A falta de inspiración o de motivación escritora, que viene a ser lo mismo, y para no dejar transcurrir mucho tiempo desde mi último relato, he recuperado uno que publiqué en junio de 2015 y que forma parte de la recopilación autoeditada posteriormente en Amazon con el título "Irreal como la vida misma". Así pues, es una primicia para los que por aquella época no frecuentabais este blog, así como para los que no habéis tenido la oportunidad de leer esta magnífica obra de ficción. Espero que os guste.
El frío recorrió su espalda.
Gertrudis no había reparado en que las nubes amenazaban lluvia y el aire de esa
tarde de otoño era demasiado fresco como para pasarla a la intemperie. Pero no
había podido resistirse a la invitación de Anselmo para merendar al aire libre.
Hacía mucho tiempo que esperaba una ocasión como aquélla, a solas por unos
momentos, sin testigos. Al fin él se había decidido a invitarla. Seguro que le
declararía su amor. Así que ni la lluvia ni el frío más intenso la hubiera
disuadido de pasar la tarde junto a él en ese paraje tan romántico.
Anselmo, heredero de una rica familia de viticultores, llevaba tiempo frecuentando
la casa de los padres de Gertrudis con motivo del recién iniciado negocio con
su progenitor. Acababan de formar una sociedad exportadora de vinos y licores y
este floreciente negocio les obligaba a mantener continuas reuniones de trabajo. Ambos socios se encerraban en el despacho, portando ambos una copa de coñac en una
mano y un puro habano en la otra. Antes de cerrar la puerta tras de sí, Anselmo
obsequiaba a la joven con una sonrisa y una mirada que lo decían todo.
Más de
tres meses habían transcurrido desde que Anselmo apareciera en su vida y aun no
se le había insinuado. Gertrudis sabía que sus padres verían con muy buenos
ojos una relación amorosa entre ambos. Pero faltaba lo más importante: que el
joven, guapo y rico heredero, le dijera aquellas palabras que esperaba oír con
tanto anhelo.
Y por
fin, iba a suceder. ¿Por qué, si no, la había invitado a pasar una tarde en el
campo?
Ensimismada
en sus cavilaciones, Gertrudis no se percató que Anselmo le ofrecía una copa de
ese vino dulce que a ella le agradaba tanto. Levantó la mirada y allí estaba
él, tan guapo y elegante, con su bigotito afilado más propio de un intelectual
que de un comerciante.
Con
una simulada timidez, aceptó amablemente la copa y dio un sorbo sin apenas
mojarse los labios. Debía mantener los modales propios de una señorita de buena
familia. Al poco, la muchacha sintió que se ruborizaba cuando él, obsequiándole
con una sonrisa, tomó asiento junto a ella, muy cerca, demasiado cerca para
quienes todavía no están prometidos. Pero quien algo quiere algo le cuesta, se
dijo y, al fin y al cabo, llevaba tanto tiempo esperando esa íntima cercanía…
Tras
un brindis por la amistad, la salud y el negocio común, Anselmo carraspeó y la
miró fijamente a los ojos. Ha llegado el momento —pensó ella—, por fin me va a
declarar su amor.
Anselmo,
tragando saliva, dubitativo, casi sin aliento, se decidió a hablar.
—Gertrudis,
tengo que pedirle algo y no sé cómo reaccionará. Llevo mucho tiempo dándole
vueltas, pensando en cómo formulárselo pero no puedo soportar más esta
indecisión, así que…
—Hable
sin temor alguno, Anselmo, pues creo adivinar lo que le inquieta —le
interrumpió Gertrudis, ávida por oír la confesión de su amado.
—¿De
veras? —inquirió el joven sorprendido y aliviado a la vez.
—Bueno,
hable de una vez y saldremos de dudas —le conminó ella.
