martes, 25 de octubre de 2016

Nunca debí aceptar (y IV)


La siguiente semana fue una pesadilla. Tuvimos que emplearnos a fondo con la maldita niña. En cuanto adivinó lo que estábamos haciendo, decidió dejar de jugar con nosotros –como ella lo llamó- para llevar a cabo su venganza. De momento, no obstante, parecía que los amuletos y prácticas defensivas aprendidas sobre la marcha por la valerosa señora Castro surtían efecto y la mantenían alejada durante el día. Mi cocinera y yo parecíamos hermanos siameses. Yo no me despegaba de ella ni ella de mí.

De noche, dormíamos en habitaciones contiguas y cerradas a cal y canto. Habíamos hecho instalar varios cerrojos y con el grosor de las puertas de madera maciza era imposible que alguien las derribara por muy vampiro que fuera. Las ventanas las manteníamos cerradas con doble pestillo y dos contraventanas, una exterior y otra interior. Estábamos, pues, blindados contra cualquier ataque de esa criatura. Al menos mientras dormíamos.

Nuestros esfuerzos para cazarla –porque de eso se trataba- nos tenían agotados. Ya no se ocultaba en el sótano del viejo almacén de carbón y suponíamos que iba cambiando de refugio nocturno, pues no hallábamos rastro alguno de su presencia. Pero al final le dimos caza de la forma más elemental: con una trampa practicada en el suelo del granero. Perdimos muchas horas de sueño hasta tenerla lista pero conseguimos lo que pretendíamos. Pensamos que en algún momento entraría allí, de día o de noche. Y así fue.

Una vez la tuvimos a nuestra merced, ya no la soltamos. Tenía mucha fuerza por ser solo una niña de ocho años, pero nosotros éramos dos adultos todavía con suficiente energía y, sobre todo, voluntad. La mantuvimos varios días atada a la cama mediante unas correas que ni un toro sería capaz de romper. Y cada noche repetíamos la misma operación. Los colmillos de Sara eran cada vez mayores. Habían adquirido unas proporciones increíbles. Ni un oso tenía unos colmillos como aquellos. Al parecer, cada extracción provocaba, por la noche, un crecimiento mayor, por lo que cada vez aquella resultaba más laboriosa. Pero, por otra parte, el sangrado era mucho más fácil pues el boquete que quedaba tras arrancar cada una de esas piezas dentales era también cada vez mayor. Ya no necesitaba usar la bomba extractora, la sangre fluía a raudales por sí sola. La heparina que le inyectaba ayudaba a que así fuera.

Como era de esperar, la niña acabó enfermando, momento en que la liberamos de las ataduras y avisamos al doctor quien, como también era de esperar, dictaminó que padecía una extraña anemia que no respondía a tratamiento alguno. Cada vez que venía el médico a visitarla, procurábamos sedarla para que no se fuera de la lengua y aparentar, de paso, una mayor debilidad de la que tenía. Pero un día ocurrió lo que temíamos: la niña sacó fuerzas de flaqueza y le contó al médico lo que estábamos haciendo con ella.

―¿Saben lo que me acaba de contar la niña? ¡Es increíble!. ¿Cómo es posible? Que usted –dijo mirándome fijamente- le extrae sangre todas las noches mientras la mantiene inconsciente, y que usted –prosiguió, mirando entonces a la señora Castro- le ayuda en ese menester. Cuando le he preguntado cómo le extraen ustedes la sangre, ya que no he observado ningún pinchazo en todo su cuerpo, me ha dicho que no lo sabe con certeza pero que como usted es dentista, y conserva su instrumental, debe saber cómo hacerlo sin dejar huella. Y que lo hacen para acabar con ella porque creen que es un vampiro. La he dejado llorando a mares, a la pobre criatura.

Y ante nuestro perplejo mutismo, estalló en carcajadas.

―!Hay que ver lo que son capaces de inventar los niños! Claro que esto debe ser más bien un desvarío provocado por la enfermedad.

Y meneando la cabeza en señal de incredulidad, se marchó prometiendo volver al día siguiente para ver cómo seguía la paciente, pues estaba muy preocupado por su estado.

Pero cuando el médico volvió, a la tarde siguiente, ya solo pudo certificar su defunción.

Al alivio producido por la desaparición de Sara de nuestras vidas, le siguió la inquietud y temor por la reacción del padre de la “criatura” cuando supiera lo sucedido, sobre todo si era cierto lo contado por la que había sido el ama de llaves de la familia de mi hermano.

