Rico o pobre, su vida no valía nada. Aun así, prefería abandonar este mundo dejando un buen recuerdo. Ese fue el único motivo que le movió a hacerlo.
Empezó a jugar a las cartas en el ejército, durante esas largas guardias de fin de semana. A la suerte del principiante le siguió unas verdaderas dotes de jugador. De este modo, el póquer le procuró dinero fácil. Las timbas que organizaba en la clandestinidad le abrieron las puertas a una vida fácil que acabó sustituyendo al trabajo tedioso y mal remunerado de cada día. Al cabo de unos años, el juego, el alcohol y las mujeres fáciles acabaron con el modelo de familia que se había propuesto tener al casarse con Marguerite.
-Philippe, no aguanto más, te dejo y me llevo a Stéphane –fueron las últimas palabras que salieron de boca de su mujer, hace ya diez largos años.
-Dame otra oportunidad, mujer, te prometo que voy a dejarlo definitivamente –fueron las suyas, tantas veces repetidas en vano.
Desde entonces, la vida de Philippe había ido de mal en peor. La suerte le fue cada vez más esquiva y acabó perdiendo todo lo que poseía de valor, aunque lo más valioso hacía tiempo que se le había escapado de las manos.
-No te des por vencido –le decían sus compañeros, que no amigos, de juego.
-Un día ganaré mucho dinero y recuperaré a mi mujer y a mi hijo –solía decirles.
Pero lo poco que ganaba jugando al póquer era insuficiente para procurarle lo que deseaba con tanto empeño. Tenía que pensar en algo más provechoso.
-Jugaré a la ruleta y me haré rico –dijo un buen día a sus camaradas de juego, ante su mirada incrédula.
Una noche, tras unas buenas manos, acabó ganando una cantidad suficiente de dinero como para lanzarse a su aventura particular. Su ex mujer y su hijo eran su prioridad y quería lo mejor para ellos. Ese fin de semana probaría suerte. Menos de treinta kilómetros le separaban de la fortuna e intuía que aquel sábado sería su gran día. Lo había dejado todo bien atado. Ahora solo debía pasar a la acción.
La sección de sucesos de Le Matin del lunes abría con el siguiente titular: “Un hombre, en Montecarlo, va al casino, gana un millón, vuelve a su casa, y se suicida.
En unos días, el notario citaría a Marguerite Dumas y Stéphane Fleury, los dos únicos herederos de Philippe Fleury, en su despacho de la Avenue Louise de Niza.