lunes, 20 de enero de 2014

Anales de la Agencia Espacial Karlendoniana

Registro de viajes trans-temporales
Entrada correspondiente al año 4628 (año 127 de la nueva era)
 
 


En el año 4625, 124 años después de que los karlendonianos pobláramos la tierra, fui enviado al pasado para estudiar la historia y forma de vida de los humanos que habitaron el planeta antes de extinguirse y conocer qué fue lo que acabó con su especie.

Una vez tele-transportado a la tierra del año 2314 y al poco de haberme infiltrado entre los humanos, sufrí una infección múltiple y severa por microorganismos terrestres a los que no era inmune, estando a punto de perecer. Una vez recuperado, observé, con horror, que había perdido la facultad de tele-transportarme.

Descartando la posibilidad de recuperar a corto-medio plazo esa facultad perdida, tuve que conformarme con la única que tenía para regresar a mi época: viajar en una nave que los humanos habían diseñado y semejante a la que hacía siglos que habíamos dejado de utilizar. Por lo tanto, no me quedó más remedio que vivir como un humano más e infiltrarme, con el nombre de Karl Simpson (1) , en el equipo de investigación de la NASA que estaba desarrollando ese sistema rudimentario para viajar en el tiempo.

Tuve que ser extremadamente prudente para no levantar sospechas, tener paciencia y procurar hacer méritos para que me reclutaran como uno de los tripulantes de la nave que estaban desarrollando.

Ese tiempo fue para mí más que suficiente para comprobar lo autodestructivos que eran los seres humanos, deseando, cada vez con más ahínco, volver a este mundo e informar a mis superiores de la historia de la humanidad y de cómo el hombre estaba llevando el planeta a la total destrucción. Esto nos serviría, sin duda, para no caer en sus mismos errores.

Lo más difícil para mí fue tener que conservar durante meses, quizá años, un cuerpo humano que había sido diseñado para resistir sólo algunas semanas, pero trabajando en un laboratorio como aquél, aunque no lo suficientemente avanzado para mi gusto, sí mínimamente equipado, pude ir reparándolo, a la vez que preparaba mi plan de regreso, durante esas horas extras nocturnas en las que creían que trabajaba exclusivamente en su proyecto.

Con mis conocimientos sobre tele-transporte, les ayudé a construir un aparato de disgregación molecular que permitiría a los viajeros en el tiempo ser invisibles durante su estancia en el futuro, lo que me valió una gran consideración y estima por parte de mis superiores. Sólo me faltaba ser uno de los elegidos y procurar volver al año del que procedía.

Para asegurarme de esto último, manipulé el buscador de años empleando un algoritmo que difícilmente podrían descubrir los humanos de esa época, de modo que sólo le permitiera funcionar en múltiplos o divisores de la cifra que se introdujera como año de partida. Así, partiendo del año 2314, la máquina sólo permitiría lanzar un viaje hacia delante, a los años 4628, 6942, 9256 y así sucesivamente, o hacia atrás, a los años 1157, 771, 578, etcétera, pero la intuición me decía que los humanos preferirían desplazarse al futuro y, por precaución, al año más próximo. De ser así, todo estaba calculado, viajarían al año 4628 (a sólo tres años de diferencia del que yo procedía, algo perfectamente asumible) y la nave podría regresar al 2314 sin problemas.

Esa opción, la única válida para mis intereses, funcionó sin que nadie sospechara el origen de tal anomalía y, tal como  supuse, y luego me confirmaría el comandante McGregor, elegido como piloto de la nave, los máximos responsables del proyecto no quisieron posponer una vez más la fecha del lanzamiento para evitar reconocer públicamente una nueva contrariedad y el consiguiente bochorno ante sus superiores y los financiadores del proyecto, que ya estaban más que hartos de tantos aplazamientos.

