Dos amigos, que llevaban mucho
tiempo sin verse, se encuentran casualmente en el Starbucks que hay enfrente
del edificio de oficinas en el que ambos trabajan. Mientras charlan, uno de
ellos no deja de mirar su móvil. El otro, intrigado, le comenta:
─¿Estás esperando que te entre
algo importante?
─¿Por qué lo dices?
─Como veo que no paras de
mirar el móvil…
─Es la costumbre. Uno acaba
dependiendo un poco de estos cacharros. Mi mujer se empeña en que soy un adicto.
¿Tú crees? Todo porque, según dice, estoy muy pegado al móvil. Pero qué quiere,
si lo necesito para trabajar.
─Ah, ¿ahora practicas el
teletrabajo?
─Bueno, no exactamente. Quiero
decir que a veces hago algunas gestiones por teléfono. Ya sabes, tenemos que
estar constantemente conectados.
─¿Gestiones? ¿Qué tipo de
gestiones?
─Bueno… pues… solucionar un
problemilla de trabajo y esas cosas. A veces me llama algún cliente… Ay,
perdona, que me ha entrado algo.
Pasados dos minutos:
─Disculpa, pero es que puse
unos auriculares en venta por ebay y me acaban de hacer una oferta.
─He oído hablar de esta
aplicación. ¿Has vendido muchas cosas por este sistema?
─Muchas. Por este y por
Wallapop. Espera, espera, que me acaban de enviar otro mensaje.
─¿Otra oferta?
─No, no. Un amigo, que le ha
dado un “like” y ha hecho un comentario a una foto que colgué esta mañana,
viniendo hacia el trabajo. No sabes cómo estaba la Ronda del Litoral, tío. No
pude evitar hacer una foto y colgarla en Instagram y publicarla en Facebook y
en Twiter. No veas la cantidad de “likes” que llevo acumulados. ¡Y solo en
cuatro horas! Mira, otro, y otro. Es un no parar. Por eso mi mujer dice que
estoy enganchado. Si es que no me dejan tranquilo. Y por si eso fuera poco,
desde que he abierto un blog sobre viajes no paro de recibir comentarios de mis
seguidores. Hasta estoy pensando en convertirme en un Youtuber de esos. Por lo
menos así ganaría pasta, ja, ja, ja.
─No me digas que también le
dedicas tiempo al blog en horas de trabajo.
─No, hombre, no. ¿Por quién me
tomas? Pero uno, que es curioso. No puedo evitar mirar quién me acaba de dejar
un comentario o un “+” en Google plus.
─¿En Google qué?
─En Google plus. ¡Ostras!
¿Quieres creer que mi suegra me acaba de invitar a que juegue al Candy Crash
Saga?
─¿Tu suegra te ha invitado a
jugar?
─Bueno, en realidad no. Bueno
sí, pero no lo ha hecho a sabiendas. Es algo que la aplicación envía por
defecto a todos los que el jugador tiene agregados. Pero, como comprenderás, no
es el momento, ja, ja, ja. ¿Por qué me miras con esa cara? No me dirás que
nunca has jugado a un juego online.
─Bueno, sí. Hace tiempo mi
hija me pidió que instalara en mi móvil un juego que se llama Triviados, que es
como el Trivial Pursuit, pero solo hemos jugado algunas veces, mientras ella
volvía de la Universidad en tren y yo del trabajo en bus.
─¿Y ahora ya no?
─Pues no. Aparte de que sale
con un chico, está en un grupo de WhatsApp y siempre está chateando con alguien.
Así que ya tiene distracción.
─Vaya, un adolescente más
enganchado a las redes sociales, je, je.
─Pueees, sí.
─¡Caramba! ¿Has oído ese
trueno? No, si al final tendrá razón ese pájaro de mal agüero de la tele y
acabará lloviendo. A ver qué previsión aparece en AccuWeather.
─¿Acu qué?
