Siempre me satisfizo gozar de inmortalidad,
pero ahora ya no le veo ninguna ventaja.
En los albores de lo
que hoy se conoce como Universo, fui tratado injustamente y tuve que
enfrentarme a enemigos recalcitrantes. En alguna ocasión la batalla fue dura,
pero la mayor parte de las veces salí triunfante. Gozaba de poder y de gloria. Se
me respetaba y no había hombre sobre la faz de la tierra que no me temiera.
Incluso algunos me idolatraban. Mis seguidores eran muchedumbre. Ahora ya no.
No logro dilucidar que
es lo que me ha conducido hasta este punto. El mundo actual está en decadencia.
Mi prestigio se está extinguiendo y son cada vez menos los que creen en mí,
incluso aquellos que han gozado y se han beneficiado de mi existencia, esos a
los que favorecí para que progresaran y vieran sus deseos hechos realidad.
No sé qué hacer. Tendré
que reunir fuerzas para reconquistar esas almas perdidas por el camino. Pero
hay tanto descreído en la actualidad...
Cada vez hay más gente que
se atreve a burlarse de mi figura y de mi poder. Antes, unos me representaban
casi como un dios. Un ángel caído, me llamaban otros. Cierto es que siempre me
han representado de una forma ridícula, casi grotesca. No sé por qué se
empeñaron en atribuirme cuernos y hasta un rabo.
Con la cantidad de
nombres que tengo, ya no soy capaz de llamar la atención del más temeroso de
los humanos. ¡¿Qué será de mí?!