Hoy os traigo otro micro, el último relato antes de vacaciones. En esta ocasión no es de terror, aunque ello depende de cómo se mire.
El niño, en su décimo
cumpleaños, tomó la decisión más valiente que, según él, pudo tomar. También
fue la más incomprensible para todos los que le rodeaban. Sus padres sufrirían
lo indecible y se preguntarían durante toda su vida el porqué de ese terrible acto.
Ese día, a la salida del
colegio, en lugar de emprender el camino hacia su casa, se fue al rio. Subió
hasta el puente y cuando llegó a mitad del recorrido, en su punto más elevado,
comprobó que no había nadie que le impidiera llevar a cabo su cometido, se
subió al murete de piedra, cerró los ojos y se lanzó al vacío. Dada la poca
profundidad del río en ese tramo, su frágil cuerpo se quebró contra las rocas
del fondo.
Nadie en el pueblo pudo hallar
una explicación a tal comportamiento, y más viniendo de un niño aparentemente tan
cabal e inteligente.
Lo que no sabían era que ese
niño había realizado una extraordinaria hazaña: había regresado del futuro para
volver a su infancia, cuando todavía era un niño querido por todos. Tenía que impedir
por todos los medios acabar siendo el pederasta asesino en el que, con los
años, se convertiría. No quería que le recordaran como a un monstruo. No lo
podía permitir.
Todo eso lo dejó escrito.
Nadie creyó semejante locura. Sin duda todo era fruto de una mente desquiciada.
Todo el mundo sabe que es imposible viajar en el tiempo y, de poder hacerlo,
tanto o más lo es cambiar el futuro.