Pasaron las semanas y después los meses y Julián seguía sin dar señales de vida o, mejor dicho, de su presencia física. Por tratarse de una familia muy conocida en la región, el óbito había sido difundido por los periódicos locales, así que si él seguía en el extranjero difícilmente podía haberse enterado. Salvo las condolencias por parte de amigos y conocidos -y debería añadir el júbilo disimulado del pueblo llano- nadie reaccionó al luctuoso acontecimiento.

Ya no sabía qué pensar. Volví a mi primera suposición, la de que Julián había querido deshacerse de su hija mandándomela a mí por temor a que le hiciera lo que le hizo a su esposa. Entonces, ¿de dónde había sacado aquella mujer toda esa historia sobre la naturaleza vampírica de mi sobrino político y de su plan para acabar conmigo?

A pesar de todo lo ocurrido con Sara, visitaba su tumba casi todos los sábados, en la que depositaba un ramito de claveles blancos. Miraba su fotografía, la que encontramos entre sus pertenencias, y me parecía imposible que aquella carita angelical perteneciera a un ser tan malvado. Siempre rezaba una oración por su alma, pidiéndole a Dios que tuviera misericordia de ella y que la hubiera perdonado y descansara en su seno.

Con el tiempo, mis visitas se fueron espaciando, hasta que llegó el día de los Fieles Difuntos, visita obligada al Campo Santo para rezar por nuestros seres queridos. Debía hacer por lo menos un mes que no acudía a mi visita habitual así que esperaba encontrar el ramo de claveles marchito. En lugar de eso, había un ramo de rosas rojas frescas. El agua también parecía reciente por lo limpia que estaba. Alguien, pues, había visitado recientemente la tumba de Sara. La señora Castro y yo nos miramos interrogativamente. ¿Quién podía ser el visitante desconocido?

Volvimos a casa sin apenas intercambiar una palabra, sumidos en nuestros pensamientos. Y en nuestras peores sospechas.

Al llegar, se hicieron realidad nuestros temores. En los escalones de la puerta principal había un hombre sentado. Con sombrero, cabizbajo, apoyando el mentón en ambas manos y con los codos sobre las rodillas, no se le veía el rostro. Solo cuando estuvimos a escasos metros levantó la cara y se puso en pie. Era él, Julián, el padre de Sara. Se acercó a mí con los brazos abiertos y con las mejillas bañadas en lágrimas. Me abrazó como nunca nadie antes lo había hecho. Y sofocando el llanto, repetía ¿por qué? ¿por qué? ¿por qué?

Tras referirle cómo la terrible enfermedad, que supuestamente había heredado de su madre, acabó con la vida de Sara, Julián se hundió en un profundo silencio, solo roto por su respiración agitada. Parecía un niño indefenso, un niño que ha quedado solo en el mundo. Me compadecí de él, yo que lo había juzgado tan malévolo. Si hubiera tenido delante a aquella intrigante y torticera ama de llaves la hubiera llamado perturbada y echado a patadas de mi casa.

A pesar de las atenciones de la buena señora Castro, Julián, derrotado, no quiso probar bocado ni acostarse. Parecía no creer que lo que le había ocurrido a su hija fuera real. Solo repetía que quería llevársela con él y enterrarla junto a  su madre, mi sobrina. No quise hablarle de los inconvenientes legales que ello podía tener. Mejor dejarlo descansar. Lo dejamos tumbado en el sofá, donde yacía, indolente, con la mirada vidriosa.

Por primera vez en mucho tiempo, aquella noche la casa respiraba serenidad, aunque esta fuera de afligimiento más que de sosiego. Cuando desperté, no sabía qué hora era. Había dormido de un tirón. Miré el reloj de la mesilla de noche. Eran las nueve. ¡Las nueve! ¿Cómo me había dejado dormir tanto la señora Castro conociendo mis hábitos madrugadores?

Me puse un batín y salí raudo al rellano. La puerta del dormitorio contiguo al mío estaba cerrada. Bajé a la cocina. No había ni rastro de la señora Castro. Deambulé por toda la planta baja. Nadie. Volví a subir. Quizá la pobre mujer se había quedado dormida. Era extraño en ella pero podía ser que, al sentirse finalmente relajada, hubiera dormido como un tronco. Como yo.

