Contra todo pronóstico, el cara a cara con don Eusebio debería esperar algunos días porque un inesperado obstáculo se interpuso en el camino que emprendí hacia su encuentro: el cuerpo exánime de mi padre colgando de un árbol.
Un arrebato de desesperación e impotencia al saber que sus días estaban contados y el recuerdo de las circunstancias que envolvieron la muerte de su querida esposa fueron las causas que todos esgrimieron para justificar tan trágico desenlace. Sin embargo, una vez más, no todo es lo que parece pues, tras haberle dado sepultura fuera de sagrado ―un suicida no merecía ser enterrado en el camposanto―, de boca de don Eusebio se aclararon los espesos nubarrones que habían ocultado hasta entonces la verdad.
¿Cómo una mentira, dicha con saña para hacer sufrir, puede desembocar en un acto atroz? ¿Cómo los celos pueden llevar a un hombre juicioso a cometer una locura? ¿Por qué demorar tanto la revelación de la verdad y dejar que sea el tiempo quien lo haga en nuestro lugar o que acabe enterrándola para siempre? Si mi padre hubiera exigido conocer esa verdad en su momento, no habría ocurrido lo que ya era inevitable, y ahora mi madre, la víctima inocente de una rivalidad y de un arrebato de odio y locura, seguiría con vida. Y él también. Y seguramente Cecilio, que, a pesar de su naturaleza tan ruin, no merecía aquella vil venganza.
Don Eusebio dejó, finalmente, a un lado la amargura que le había supuesto tener que compartir el aire que respiraba y las calles que pisaba con quien se había convertido en su enemigo, a quien culpaba de haberle robado a su amada y, afectado como estaba por la muerte de ésta, decidió contarle toda la verdad a mi padre cuando éste fue a verle con la intención ―según sus palabras―de hacer justicia.
―En una de nuestras frecuentes y violentas discusiones, le hice creer que tu madre y yo vivíamos una tórrida relación, la que no pudimos vivir cuando aún éramos jóvenes y teníamos toda una vida por delante. Incluso conté esa mentira a mis amigos para que corriera la voz y humillarle así en público. Enseguida pensé en retractarme, pues comprendí que había sido una mezquindad manchar injustamente la honra de tu madre, pero ―sé que hice muy mal― quise dejar que tu padre sufriera un poco más. Ya lo aclararía más adelante, cuando la tormenta hubiera amainado. Pero, por desgracia, ya fue demasiado tarde. Tu pobre madre había muerto a manos de aquel asqueroso jornalero y ya dejé las cosas como estaban. No sabes cuánto me arrepiento de haber obrado así, de principio a fin. Pero ahora ya no hay vuelta atrás. El otro día, cuando tu padre se presentó aquí, fuera de sí, le conté la verdad. No tuve tiempo de pedirle disculpas que ya se había marchado.
Ahora entendía por qué mi padre se había suicidado. Todo había sido una infame mentira, una farsa. Las murmuraciones a las que había dado crédito y la constatación de la grave ofensa por boca de su enemigo al echarle en cara que estaba casado con una mujer que le engañaba, le llevó a acabar con la vida de su propia esposa. La aparente frialdad de mi madre, que le hizo sospechar de su infidelidad, no se debía a haberle dejado de amar sino al cambio de carácter que su esposo había experimentado por unos motivos que no podían ser más equivocados. Al descubrir todo esto, al comprobar que había asesinado a una mujer inocente a la que siempre había amado y que siempre le había correspondido, no pudo soportarlo y se quitó la vida colgándose de la rama más gruesa del primer árbol que halló. Seguro que antes de exhalar el último hálito, debió recordar los gritos de mi madre defendiendo su inocencia. Cuando le descolgaron, tenía los ojos empañados. Dijeron que era algo habitual en los ahorcados. Pero yo sé que eran lágrimas.
Desde luego, a veces hacemos que nada sea lo que parece. La felicidad puede ocultar resentimiento y odio, la aparente armonía puede esconder recelos, la fe puede encerrar desconfianza, los abusos pueden estar disfrazados de ecuanimidad, y la justicia puede enmascarar deseos de revancha.
Mi vida ha vuelto a dar un vuelco inesperado. Si la muerte de mi madre me produjo una brutal sacudida, la de mi padre me ha provocado sentimientos encontrados: pena por él y satisfacción por el buen nombre de mi madre muerta. Al final, la venganza se ha tornado en justicia.
*
Manuel, el capataz, también sabe que la verdad puede ocultar grandes mentiras. Ahora que todo ha terminado, recuerda cómo le sustrajo a Cecilio su preciada navaja para entregársela a su patrón. Aquella adúltera, que una vez le despreció por ser un simple capataz, se lo merecía. Su patrón también sufría, como él, por una mujer que no era más que una vulgar ramera. Los dos tenían un motivo para odiarla. Por eso se ofreció como cómplice para acabar con ella. La vida de Cecilio no valía nada en comparación con el dulce sabor de la venganza.