─Pues sí, tío, va a llover y
mucho. Y además va para largo. Joder, a ver si el mal tiempo me arruina el fin
de semana.
─Pero todavía falta mucho para
el fin de semana. Si solo estamos a martes…
─Sí, claro, pero cuando el río
suena... De todos modos, me arriesgaré y haré la reserva. Mi mujer y yo habíamos
planeado pasar el fin de semana en una casa rural del Montseny. Como con
TripAdvisor no hay penalización si cancelas la reserva con veinticuatro horas
de antelación…
─¿Y vas a hacerlo ahora?
─Sí, sí, que luego puede ser
demasiado tarde. No sabes cómo vuelan estas ofertas. Y como tengo instalada la
aplicación, total son unos pocos minutos.
Pasados diez minutos:
─Pues ya está. Todo arreglado.
Le enviaré un WhatsApp a mi mujer para que lo sepa. De paso, si no te importa,
le enviaré un recordatorio al jardinero, que tiene que pasarse por casa para
hacer algunos arreglillos en el jardín. Es tan despistado el tío que si no se
lo recuerdo se le olvidará.
─Vale, pero es que se me está
haciendo tarde, tengo que volver al trabajo, llevamos ya… caramba, ¡más de
media hora!
─Sí, sí, tranquilo, que ya nos
vamos. Solo es un segundo.
─De acuerdo, pero date prisa,
por favor, que me espera un montón de trabajo. Normalmente no salgo a la calle
para tomar el café de media mañana, pues no está permitido, pero como hoy la
máquina está estropeada y…
─Eso sí que es rapidez. No me
lo puedo creer. El jardinero me acaba de contestar confirmando que se pasará
por casa el jueves a eso de las seis de la tarde. Voy a ponerme una alarma para
que yo también me acuerde, no sea que a última hora el que se despiste sea yo,
ja, ja, ja.
─¿Qué, nos vamos, pues?
─Sí, sí, claro, vámonos. Ay,
perdona, me acaba de entrar un SMS. Vaya, es un recordatorio de la cita de
mañana con el oftalmólogo y ahora que me acuerdo no podré ir. Tengo que
llamarle. Vete, vete, no vayas a tener problemas por mi culpa. Yo me quedo un
rato solo para hacer esta llamada y también me voy.
─Vale, pues ya quedaremos para
otra ocasión. Me he alegrado de verte.
─Pues claro que sí, Pero
espera, pensándolo bien llamo al oftalmólogo anulando la cita y de paso ya
quedamos ahora mismo para un día del mes que viene. Así lo anoto en el
calendario y no se me olvidará.
─Oye, déjalo, que tengo mucha
prisa. En todo caso ya te llamaré y quedamos. ¿De acuerdo?
─Vale, vale, de acuerdo. Joder
con las prisas.
─Dale recuerdos a tu mujer de
mi parte.
─Sí, claro. Ahora mismo le
enviaré un WhatsApp para decirle que nos hemos tomado un café juntos. Es que,
si no, luego se me pasará. Menos mal que tengo este trasto. Con mi mala memoria
no sé qué haría sin él. ¿Comprendes ahora porqué lo necesito tanto? Y luego
dice mi mujer que soy un adicto al móvil, ja.
─Oye, te está sonando el
teléfono.
─(…)
─¿No vas a contestar?
─Joder, es mi jefe. ¡Qué
pesado! Me ausento un momento de nada y ya me está llamando. Que se espere. No
creo que sea nada urgente. Siempre puedo decirle que me he dejado el móvil en
mi despacho. Además, ya casi no me queda batería. Las baterías cada vez duran
menos. Será por lo de la obsolescencia programada esa. Tendré que comprarme uno
nuevo.
─Muy bien. Hasta la próxima,
pues. Ya te llamaré para quedar.
─Sí, sí, llámame. Ah, y dile a
tu hija que no se enganche tanto al móvil, que crea adicción.
*Imagen obtenida de Internet