Llamé suavemente con los nudillos. Al no recibir respuesta, golpeé con más fuerza, ahora con la palma de la mano. Decidí entrar no sin antes advertirle de mi presencia. ¿Señora Castro? ¿Señora Castro?, repetí tres o cuatro veces.

La estancia estaba totalmente a oscuras, así que me acerqué a tientas a la ventana para abrirla y dejar entrar la luz del sol pero a mitad de camino tropecé con algo. Caí cuan largo era. Palpé aquel bulto que me había hecho perder el equilibrio. No podía ser. Parecía una persona. No, ¡era una persona! Tenía algo pegajoso por lo que parecía ser un camisón. ¡No! –exclamé. Entonces me precipité hacia la ventana, descorrí los pasadores y abrí con manos temblorosas las contraventanas. Cuando me giré vi a mis pies el cuerpo inánime y, por la extrema palidez que sufría, exangüe, de mi fiel cocinera. ¿Qué había ocurrido? ¿Cómo era posible? ¿Quién?, me decía mientras la zarandeaba como si, de este modo, quisiera revivirla. No tuve tiempo de hacerme más preguntas porque, de repente, la buena y valerosa señora Castro abrió los ojos, esbozó una pérfida sonrisa y abriendo la boca me mostró unos enormes colmillos con la evidente intención de atacarme. De un salto, que ni yo mismo supe cómo había sido capaz de dar, me aparté de ella o de aquello en lo que se había convertido. Y entonces lo entendí todo. Un ruido acabó por aclarármelo. La puerta acababa de cerrase y detrás de ella apareció Julián que, con la boca ensangrentada y una sonrisa de satisfacción, vino hacia mí con los brazos extendidos. Ese abrazo acabó con lo que yo había sido hasta entonces.
 
FIN
 
 
Imagen: Lestat de Lioncourt, personaje interpretado por Tom Cruise en "Entrevista con un vampiro" (1994)
 
 
 

30 comentarios:

  1. ¡Una historia excelente, Josep Maria! :)
    Suspense con toques de humor, fantástico.

    Me ha encantado, es más te pediría que no finalizara para así nosotros seguir disfrutando.
    Pobre hombre al final se metió a la fiera en casa, y para su desgracia se ha unido a él.

    Un fuerte abrazo.

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    1. Muchas gracias Irene. Me alegro que te haya gustado y que hayas pasado unos buenos momentos durante la lectura de esta historia.
      Veo difícil hacer una secuela, jaja. Pero quién sabe si algún día se me presenta el buen dentista para pedirme que cuente sus avatares vampíricos.
      Un fuerte abrazo de vuelta.

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  2. Truculento final, no podía ser de otra manera.
    La plaga, sospecho, se extenderá por el pueblo sin remedio. Ya te dije que al final la estaca en el corazón será el remedio que pondrá fin as esta pesadilla que tan bien has escrito.
    Los últimos renglones han sido intensos.
    ¡Enhorabuena! y gracias por mantenernos expectantes con tus historias.
    Abrazos

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    1. Eso, querido Francisco, puede extenderse como la peste. Aunque he buscado entre la hemeroteca de la época y no se menciona nada anormal por aquellos lares. Quién sabe si todo es puro disimulo y la población entera se ha convertido al vampirismo.
      Muchas gracias, a vosotros, mis sufridos lectores, por vuestra presencia y comentarios.
      Un abrazo.

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  3. Me ha encantado el final, Josep María! Aunque he de admitir que la aparición de Julián me la veía venir, jeje, pero me ha gustado mucho, por lo que no es nada negativo. El último tramo es tenso de narices, cojonudo –con perdón–. Opino igual que Francisco, tiene toda la pinta de que la plaga acabará por extenderse. Sería muy divertido que la relataras con algunos capítulos más, jeje. Un abrazo! ; )

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    1. Muchas gracias, Ramón.
      Julián se mantuvo agazapado en a sombra a la espera de su oportunidad. ¿No es eso lo que hacen los vampiros?
      Un abrazo.

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  4. Me temía yo que este era el final, aún sospechando el final, me ha gustado mucho, una pena que se haya acabado porque he disfrutado muchísimo aunque confieso que no me suelen gustar ni las novelas de miedo ni las películas tampoco pero no se como me has enganchado, bueno si lo se, que escribes tan bien que enganchas. un abrazo y ya digo una pena que se acabe. TERE.

