de mi reducido grupo de amistades callejeras, por llamarlas de algún modo. Claro que cada día le compro un cupón y dedicamos unos minutos a la cháchara intrascendente de siempre: que si el tiempo, que si a ver si me toca de una vez, que qué haría si me tocara, que qué mal que está el país, que si los políticos son todos iguales, y así cada día. Después está el grupito de jubilados que discuten de futbol mientras, acodados en una valla metálica, observan las obras de la nueva línea del metro. Siempre me saludan y tienen palabras amables conmigo aunque solo sea por cortesía. Yo de futbol no entiendo mucho, así que no puedo integrarme en su conversación. El cartero, el barrendero y algún que otro policía municipal completan el conjunto de asiduos con lo que intercambio algunas palabras. Los municipales siempre me saludan con respeto, llevándose la mano derecha a la visera de la gorra. Deben preguntarse qué hago allí todos los días, pero nunca me han preguntado. Mi aspecto no les debe suscitar ningún recelo.
Pasarme doce horas en la calle tiene su lado positivo. Me estoy convirtiendo en un gran observador. Veo pasar gente tan variopinta que no puedo evitar hacerles una rápida radiografía con el consiguiente diagnóstico: cómo es su vida o su forma de ser; si tienen familia o viven solos; si son felices o desgraciados. Por cómo visten y andan intuyo si tienen estudios, si trabajan e incluso de qué trabajan. Algunos van deprisa y mirando al frente, satisfechos, quizá incluso felices. Otros, en cambio, caminan lentamente y cabizbajos, como queriendo esconder su existencia. Los hay despistados. A más de uno le he tenido que advertir que se le había caído el periódico, que se dejaba olvidado el paraguas, una bolsa, un paquete en el banco de enfrente o cualquier otra cosa. Hubo uno que incluso se dejaba un maletín. Podría haberme agenciado de los objetos olvidados pero soy una persona honrada y nunca haría algo que no quisiera que me hicieran a mí. Pero, claro, no todo el mundo es igual. Cada uno es como es y hace lo que más le conviene o necesita. La necesidad puede torcer voluntades.
Pero con tanta gente que ven mis ojos, todavía no he detectado a nadie como yo, que se pase casi todo el día sentado en un banco viendo pasar a la gente y dando de comer a las palomas. Y leyendo dos periódicos.
He pensado en comprarme una libreta para ir anotando en ella todo lo que me pasa por la cabeza, a modo de diario. Quizá algún día podría publicarlo. Pero ahora mismo no me siento con ánimos. Paso horas interminables haciendo de mero espectador de las vidas ajenas sin apenas moverme de este lugar al que acudo puntualmente todos los días. Excepto los festivos.
Un día decidí callejear por los alrededores. Andar ayuda a mantener sano el corazón. Pero al cabo de una hora de deambular sin rumbo fijo, lo que más me dolía no eran las piernas sino precisamente el corazón. Sabía que existían pero nunca los había visto tan de cerca. La pobreza es invisible para algunos. No los llegué a contar pero creo que fueron más de una docena. Y solo en una hora. La pobreza es incontable para muchos. Desde aquel día decidí quedarme en mi banco, porque ya era mío por derecho, un derecho adquirido.
Llevo sentándome en este banco dos meses y diez días, que lo tengo contado, el mismo tiempo que llevo engañando a mi mujer. ¿Qué con quién la engaño? No, no se trata de una infidelidad. ¿O sí? A fin de cuentas también se puede considerar infiel aquél que rompe la promesa de ser sincero con su pareja, de decirle siempre la verdad. Y yo llevo dos meses y diez días mintiéndole, u ocultándole la verdad, que viene a ser lo mismo.
No me atrevo a confesárselo. Ésta ha sido mi primera cobardía en toda mi vida. Suficiente tengo con mi propia vergüenza y desazón como para contagiársela a ella. Quizá no se avergonzaría de mí pero sí podría sentirse defraudada, ella que siempre me ha tenido por un tío brillante y capaz de comerse el mundo. Pero es que yo era así, hasta hace dos meses y diez días. Quién sabe si acabaré como uno de esos seres invisibles e incontables.
Dicen que de todo hay que ver el lado positivo. En mi caso puedo decir que, por lo menos, ahora estoy muy bien informado pues leo dos periódicos al día aunque dejo las noticias para el final. Lo primero son las páginas de ofertas de empleo, un empleo que me devuelva la dignidad perdida y las ganas de vivir. ¿Hasta cuándo tendré que seguir viviendo en este banco? Menos mal que hoy es un día fresco pero soleado.