Una vez de vuelta al año 4628, no desvelé, según lo previsto, mi naturaleza extraterrestre. De haber desvelado a los humanos el origen extraterrestre de los habitantes actuales de este planeta, existía la posibilidad, aunque remota, de que aquéllos modificaran su conducta, evitando la brutal degradación de la que la tierra estaba siendo objeto, cambiando, de este modo, el curso de la historia y nuestro destino, dejándonos sin este planeta habitable que tanto había costado hallar, poniendo así en peligro la supervivencia de nuestra civilización. Por tal motivo, esas imágenes que facilitaría a la NASA no revelarían nada fuera de lo considerado normal. Lo importante para ellos, más que saber cómo vivían los hombres del futuro, era demostrar a sus financiadores que se podía viajar en el tiempo.

Tras entregar al comandante McGregor unas imágenes, supuestamente grabadas sobre el terreno, pero que en realidad había elaborado en el laboratorio durante esas noches de trabajo extra, mi intención era salir de nuevo de la nave, con cualquier excusa, para no volver, dejando al comandante sin otra salida que la de regresar solo.

Debo admitir, que llegué a sentirme culpable por obrar así pero, al conocer, por boca del comandante, que había sido objeto de un engaño, que quienes me habían enrolado en el experimento sabían que la nave tenía un problema imposible de subsanar, incluso por una civilización tan avanzada como la nuestra, un problema que impedía el viaje de regreso y que ello no había sido óbice para detener sus planes, creyendo que estaban enviando a lo desconocido, quizá incluso a la muerte, a dos de sus colaboradores, no dudé en seguir sin titubeos el plan establecido.

A la vista de la situación, el comandante McGregor, afectado por una enfermedad en fase terminal e incurable por los humanos del siglo XXIV,  tuvo que quedarse con nosotros mientras que el Dr. Graves recibía las imágenes falsas que yo había confeccionado.

Lástima que el Dr. Graves, y los hombres como él, no vivirán para ver el cataclismo que les espera a los de su especie, pero al menos hemos contribuido, con este plan, a que esa temible y peligrosa humanidad no tenga un futuro en esta galaxia que ahora es nuestro hogar.

El paradero del comandante McGregor, una vez sanado de su enfermedad, ha sido motivo de muchas especulaciones. A pesar de los esfuerzos por averiguar su paradero, tras el periodo de observación y “restauración” al que fui sometido durante varias semanas, no me ha sido posible tener noticias de él. 
 
Cronología de los acontecimientos:

- Año 2314: año al que Karl fue enviado en su viaje de ida
- Año 3020: año de la casi total desaparición de la vida en la tierra
- Año 3492: año del descubrimiento del nuevo mundo
- Año 4501: año de la repoblación de la tierra por los karlendonianos
- Año 4628: año al que Karl regresó en su viaje de vuelta
- Año 4625: año en el que Karl inició su periplo en el tiempo
 
 
Firmado:  Uko Nospmis
Secretario científico adjunto de asuntos galácticos
 
(1) Karl, por Karlendo, el nombre de nuestro planeta, y Simpson, un anagrama de mi verdadero segundo nombre
 
 
 


6 comentarios:

  1. Qué buen relato, Josep, qué manera de enganchar al lector.
    ¿Tiene continuación?
    Un abrazo.

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  2. Muchas gracias Fefa, me alegro que te haya gustado pero, de momento, ahí acaba. Si algún día tengo noticias de Karl, os lo haré saber.
    Un abrazo.

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  3. Apasionante Josep Mª ...!!! Está tan bien ... oye .. no seras de verdad un extraterrestre .. En serio , me ha encantado. Esperamos que vuelvas a tener noticias de Karl algún día .

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    1. Pues no sé qué decirte Marisa, pero creo que sólo soy un poco extraterrestre en algunas ideas. Me alegro que lo disfrutaras.
      Besos.

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  4. Genial José, realmente es una narración extraordinaria para mi modesto punto de vista. Consigues la atención del lector, que sin ninguna duda es lo más importante para un escritor. Parece el guión de una película de ciencia ficción.
    Mis felicitaciones y un abrazo.

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  5. Gracias mil. Siempre satisface comprobar que se ha cumplido el objetivo, que es entretener y, a ser posible, enganchar al lector. Espero seguir en la misma línea.
    Un abrazo.

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