Se dice que en el mundo hay unas dos mil personas que quieren ser criogenizadas cuando mueran y cerca de trescientas cincuenta que ya lo han hecho, esperado ser revividas en unos años.
Durante mucho tiempo corrió la leyenda
urbana de que Walt Disney está criogenizado y a la espera de ser resucitado, lo
cual es mentira, pues este famoso personaje murió en 1966 a causa de un cáncer
de pulmón, fue incinerado y sus cenizas reposan en el panteón familiar en Los
Ángeles.
Sea como sea, la criogenización es un
método que se ha convertido en la opción para miles de personas. Pero la
ciencia todavía no está actualmente tan avanzada. La pregunta es ¿cuándo lo
estará? Y sobre todo, ¿cómo volverán a la vida? Esa es la cuestión.
En este microrrelato, que he recuperado del pasado y retocado en el presente, he viajado a un
futuro en el que ello es posible y he dado mi respuesta particular a esa
cuestión.
El dinero otorga ciertas prebendas que no están al alcance de cualquiera. Gregorio lo había preparado todo desde el día que supo que sólo le quedaba un año de vida. Se puso en contacto con KrioRus, una empresa rusa especializada en criónica. Sus expertos le aseguraron que tan pronto existiera una cura para su enfermedad, lo descongelarían y le devolverían a la vida. De ese modo, renacería, probablemente al cabo de varias décadas, con una larga esperanza de vida. Para que ello surtiera efecto, debían practicarle la eutanasia antes de que su deterioro orgánico impidiera su posterior resucitación y tratamiento.
El plan se llevó a cabo según lo previsto. Con lo que nadie contaba era que, tras treinta años de hibernación, el suministro eléctrico que mantenía activa la batería del criogenizador empezara a debilitarse de forma inesperada. No hubo nadie que se percatara de ello y, como resultado, el programa de seguridad de la cápsula en la que reposaba el cuerpo inerme de Gregorio activó su apertura automática.
Contrariamente a lo que
podría esperarse, su cuerpo volvió a la vida. Gregorio, aturdido y
desorientado, acabó recuperando la memoria. No sabía cuánto tiempo había
transcurrido desde su muerte programada. Extrañado por la ausencia de personal,
alcanzó la salida por sus propios medios. Una vez en el exterior de aquel
almacén de cadáveres, observó, horrorizado, la devastación reinante a su alrededor. Tras largos años de espera, se había convertido en la única vida humana en un
planeta inhóspito.
Sintió que su vida se extinguía, pero esta vez no habría nada ni nadie que le ofreciera una nueva oportunidad.