—Sí,
sí, a ello voy, pero antes quiero que sepa que he hablado de ello con su señor padre
y me ha dado su consentimiento. —Y aclarándose la garganta, prosiguió con su
discurso—. Pues quería proponerle…, quería preguntarle…, vamos que quería solicitarle,
y perdone mi atrevimiento, si no tendría usted inconveniente en ser una de las
damas de honor en mi boda. Es que mi futura esposa no tiene amigas en este
país, es polaca y….
Unos
pitidos intensos anularon toda capacidad auditiva de la pobre Gertrudis, que
vio cómo todo a su alrededor se volvía borroso y empezaba a dar vueltas. Alguien,
a lo lejos, le hablaba pero no podía captar con claridad qué le decía.
—Gertrudis,
Gertrudis, ¿está usted bien? —le preguntaba, angustiado, Anselmo, a la vez que
le daba unos suaves cachetes en las mejillas.
Pero Gertrudis, incapaz de reaccionar, lo único que hizo fue perder el conocimiento. Solo los truenos fueron capaces de romper el silencio y la lluvia, por fin, hizo acto de presencia.
Ilustración: "Berenar al camp" (merienda en el campo). Reproducción parcial del mosaico de cerámica de Gaspar Homar, Josep Pey y Antonio Serra, 1870, expuesto en el Museo Nacial de Arte de Catalunya.
Esta vez se veía venir que no era lo que parecía, si bien no se sabía por dónde iba a salir el mozo. En cualquier caso eso, el hecho de que el final no haya sido sorprendente, no quita para que esté muy bien el relato.
ResponderEliminarUn abrazo.
No todas mis historia tiene que encerrar una sorpresa final, así que espero no haberte decepcionado, je,je,je. De todos modos, lo importante es que te haya gustado. Más de uno y una se han llevado un buen chasco malinterpretando las señales de su pretendido amor (yo el prrmero).
EliminarUn abrazo.
Ay, Josep, lo que te gusta hacer sufrir a tus personajes, la pobre Gertrudis ya estaba haciendo la lista de boda. Aunque al final, boda la hay aunque no sea justo la deseada, y encima le tocará vestir unos de esos vestidos hechos a propósito estrafalarios para ensalzar a la novia, su némesis en los amoríos, jeje.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho, Josep, como siempre. Un abrazo.
Gertudis era la víctima propiciatoria de un desamor, tan romántica, cándida y virginal, je,je. Pobre chica. Imagínatela asistiendo de dama de honor a la boda del que esperaba que fuera su marido. De ese trauma no se recuperará jamás, je,je.
EliminarUn abrazo, Pepe.
Vaya chasco, pobre Gertrudis. Muy bien narrado, y con ese desenlace tan bueno. Un gusto leerte
ResponderEliminarUn abrazo
Las relaciones amorosas están plagadas de chascos. Hay que ser prudente antes de lanzar las campanas al vuelo.
EliminarUn abrazo.
Hola Josep , como se suele decir la pobre Gertrudis
ResponderEliminarse quedo "Compuesta y sin novio" que disgusto tiene la pobre.
Me a gustado mucho tu relato , como siempre muy ameno e interesante.
Te deseo una feliz semana , besos de flor.
pd , Si te animas te invito a visitar mi blog de detectives con un misterio por resolver
aquí te dejo el enlace ,https://pandoraysubaul.blogspot.com/2021/05/los-posos-del-cafe-12.html
deseo que te guste.
Me alegro que te haya gustado esta historieta romántica sin final feliz, contraviniendo las normas, ja,ja,ja.
EliminarPor supuesto que pasaré por tu blog.
Un abrazo.
Lo recuerdo de cuando leí el libro. Pobre Gertrudis, no puede haber nada más cruel que eso, estar convencida de una cosa que deseas y que te salgan con algo que destruye tus esperanzas para siempre.
ResponderEliminarMuy bueno tu relato.
Un beso.
Si tengo que decirte la verdad, tuve que volver a esta entrada, una vez publicada, para corregir el texto introductorio original, pues sabía que era un relato antiguo, pero no recordaba que formara parte de la recopilación. Creo que últimamente no estoy muy lúcido, je,je.
