sábado, 15 de enero de 2022

Salvados por el resplandor

 


Jack se veía incapaz de escribir una sola línea. Su adicción al alcohol se había convertido en una losa que le impedía concentrarse. Su carácter se volvió más irascible de lo habitual y su relación con Wendy empezó a hacer aguas. El pequeño Danny sufría en silencio, lo que se veía reflejado en sus malas notas, cuando siempre había sido un estudiante brillante.

Como la economía doméstica se resentía, Wendy le propuso a Jack que buscara un trabajo a tiempo parcial, que podría compaginar con la escritura, pues con su sueldo no alcanzaban a cubrir todos los gastos.

Aunque a Jack esa idea no le gustó, acabó aceptando un trabajo bien remunerado como vigilante en un hotel de montaña que en invierno cerraba sus puertas. El aislamiento le relajaría y le inspiraría. Pasarían dos meses rodeados de nieve, pero ya buscarían el modo de divertirse. Tendrían todo el hotel para ellos solos. A Wendy la idea no la sedujo, pensando sobre todo en Danny. Que se fuera él, si eso era lo que quería, pero ellos dos se quedarían en casa.

Danny, al conocer los planes de su padre, intentó persuadirle para que no aceptara aquel trabajo. Ese don especial que posee, al que él llama “resplandor”, le decía que algo malo le sucedería. Pero su advertencia cayó en saco roto.

Jack Torrance jamás volvió del hotel Overlook y nadie conoce su paradero. Danny sabe qué ocurrió, pero no lo contará a nadie. Su Don tiene que ser un secreto.

 (250 palabras)



Como habréis deducido, este relato está inspirado en la novela de Stephen King,
El resplandor, que fue llevada a la gran pantalla por el director Stanley Kubrick en 1980. Siendo un admirador de este prolífico autor de novelas de terror, he elegido, como inspiración, una de sus —para mí— mejores obras.

Breve sinopsis de la película: Jack y Wendy son los padres de Danny, un niño dotado de un don paranormal del que no es consciente. Cuando los tres miembros de la familia se trasladan al hotel Overlook, en el que el cabeza de familia trabajará de cuidador durante el tiempo en que aquel permanecerá cerrado, conocen a Dick, el cocinero del hotel y último empleado en abandonarlo. Este se da cuenta de inmediato que comparte con Danny el mismo don, al que Dick llama “el resplandor” y que les mantiene unidos telepáticamente. Al poco de haberse instalado en el hotel, se irán sucediendo hechos extraños, a cual más terrible, empezando por el deterioro mental del padre, que, llegando a la locura, intenta acabar con la vida de Wendy y de Danny.

En esta versión libre de la adaptación cinematográfica, me he valido del “resplandor” del pequeño para salvar, a madre e hijo, de las desgracias que les acaecerían si siguieran a Jack en su encierro.


sábado, 8 de enero de 2022

El carcelero

 


He visto pocos casos en que la cárcel sirva para rehabilitar al preso. Mi caso, sin embargo, es distinto. En primer lugar, tuve la suerte de ver reducida mi condena por buena conduta y por rendición de pena por el trabajo, un trabajo que desarrollé en la biblioteca. Haber cursado bachillerato tuvo mucho que ver con que el director del Centro aceptara mi petición. Aparte de mi servicio como bibliotecario, aproveché para estudiar enfermería a distancia, algo que siempre había querido hacer antes de perder mi libertad. Luego, la concesión del tercer grado penitenciario me facilitó mucho las cosas, pues pude asistir tanto a las clases teóricas como a las prácticas. Ya había quedado en libertad cuando obtuve mi licenciatura en enfermería. Lo más difícil fue conseguir trabajo. Mis antecedentes penales eran suficientes para disuadir a mis posibles contratantes. Solo podía recurrir a los centros de salud privados. Finalmente, conseguí un puesto de trabajo, gracias a la mediación de los servicios sociales, en una clínica de cirugía estética, como ayudante.

Pero mis planes no acabaron ahí, no iba a estar toda mi vida trabajando de instrumentista para un cirujano plástico, un trabajo tedioso y mal remunerado. Se me ocurrió entonces que podía convertirme en funcionario de prisiones. Un trabajo vitalicio sin demasiadas complicaciones. Me veía perfectamente capacitado para desempeñar ese cargo. Cumplía con todos los requisitos oficiales para optar a ese puesto. Tenía una titulación académica universitaria y mis antecedentes penales no se referían a delitos graves ni había sido inhabilitado para el ejercicio de un empleo público.

Una vez tomada la decisión, me presenté a las pruebas de selección y saqué una nota media excelente. Al cabo de cuatro años de haber salido de la cárcel entraba de nuevo en ella como funcionario. Tuve la gran suerte de poder optar por el mismo centro penitenciario donde había permanecido recluido seis años de mi vida, dos de ellos en semilibertad. Si solicité ese destino fue porque allí seguía encarcelado mi antiguo compañero de celda, con quien tenía un asunto pendiente. ¡Es tan fácil fingir un suicidio!

Cumplido mi primer objetivo, solo me quedan algunos casos por resolver. De un modo u otro, esos bastardos pagarán por lo que hicieron conmigo. Solo es cuestión de astucia y paciencia. Trabajar desde el otro lado de las rejas proporciona grandes oportunidades y ventajas. Mis conocimientos de cirugía me serán, además, de gran utilidad.