FIN
Crímenes pasionales bien equivocados y con maldad, y quien lo provocó se le fue de las manos del todo, haciendo la vida imposible a los esposos y al que culparon.
ResponderEliminarLo cierto es que aunque sea en situaciones normales, nunca se llega a conocer en su totalidad a las personas con las que se relaciona uno, cada cual podemos esconder algo detrás de una mentira, o sin mentira.
Me encantó el desarrollo de la historia, y como siempre ha sido un placer leerte Josep.
Un abrazo.
Pues sí, Elda, tal como se dice en el relato, no todo es lo que parece, que viene a ser lo de que las apariencias engañan. Cuántas veces hemos oído eso de "pues si era una persona encantadora y educada" al referirse a ese vecino que ha acabado asesinando a su mujer. La mente de algunas personas es indescifrable y los celos pueden llevar a una persona aparentemente normal a cometer un crimen pasional. Por no hablar de quienes se dedican a malmeter.
EliminarMe alegro que que gustara la historia, incluido el final.
Un abrazo.
Desde luego menudo desenlace, muy trágico, y es que Josep Mª las mentiras no traen nada bueno y en este caso tragedia.
ResponderEliminarEspero que hayan mas relatos con varias partes y con finales sorprendentes que nos atrapen, o por lo menos conmigo lo consigues. un abrazo. TERE.
Los celos, las mentiras, el odio son muy malos consejeros.
EliminarPues yo espero que el próximo relato por entregas que estoy preparando también te resulte intrigante y sorprendente, jeje
Un abrazo. Tere.
Josep Maria, ¡vaya!
ResponderEliminarUn relato duro, plagado de secretos, mentiras, celos infundados, odio y una culpabilidad que es la verdadera encargada de obrar en este perfecto final.
Muy bueno, felicidades.
Un abrazo.
Un relato tan duro como la historia misma. Cómo la felicidad en una familia puede truncarse de la noche a la mañana por culpa de las mentiras y los celos enfermizos.
EliminarMuchas gracias, Irene, por tu lectura y comentarios.
Un abrazo.
Desde luego has logrado un gran final. Giro tras giro las evidencias de las anteriores entregas se han desmoronado mostrando una historia durísima. Matar a su esposa por creerla infiel y descubrir después que se equivocó es de una intensidad tremenda. Enhorabuena, Josep María. Un abrazo!!
ResponderEliminarPues sí, hay arrepentimientos demasiado tardíos, que ya no pueden reparar lo hecho. Al arrepentido solo le queda purgar su pecado de por vida o, como hizo el verdadero asesino de esta historia, acabar con su vida. Él mismo se aplicó el ojo por ojo.
EliminarMuchas gracias, David.
Un abrazo.
Lo dicho, esta pobre mujer estaba rodeada de indeseables. Eusebio un mezquino vengativo, Manuel un despechado rencoroso y el marido... un asesino con todas las letras porque los celos, infundados o no, no son escusa para matar a nadie.
ResponderEliminarGenial relato, Josep, una vez más me ha encantado leerte. Y esta vez de tirón ;)
Un abrazo.
Cuando se está rodeado/a de indeseables, la víctima no tiene escapatoria, a menos que alguien le tienda una mano, cosa que no ocurrió en esta trágica historia.
EliminarMuchas gracias, Paloma, por haberte interesado por este relato hasta el punto de hacer este sprint final recorriendo los tres capítulos de un tirón.
Un abrazo.
Tremendo, Josep, has tegido una magistral tela de araña con los sentimientos más oscuros que los hombres pueden albergar y le has dado forma de relato. Me encanta cómo has justificado todas las acciones y emociones de los personajes, cómo has hilado el argumento para dejarnos en vilo hasta el final. Realmente a veces es imposible calcular el alcance de nuestras palabras y obras...
ResponderEliminarMe ha encantado, como siempre. ¡Enhorabuena!
Un abrazo fuerte y feliz miércoles :))
La verdad siempre debe salir a flote aunque arrastre suciedad e inmundicia. Lo importante es limpiar e buen nombre de quien ha sido ultrajado. Esta historia no tiene un final feliz al uso pero al menos se ha hecho justicia. O eso creo.
EliminarMe alegro que te yaya encantado.
Un abrazo y feliz semana.
Muy bueno. Me ha traído recuerdos de algunos de esos culebrones latinos sembrados de tórridas pasiones, venganzas desatadas, rencores, celos y envidias.
ResponderEliminarUn buen desarrollo de la historia, manteniendo la atención del lector hasta el final.
Un abrazo Josep.
Un culebrón sí que es. Una historia truculenta con villanos y víctimas.
EliminarMe alegro que haya podido mantenerte atento a la historia hasta el final.