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    1. Pues sí, al final dentista y cocinera acaban sucumbiendo al poder maléfico. Por desgracia, las malas artes suelen dominar sobre las buenas. Al menos, ahora ya no tienen que andar protegiéndose mutuamente las espaldas y pueden descansar más o menso en paz.
      Muchas gracias, Teresa, por tus cumplidos.
      Un abrazo.

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  5. Chachán! La apoteosis final, el trágico desenlace de una historia de terror vampírico impecable. Por supuesto que Julian debía aparecer para reclamar lo que le pertenecía. Los cuatro capítulos están muy bien estructurados, todos aportan información de manera equilibrada.
    ¡Un abrazo!

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    1. Se bajó el telón. Final trágico, como no odia ser de orto modo si nos atenemos a la lógica y dinámica del vampirismo. Ellos siempre acaban ganando.
      Muchas gracias, David, por haber seguido este relato hasta el final y con tan amable crítica.
      Un abrazo.

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  6. Hola!!!!! Me ha encantado, y el final no puede ser más apropiado. Al leer la descripción de la tumba o al escuchar al doctor no puedo evitar sentir pena por la nia maligna.
    Un abrazo y he disfrutado mucho.

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    1. Hola Marigem. Si, al final los pobres protagonistas no pudieron salirdelapuro, jaja.
      Así es como acaban los que quieren enfrentarse a los no vivos.
      Ciertamente, a veces podemos llegar a sentir pena por un criminal, sobre todo cuando muestra su cara inocente.
      Muchas gracias por tu visita y tus comentarios.
      Un abrazo.

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  7. Genial Josep, me ha encantado esta historia de vampiros, desde el primer capítulo hasta el último, y es más, me da pena que se acabe, aunque entiendo que ya no hay más protagonistas para morder, jajaja, así que seguramente sería difícil mantener el suspense...
    Mis felicitaciones siempre por tu imaginación y como la desarrollas.
    Un abrazo.

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    1. Las víctimas tendrán que buscarlas en otra parte, jeje
      Muchas gracias, Elda, por haberme acompañado a lo largo de toda esta historia y me alegro de que haya sabido mantener tu interés hasta el final y que éste no te haya defraudado.
      Un abrazo.

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  8. Al final ningún remedio acaba con los malévolos vampiros, ni un dentista ingenioso ha sido capaz de atajar el mal.
    Genial relato, Josep, me has tenido en vilo durante todos los episodios y la redacción ha sido estupenda, con unos diálogos fluidos que dieron credibilidad a toda la historia.
    Enhorabuena.
    Un abrazo.

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    1. Aún hoy en día n existe ningún remedio ni vacuna anti-vampiro, jaja. Quien quiera acabar con ellos tendrá que ser más creativo e ingenioso.
      Muchas gracias por tus comentarios tan halagadores.
      Un abrazo.

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  9. Qué bien que no nos has hecho esperar para conocer el desenlace, Josep. Después de la expectación creada por la historia, que por cierto me parece genial, se agradece mucho :)
    Está claro que yo hubiera preferido un final feliz para la pobre señora Castro y para el protagonista, pero la tuya es una historia de vampiros, y como las buenas en este género, acaba con un aumento de la progenie del desalmado ser sediento de sangre.

    Interesante y amena de principio a fin, después de cada entrega me he quedado siempre con ganas de más, así que no me queda otra que darte mi enhorabuena. Ojalá aún queden muchas más historias como ésta en tu pluma :))

    ¡Un abrazo grande!

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    1. Vista la expectación que creó ya el primer episodio, no me quedó más remedio que agilizar la aparición del resto. Me gusta mantener el suspense pero no hacer sufrir a la gente que tan bien se porta conmigo, jajaja
      Muchas gracias por los ánimos que me dan vuestras críticas tan amables y espero que las siguientes historias de ficción y fantasía que se me ocurran estén a la altura de vuestras expectativas.
      Un fuerte abrazo.

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  10. Enhorabuena, Josep. Un final dramático que no podía ser de otra manera. Nunca debió aceptar, eso tú ya nos lo habías dicho, por mucho que el protagonista a tratado de zafarse de chupar sangre, je,je. Me has tenido enganchada en cada entrega, y eso que las historias de vampiros no son mi fuerte. ;) Genial.
    Un abrazo. =)

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    1. Hay finales inevitables y para los que no hay vuelta atrás. Ese era el sino de nuestros buenos personajes, el dentista jubilado y au fiel cocinera.
      Al final acabaron engrosando las filas del los chupadores de sangre, jeje
      Muchas gracias, Soledad, por dejar tu amable comentario.
      Un abrazo.