Que triste situación, y lo peor no poderla compartir con alguien por temor a lo que piense.
ResponderEliminarEl desarrollo de la historia me ha encantado, llegué a pensar que era un mendigo o un jubilado que iba a terminar siendo psicólogo de tanto observar a la gente, porque desde luego observar a las personas con atención, es bastante interesante, te imaginas historias según el semblante.
Hay una frase que has puesto que me encanta: La necesidad puede torcer voluntades. Que cierto es, nunca sabemos porque algunas personas hacen cosas incomprensibles.
Me ha encantado, tus historias siempre son fantásticas.
Un abrazo Llosep.
A muchas personas la necesidad les ha transformado en alguien a quien nunca hubieran querido parecerse. Quienes vivimos bien no abemos a que estaríamos dispuestos para sobrevivir.
EliminarMantener un gran problema en secreto debe ser, para según quien, una tortura pero el temor al rechazo es en el protagonista más fuerte que su deseo de confesar que se siente un fracasado.
Muchas gracias, Elda, por tu visita y tus comentarios.
Me has engañado hasta el final, creí que el que hablaba era un jubilado que se aburría en casa.
ResponderEliminarLo has narrado con una soltura en la que parecías ser tú mismo el protagonista de la historia.
Este hombre perdido, que se siente inútil al haber perdido el trabajo, triste realidad de muchos hombres y mujeres que sobreviven de forma diferente a como lo tuvieron que hacer sus abuelos.
Me ha gustado amigo, y mucho.
Abrazos.
P.D: Te voy a hacer una sugerencia que puede ser beneficiosa para tu blog: podrías agrandar la letra de los comentarios, pues al menos en mi caso me tengo que comer la pantalla para leerlos. Y es que yo, soy de los que leen las entradas y los comentarios de todos los demás.
Me gusta mantener el suspense o la ambigüedad hasta el final. Siempre he pensado en la soledad de quien se siente apartado y no se atreve a compartir su desgracia con nadie. Ver pasar los días escondiendo a su propia mujer la verdad de su situación.
EliminarMe alegro que te haya gustado y te agradezco tus comentarios.
En cuanto a la letra de este apartado, no es la primera vez que alguien me lo comenta. Intentaré solventarlo pero no sé si seré capaz de hacerlo por mis propios medios o tendré que pedir la ayuda inestimable de mi hija que fue quien me diseñó este blog y, por lo tanto, es a culpable de este despropósito, jaja
Como yo lo veo bastante bien (la pantalla de mi portátil es de 17") pues la verdad es que no había reparado que fuese un problema para los demás, egoísta de mí.
Un abrazo.
Hola, Josep. Me ha encantado tu relato, es ágil y el personaje (quizá por la forma en que describes sus pensamientos o quizá por emplear la primera persona) se nos hace muy real, creíble y cercano. Me encanta tu forma de conducirnos a través de los pensamientos del protagonista hasta el desenlace de la historia, durante toda ella he estado pensando diferentes opciones a la que nos has dado (primero pensé en un escritor frustrado, luego en un jubilado, luego en un mendigo), mantienes muy bien la tensión. En resumen, me ha encantado.
ResponderEliminarComo Francisco, también me permito sugerirte que agrandes un poco el tamaño de la letra de los comentarios, como nuestro común amigo, yo también leo, además de la entrada, los comentarios de los demás compañeros.
Mil besos, Josep
Hola Chari. La verdad es que cualquiera de esos perfiles humanos podría encajar en esta historia, pero yo pensé este caso de una doble vida para ocultar la triste realidad.
EliminarEl hombre se convierte en un observador de la vida ajena sentado en un banco mientras su mujer vive totalmente ajena a su pena.
Por fortuna, no he estado nunca en el paro, pero a quien le ocurre a una edad temprana pero difícil a la vez, debe resultarle muy angustiante.
Tal como le he comentado a Francisco, intentaré solventar este problemilla. A ver si lo consigo.
Muchas gracias por visitarme y dejar tu amable comentario.
Un beso.
La triste realidad de muchas personas que tú expresas muy bien a través de este personaje curioso y enigmático. Felicidades por tan buen relato crítico y entretenido. Un abrazo Josep.
ResponderEliminarUna realidad muy triste, ciertamente, como la tristeza que debe sentir quien se ve obligado a emigrar y vivir solo en un país extranjero, aunque en este último caso por lo menos se sentirá útil, no como nuestro protagonista.