Un abrazo, Francisco.
Tremendo desenlace, Josep Mª! Me ha encantado como vas desentrañando los hilos de esa madeja tan bien tejida, sin dejar ni un nudo o cabo suelto. Me da pena la pobre mujer, que muere siendo inocente y por una causa que tampoco merece la muerte. Y en cierto sentido me da pena el hombre que la asesina totalmente cegado por la ira, engañado, cuando comprende que nunca debió cruzar esa frontera. Aunque si soy sincero, no me entristece que se colgara. Además, demasiado bien termina el caballero que se dedica a soltar mentiras en una sociedad que suele ser canival, jeje. Eso también me parece un crimen espantoso. Vamos, que en definitiva ha sido un gran relato que he degustado hasta el final. Un fuerte abrazo! ; )
ResponderEliminarAlguien tenía que hacer justicia y quién mejor que el propio asesino de su mujer. Colgándose expía su pecado de la peor forma posible. Un final trágico pero no justo del todo, como suele suceder en la realidad. Otros culpables, por inducción y colaboración ha quedado impunes. Don Eusebio, esparciendo calumnias para soliviantar a su enemigo, y el capataz, celoso y deseoso de venganza por haber sido rechazado por la mujer de su patrón, que le empuja, dándole el arma asesina, que ha sustraído del jornalero, a cometer ese horrible crimen contra su propia esposa.
EliminarMuchos culpables y una sola inocente.
Me alegro, Ramón, que te haya gustado.
Un abrazo.
Creo que con este trágico final has puesto de relieve el ansia de poder y posesión que subyace en el ser humano y que lo empuja a actos viles justificándose en la moral y en la honra. Gran desenlace, Josep.
ResponderEliminarAbrazo!!!
La bajeza humana puede desvelarse de forma inesperada cuando el poder y el orgullo se ve atacado hasta extremos que exigen venganza. A veces nos preguntamos cómo alguien aparentemente "normal" puede actuar como un monstruo.
EliminarMuchas gracias, Mª Jesús, por acompañarme a lo largo de este trayecto y que te haya resultado placentero.
Un abrazo.
Hola Josep Mª,
ResponderEliminarAntes de nada, muchas gracias por haberte pasado por mi blog y por dejar tu amable comentario.
Vaya y después me he pasado por tu rincón para leer alguno de tus relatos y me he encontrado con uno espléndido que has publicado por entregas, y aquí me has tenido leyendo las tres y mordiéndome las uñas. Has escrito una historia con mucho mérito porque la naturaleza ambigua de los personajes la hace bastante compleja. Has manejado de una manera extraordinaria el suspense, aunque yo como he llegado un poco tarde he podido leer el final ya, jeje. Un ritmo perfecto con giros constantes, celos, equívocos o malentendidos, personajes ruines, sentido de culpabilidad..., y un final redondo, ingredientes perfectos para atrapar el lector.
Me encantado leerte Josep, y por supuesto me he hecho seguidora de tu blog.
Un fuerte abrazo y feliz lunes.
Hola Ziortza!!!
EliminarBueno, ahora estamos en paz, jeje
Me alegro haber descubierto tu blog y que a ti te haya gustado lo que has leído en este, mi hijo mimado.
Ciertamente, la blogosfera está a rebosar de blogs interesantísimos pero no podemos abarcar más que una milésima parte. Son muchos los comentarios de terceras personas que pasan ante nosotros y que dejamos pasar por falta de tiempo. Pero a veces, como ha sido el caso, a uno le llama especialmente la atención un detalle, unas palabras, o simplemente le pica la curiosidad un blog o un relato determinado y, zas, descubre una pequeña joya que había estado ahí y que había pasado por alto. Muchas joyas habrán en este firmamento de letras pero debemos contentarnos con las que caen en nuestras manos y se clavan en nuestras pupilas.
Me alegro que el azar haya hecho que nuestros queridos blogs se hayan conocido.
Otro fuerte abrazo.
Hay que ver como nada es lo que parece...Parece mentira todo lo que puede provocar el (des)amor entre personas sin escrúpulos, pero desde luego el más perjudicado, ese hijo que perdió a ambos y, encima, tiene que lidiar con todos esos pensamientos 'encontrados' en su cabeza.
ResponderEliminarPerfecto desenlace para una historia que me ha parecido magnífica.
Un beso, Josep Mª.
Hola Chelo!
EliminarVeo que has llegado a la meta sana y salva.
A veces la vida puede dar un giro de 180 grados y donde había amor incondicional este se convierte en odio. Pero lo realmente dramático es que esta transformación se haya debido a un malentendido, a una falta de confianza y a las habladurías. Y, por supuesto, a una mente intolerante y desequilibrada.
Me alegro que te haya gustado esta historia de ficción que en la vida real tiene, por desgracia, situaciones parecidas.
Un beso, Chelo.