EliminarMe alegro que, aun habiéndolo leído, te haya gustado recordarlo.
Un beso.
Hola Josep. Un relato encantador como todos lo que escribes.
ResponderEliminarDesde luego con la propuesta que le hizo es para quedarse privada y sin conocimiento, jajaja.
Creo recordar algo por haberlo leído pero ha sido como la primera vez.
Un abrazo Josep, y cuídate mucho.
Hola, Elda. Cuando busqué este relato entre los que había publicado años ha, comprobé que, de los escasísimos comentarios que recibió, estaba el tuyo y el resto pertenecían a lectore/as que ya no me siguen. Así pues, lo has tenido que "aguantar" por partida doble, en mi blog y en mi libro, ja,ja,ja.
EliminarPor lo tanto, agradezco doblemente el hecho de que siga gustándote.
Un fuerte abrazo.
Hola, Josep.
ResponderEliminarTe confieso que también a veces me dan ganas de recuperar entradas que quedaron sin comentarios o con muy pocos, pero cuando las vuelvo a leer se me quitan las ganas por lo penosas que eran ja, ja, ja. No es el caso el tuyo pues tu escritura lucía, como ahora, impoluta y con una muy buena redacción. Respecto al caso de Gertrudis es el chasco personificado je, je. Hay que tener cuidado con las expectativas que nuestra mente nos crea y este es el ejemplo perfecto.
Un gran abrazo.
Hola, Miguel,
EliminarBueno, a decir verdad, algún pequeño retoque le hice a la versión original antes de volverla a publicar. Siempre hay pequeños detalles que te obligan a cambiar algo, aunque, de hecho, creo que nunca acabaría de retocar mis escritos, presentes y pasados, je,je.
La pobre Gertrudis se hizo demasiadas ilusiones. Lo más probable es que magnificara la actitud de Anselmo hacia ella, fruto de su desbocada imaginación o de su enamoramiento.
Un abrazo.
Hola.
ResponderEliminarRecuerdo la historia porque he releído tu libro. Pobre Gertrudis, jejejeje, menudo jarro de agua fría.
Muy feliz jueves.
A veces va bien refrescar la memoria, ja,ja,ja.
EliminarGracias, Gemma, por leer el libro y repetir con esta nueva versión.
Un abrazo.
¡Eso me pasa a mí! ¡Y a la puta calle! Pobrecita...
ResponderEliminarMe a encantado el relato, pero no el tipo ese... Ja, ja, ja. Un abrazo, está genial.
Después de ese enorme chasco, no sé yo cómo quedó la relación "amistosa" entre ambos personajes, je,je.
EliminarEs que cada uno iba a su bola, ella pensando (y dando por hecho) en él como su futuro prometido y él en su verdadera prometida sin atender (por no sospechar) a los sentimientos de la joven. Parece que los hombres no nos distinguirnos por nuestra habilidad observativa, ja,ja,ja.
Un abrazo.
¡Hola, Josep! Conforme leía el relato recordaba la historia de tu libro y la compasión que me produjo la pobre Gertrudis al recibir esa proposición que sin duda no era la que esperaba. Un relato estupendo y, si me permites el atrevimiento y dado que dices que las musas no son propicias, te planteo una segunda parte en la que Gertrudis acepta ser amiga de la esposa de Anselmo y adopta un rol más proactivo usando una estrategia para deshacer ese matrimonio. Un abrazo!!
ResponderEliminar¡Hola, David!
EliminarHablaré con mis musas, que siguen adormiladas, a ver qué les parece tu idea. De todos modos, hay historias que más vale no tocarlas, pues pueden empeorar aun más, ja,ja,ja.
Aun así, muchas gracias por tu interés y sugerencia.
Un abrazo.
No hagas caso a David Rubio, es maligno... Pero sería tremendamente divertido.