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  11. Me has tenido en un "ay" en esta última entrega, sobre todo al llegar casi al final que ha sido brillante en mi opinión. No cesaba de pensar que la pobre niña no era culpable, y me has infundido este pensamiento con tu manera de relatar su muerte y los días posteriores en torno al cementerio.
    Eres un maestro creando historias de suspense, Josep Mª.
    Esta la he disfrutado (aunque no sea una vampiricida), ¡gracias y un beso!

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    1. La niña podía parecer buena y su padre también, pero en esta historia las apariencias no engañaban. Si alguien podía ser malo, era malo, jaja
      Muchas gracias, Chelo, por la lectura de este relato y por tu comentario.
      Un abrazo.

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  12. Muy bien Josep Ma, qué bien has sabido mantener la tensión en estas cuatro entregas y ese final, que aunque no era el que hubiera querido era evidentemente el que tocaba, nada bueno podía salir de todo eso.
    Felicidades.
    Un saludo

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    1. Hola Conxita,
      Yo también hubiera deseado salvar a esos pobres seres inocentes a quienes les sobrevino una intempestiva y agresiva visita. Pero, efectivamente, las cosas son como son y nada puede hacerse contra quien ostenta el poder.
      Muchas gracias y recibe un inocuo abrazo.

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  13. Genial desenlace, Josep María, genial.
    Me encanta que Julián haya vengado la muerte de su pequeña, aunque no sea una verdadera venganza, ni esté impartiendo justicia, pero que cruel tortura a la niña vampira; atada a la cama con cadenas, extrayéndole los colmillos y la sangre, provocándole la enfermedad que... vale, ella le provocó a su madre anteriormente.
    Y es que, vampiros o humanos, aquí todos quieren sobrevivir, aplicar su naturaleza primaria, si tenemos que morir tu o yo... mejor que seas tu.
    Una narración sublime en todo momento, pero si tuviera que elegir, me quedo con una estrofa, la última de este último capítulo, brutal.
    Bravo, y gracias por el disfrute.
    ¡Abrazo, compañero, y hasta más leer!

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    1. La ley del talión o la del más fuerte, no sé cuál de las dos habrá actuado aquí.
      Muchas gracias, Edgar, por tus comentarios tan halagadores. Un abrazo, a veces, puede cambiarnos la vida.
      Saludos, compañero!

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  14. Lo que con sangre empezó con sangre acabó. Al menos la señora Castro le seguirá haciendo compañía una vez que Julián se vaya. Desconozco si al final éste último averiguó lo sucedido a su hija y actuó como un padre destrozado, o simplemente los convirtió a ambos por placer. En cualquier caso, nada volverá a ser igual en esa casa.

    Un buen final, donde se demuestra que sí que fue efectiva la táctica de quitar los colmillos, aunque más por repetida que por poderosa. ¡Un saludo compañero!

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    1. Yo también creo que la fidelidad de la señora Castro será eterna.
      Yo creo que Julian, el padre vampiro, mató dos pájaros de un tiro: vengó la muerte de su hijita y se cobró la sangre y las almas de los dos molestos vejestorios.
      Muchas gracias, José Carlos, por haber seguido la historia hasta el final y espero que haya valido la pena.
      Saludos!

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  15. Me he leído de golpe el 3 (que me había perdido) y este relato para poder seguir la historia de principio a fin, y ha estado fenomenal Josep. Muy buena, ya sabía yo que solo con quitarle los colmillos no conseguirían nada. Los vampiros no son tan de mantequilla :D ¡Muy bueno el relato! Pensaba que terminarían reviviendo a la niña echando sangre sobre su cadáver o algo así ^^

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    1. LO que a mí me sorprendió fue que el padre vampiro no se adelantara a los acontecimientos y evitara el fatal desenlace de su hija. Supongo que menospreció la tozudez y empaño de los dos elementos humanos que hicieron todo lo posible para preservar su condición de mortales. O quizá es que los vampiros también tienen sus vicios y defectillos. Quiñen sabe si se le pasó el tiempo volando chupando sangra aquí y allá y se olvidó lo que le había llevado a dejar a su hija en manos del dentista.
      Med alegro, Holden, que te haya gustado el relato.
      Saludos.

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