EliminarMuchas gracias por tu comentario, Carmen.
Un abrazo.
Un relato tan real como la vida misma pero muy bien contada desde luego. Y yo también como los demás he barajado varios finales.
ResponderEliminarY desde luego quizás de las infidelidades posibles, esa quizás sea una de las peores,porque pones en riesgo el mantenimiento y sustento tuyo y el de tu familia, tú mujer, tus hijos.
Un buen relato muy bien narrado. TERESA.
Muchas gracias Teresa y bienvenida a este rincón.
EliminarEfectivamente, la falta de sinceridad fractura la cohesión en una pareja. En este caso, puede más la vergüenza, el orgullo, el amor propio de mi anónimo protagonista que la confianza en su esposa.
Espero que recapacite y acabe confesándole su pena y todo acabe bien.
Un abrazo.
Un relato magnífico y una historia muy triste, Josep. Yo soy de las que piensan que si las cosas buenas están para compartirlas con la pareja, las malas aún más; pero puedo entender los motivos del protagonista (al menos por un tiempo).
ResponderEliminarMe dan ganas de hablar con él, de decirle que vuelva a casa, que deje salir su preocupación y que la comparta con su mujer, que busque consuelo y apoyo en ella. Las cosas quizás no se arreglen por eso, pero seguro que son más llevaderas...
Lo dicho, un relato estupendo.
Un abrazo!!
Es muy triste que alguien no sea capaz de sincerarse con quien se supone que más le ama. Quizá sea su inseguridad y su dañada autoestima las que le provocan este aislamiento voluntario. No quisiera que su mujer se enterara por terceros. Seria para ella un golpe duro al ver que él no ha sido capaz de confiarle su grave problema para apoyarse mutuamente. Ya se sabe, en la riqueza y en la pobreza...
EliminarMuchas gracias, Julia, por tu presencia y tus comentarios.
Un abrazo.
Un relato que hoy en día hay mucho de eso todos los días al sol. En un principio pensé que era un jubilado o un mendigo, pero según ha ido la historia de una persona observadora que desde muchos días los pasaba observando a la gente. Me encanta como lo escribes. Un abrazo.
ResponderEliminarP.D. Estoy con Francisco me gusta leer los comentarios y la letra es muy pequeña.
Me alegra que, de algún modo, te haya sorprendido y te haya gustado las historia por triste que sea. Muchas veces la realidad supera a la ficción.
EliminarUn abrazo.
P.D.- Pues he cambiado el tipo de letra y a mi me aparece mucho más legible que antes. Veré si puedo aumentar el tamaño pero no prometo nada, ya mucho me ha costado lograr cambiar la fuente.
Es mas legible la letra gracias josep. Un abrazo
EliminarMe ha gustado, conozco la situación porque la estoy viviendo hace mucha más tiempo, pero ni me avergüenzo ni me escondo, yo sigo valiendo lo mismo, no conseguirán que me sienta una inútil, ni una fracasada. Buen relato!!
ResponderEliminarMuchas gracias, Mª Antonia, por venir a leerme y por dejar este comentario tan sincero y oportuno. Por supuesto que una situación como esa no debe hacer sentir al que la sufre un fracasado. Si uno no se aprecia como lo que vale no logrará afrontar con optimismo la situación. La energía positiva atrae energía positiva.
EliminarUn abrazo.
Te agradezco el cambio de letra de los comentarios. Ahora es mucho más claro todo de leer. Y también me leo los comentarios de los demás que ya han expresado su satisfacción por la calidad de este relato in crescendo, cargado de amargor por la situación del desempleado sin que su esposa se entere. Da miedo esta situación. Terrible. Él que había sido siempre un tipo brillante... Esto es para mí lo más duro y que conecta con el post que he escrito hoy. Casi nadie está a salvo de esta amargura que es perder el puesto de trabajo. Emocionante el desvelamiento al final de quién es el protagonista. El alma se cae a los pies. Triste y real. Muy bueno.
ResponderEliminarEn primer lugar me alegro de haber podido atender a todas as peticiones para agrandar la letra. Hasta me lo ha agradecido mi mujer, mi más fiel y ferviente seguidora. Y lo e logrado yo solito, sin ayuda de mi hija menor, que fue la artífice del formato de este blog.