ResponderEliminarJa,ja,ja. ¡Maligo! Eso son palabras mayores. El pobre actúa de biena fe, auque se dice que el infierno está lleno de buenas intenciones, je,je.
EliminarAun así, lo pensaré, no sea que a mí también se me despierte el lado maligno.
Saludos.
Y rayos y truenos no la dejaron en paz hasta la vejez, je,je.
ResponderEliminarUn abrazo de vuelta.
¡Pobre Gertrudis! No me extraña que perdiera el conocimiento. Con tus relatos siempre nos tienes en vilo hasta el final Josep.
ResponderEliminarUn abrazo.
En aquella época (al menos así lo hemos visto en el cine) las jóvenes doncellas se desmayaban ante una fuerte emoción. Decían que era por culpa del corpiño que les apretaba tanto que les faltaba el aire, pero en el caso de nuestra Gertrudis creo que fue realmente por el gran disgusto que se llevó, je,je.
EliminarUn abrazo.
Recuerdo este relato y desde luego el libro es para releerlo y no descarto volverlo a leer. Un abrazo.
ResponderEliminarPues a ver si mi libro acaba conviertiéndose en tu libro de cabecera, ja,ja,ja.
EliminarDe hecho, te confieso que yo a veces también lo vuelvo a leer, je,je,
Un abrazo.
Leí ese relato en tu libro y me encantó. Recreas muy bien la situación. Ser soltera en aquella época era un estigma y creo que hacía a las mujeres más sensibles a cualquier situación haciéndolas pensar que su condición iba a cambiar.
ResponderEliminarUn beso.
PD. Espero que la inspiración regrese pronto.
Sin retroceder tanto en el tiempo, mi padre me contaba que en los años 40 una chica que a los 25 años todavía no se había casado ya la apodaban "solterona". Las jóvenes que habían recibido una educación conservadora en la que su papel era la de ejercer de esposa y madre, se sentían tremendamente presionadas para hallar marido lo antes posible. Así que no es de extrañar que la pobre Gertrudis, sintiéndose atraída por un prometedor Anselmo viera en él el objeto del deseo y su futuro como esposa y madre. De ahí que el chasco que se llevó fue mayúsculo.
EliminarUn beso.
Vaya fiasco el de la pobre Gertrudis que esperaba lo que no era.Eso nos pasa al común de los mortales cuando tras promesas vanas, y sonido de campanas vemos nuestros sueños pisoteados por la más cruda realidad. El consuelo que nos queda es pensar que a veces, lo más deseado no es lo que más nos conviene.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho la ambientación, el ritmo y la trama. Osea, todo.
Un abrazo, amigo
Para no llevarnos grandes decepciones es mejor no dejarse llevar por la ilusión. Lo que tenga que ser será. Pero en el caso de Gertrudis, era tanta la ilusión que la embargaba, imaginándose casada con su enamorado, que no pudo controlar la sensatez, pues veía en Anselmo lo que quería ver. Desde luego, no hay nada más doloroso que el amor no correspondido.
EliminarMe alegro que te haya gustado.
Un abrazo.
Qué pena me da Gertrudis. Los dolores sentimentales son más difíciles de curar que los físicos, a saber cuánto tiempo necesitó para recuperarse, es más, ¿se llegó a recuperar?
ResponderEliminarSAludos.
Un golpe tan duro como ese no se suoera de la noche a la mañana. Pero seguro que tarde o temprano aparecerá otro joven candidato que le hará tilín y que la corresponderá como merece.
EliminarLa vida amorosa es así.
Un saludo.
Un relato que me ha tenido atrapada hasta el final, ¡pobre gertrudis y sus sueños rotos!,
ResponderEliminarme ha gustado muchisimo llegar hasta tu blog, gracias por compartir
Un saludo
Carmen
Al principio la historia prometía tener un final feliz, pero uno es así de caprichoso, o malévolo, y le acabó dando un giro de 180 grados, je,je.
EliminarGracias a ti por venir a leerme, Stella.
Saludos.