EliminarEn segundo lugar, me alegra que te haya gustado el relato. Observo, un poco asombrado, que está batiendo el record de comentarios. AL parecer el tema es especialmente "sensible". La amargura y frustración que, a mucho/as, les ocasiona estar en el paro. Y, además, como bien dices, todos estamos (yo ya no, pero hablo generalizando) expuestos de a ello por muy brillante que sea el historial profesional de uno. Diría incluso que el desconcierto y la incomprensión del afectado es mayor cuanto mayor ha sido el desempeño y entrega en el área laboral.
Un abrazo.
El hombre puede sacarle provecho a ese puesto de observador de personajes, lo de la libretica se puede convertir en algo entretenido. Has descrito el parque y los personajes de muchos parques entre los que está el desempleado. Bien, me gustó.
ResponderEliminarBienvenida, María, a este blog. No sé si es la primera vez que lo visitas o la primera que dejas un comentario. Sea como sea, sepas que aquí tienes un pequeño refugio para hacer volar la imaginación y compartir conmigo y lo/as demás lector/as tus pensamientos.
EliminarMe alegra que hayas venido y dejado tus palabras.
Un saludo,
uuuff me sentí tanm identifcada desde que me quedé en el paro aunque ya son mas de tres años nohe dejado de buscar y estudiar hacr cosas pero si voy agradecer algo a la vida y a a Dios escribir , siiii escribir ni idea y buen amigo un dia me preguntó tú eres poesta?, me acuerdo que le dije si yo soy poeta primero hablo chino jaajaj cuento corto, hoy escribo aunque me siento una aprendiz, si muchas veces te ves perdida pero sigues caminando... me gustó mucho tu relato atrapa , un saludo desde mi brillo del mar
ResponderEliminarMuchas gracias, Beatriz, por venir a leerme y dejar tu comentario. Desde luego, cuando alguien se ve reflejado en lo que lee, siente una mayor atracción por la historia y una mayor empatía hacia el protagonista, como si fuera su alter ego.
EliminarEstar en el paro hoy en día es muy duro pero nunca hay que perder la esperanza y mucho menos si eres joven, una "jasp" (joven aunque sobradamente preparad). Y mientras esperas que la oportunidad aparezca, puedes disfrutar escribiendo tus vivencias. Quién sabe si algún día podrás publicar "El diario de Beatriz".
Un saludo.
El parado se refugia en los amigos y en la familia para sentirse seguro, protegido emocionalmente y apoyado moralmente, pero en ese caso se refugia en la soledad y se evade contemplando a los transeúntes y haciendo volar su imaginación pensando en las vidas ajenas. Quizá sea un modo de blindarse contra la desesperación.
ResponderEliminarTambién es posible que, cuando logre salir de ese pozo, se decida a escribir su experiencia y vuelva a ese banco para rememorar aquellos días.
Un abrazo.
Un relato excelente, Josep, que, entre otras cosas, retrata muy bien esa sensación de no sentirse válido al perder el trabajo. Probablemente, sin esa presión social la situación sería más llevadera.
ResponderEliminarAbrazo!!!!
Muchas gracias, Mª Jesús, por tu valoración.
EliminarEspero que no hayan muchos como este hombre, que no solo se siento inválido ante la sociedad sino también desarmado emocionalmente como para no atreverse a confesarlo. Es muy triste que alguien que pierde el trabajo se sienta, por ello, además avergonzado.
Un abrazo.
Solo una persona que esté sin trabajo puede sentir la sensación impotente que se siente, el no tener un trabajo, después de tantos años trabajando como yo, que me encuentro en paro de larga duración y no te puedes imaginar como me siento cuando ves que echas trescientos curriculumu y nadie te llama y pasa un día y otro y otro y otro y nada de nada y las esperanzas se rompen todas las que habías puesto porque ves que nadie te llama. Es horrible la impotencia que puedes llegar a sentir no solamente por tener un salario sino que te encuentras como un cero a la izquierda en esta sociedad. Bueno mejor no sigo. G
ResponderEliminarGracias por permitirme desahogar en esta entrada.
Un beso.
Desde luego, solo quien vive en primera persona un problema, un conflicto, una pena sabe mejor que nadie lo que es pasar por ese trance. Yo solo he podido imaginarme que debe ser sentirse solo ante una situación que le sobrepasa. He inventado un personaje y me he puesto en su piel imaginando una situación peculiar, hasta extravagante, de quien sintiéndose derrotado es incapaz de compartir su dolor con la persona a quien más cerca tiene y de la que podría recibir apoyo y consuelo.
EliminarEspero que tu situación se solucione cuanto antes y que, por lo menos, tengas a alguien cerca en quien apoyarte.
Me alegro que mi relato te haya servido para desahogarte.
Un beso también para ti, María.