sábado, 4 de marzo de 2017

Un bosque bajo el mar


Cuando Alfredo se internó, tras veinte años de ausencia, en el bosque, sintió escalofríos. De repente, dejó de ser el treintañero enérgico y luchador en que se había convertido para volver a ser aquel niño atemorizado de diez años, cuando vivía con sus padres muy cerca de donde ahora ponía los pies.

Las viejas casas junto al mar ya no existen. Hace ya tiempo que las derribó la mano implacable de la Ley de Costas. Pero el bosque sigue allí, a cien metros escasos de la que fue su casa. Es un pinar colosal salpicado de encinas que parece otear la cala donde, cuando era niño, varaban las barcas de los pescadores. Desde que Alfredo marchó a la capital, el paisaje ha cambiado mucho, pero el bosque sigue allí, imperturbable, altivo, frondoso, encerrando un gran secreto. Nadie ha osado talar ni un solo árbol. Pero esa respetuosa conservación parece que no va a durar mucho. El nuevo consistorio pretende construir un puerto deportivo y una zona residencial de lujo, y el bosque es un obstáculo que se interpone entre los chalés a edificar y la futura marina. La solución pasa por hacerlo desaparecer bajo el agua. Un proyecto que acabaría con ese pulmón vegetal para permitir, de este modo, que los propietarios de las embarcaciones pudieran recalar a pocos metros de su residencia. El proyecto, de llevarse a cabo, revitalizaría la zona y enriquecería a sus habitantes. Eso es lo que dicen los promotores y defensores del proyecto. Pero Alfredo tiene una razón de peso, además de la ecológica, para detener o, por lo menos, demorar tal agresión al medio ambiente.

Alfredo ha querido volver al lugar donde nació y creció hasta que trágicas circunstancias le obligaron a abandonar el pueblo. Ha vivido con el recuerdo demasiado tiempo, sin contarle a nadie lo allí ocurrido hace tantos años. Ni siquiera se lo contó a su madre, quien nunca entendió la obsesión enfermiza que sentía por aquel bosque. Tan pronto cumplió la mayoría de edad, se marchó para no volver. Nadie entendió sus motivos porque nunca se atrevió a confesar la verdad. Pero nunca es demasiado tarde. Esperó a que sus padres ya no estuvieran para regresar y cumplir con su deber.

Vilamajor es un pueblo costero que creció entre el mar y la montaña, junto a una playa de arena blanca, que en verano hace las delicias de locales y visitantes por sus aguas cristalinas que invitan al baño y por sus adyacentes calas rocosas, cuyo fondo marino invita a la práctica del submarinismo.

En verano, al salir el sol, una intensa bruma avanza sobre la playa y sube, despacio, por la ladera del bosque, quedando éste a merced de una espesa niebla que ni los rayos solares se atreven a franquear. Ese es el momento, según los viejos del lugar, en que el bosque cobra vida, momento en que nadie debe perturbar la paz reinante. 

Alfredo, una mañana que quería contemplar la salida del sol y presenciar ese fenómeno, fue testigo de un hecho escalofriante. Atraído por unos gritos sofocados, se acercó sigilosamente hacia la entrada del bosque. Al poco de internarse, vio cómo dos individuos arrastraban a una joven que se resistía inútilmente. Un tercer hombre iba al frente abriendo camino. 

“No te adentres jamás en el bosque, ni siquiera te acerques a él”, le había repetido su madre hasta la saciedad. Si le hubiera hecho caso, no habría descubierto la terrible verdad, la que ahora deseaba a toda costa sacar a la luz.

Alfredo se había obligado a ocultar aquella experiencia, guardándosela para sí, sin compartirla con nadie, por temor a represalias. Pero cuando tuvo conocimiento de aquellos planes urbanísticos, no pudo dejar que la verdad quedara enterrada bajo el agua. Veinte años eran muchos, pero los padres de la joven todavía no se habían resignado a su pérdida. No creyeron la versión de una fuga premeditada. Y él conocía a los autores de aquella desaparición. Alguno ya peinaba canas, pero aún estaba a tiempo de hacer justicia. Demasiado tiempo había dejado pasar. Los asesinos debían pagar por su crimen. En esta ocasión no huiría despavorido como lo hiciera entonces, cuando vio lo que le hacían a aquella chica y cómo sepultaban luego su cadáver entre la espesura. 

Por su profesión de periodista, nadie sospechó el motivo de su verdadero interés por el bosque. De no hacer nada, acabará bajo el mar, argumentaba, y esa podía ser una crónica social de gran interés mediático. 

Cuando el calor latente y la humedad volvieran a producir la espesa niebla matutina, se adentraría en el bosque, como hizo aquel día, para no ser visto, e intentaría localizar el lugar donde aquellos asesinos hicieron desaparecer a la chica. Se internaría en el lugar del crimen siguiendo la misma senda brumosa que recorrió de niño.

No le dio tiempo a reaccionar cuando dos sombras que se le abalanzaron mientras intentaba reconocer la zona. Debieron adivinar lo que pretendía hacer y se le adelantaron. Así que sabían que los había descubierto veinte años atrás y dieron por hecho que entonces no les delataría. Pero no podían dejar que ahora hablara. Para él era muy fácil, pues aquél a quien no quiso delatar ya no vivía. Tener a un padre violador y asesino no es algo de lo que estar orgulloso. 

Lo último que Alfredo vio, además de unas caras envejecidas por el tiempo y enrojecidas por el odio, fue una pala de acero que le golpeó brutalmente la frente. Todavía seguía con vida cuando paladas de tierra cubrían su rostro. Hasta que se hizo la oscuridad.

Alfredo había imaginado muchas veces que quizá encontraría una muerte heroica en el campo de batalla, como corresponsal de guerra, o a manos de narcos o mafiosos, como periodista de investigación. Lo que nunca había imaginado era que sucumbiría por querer hacer justicia a una joven y que, como ella, acabaría en un bosque bajo el mar.

Fotografía: Cala Mitjana (Menorca)
Nota: La localidad mencionada en este relato con el nombre de Vilamajor es un pueblo ficticio.


33 comentarios:

  1. Caray Josep, que a mi me gustan los finales felices, haz el favor de seguir la historia y revivir al muchacho, jajaja.
    Es broma, no siempre las cosas acaban bien, pero de verdad que esta historia me ha dejado con muchas ganas de que siga...
    Me ha encantado, y como siempre aunque me repita, me gusta mucho como haces los relatos, tan bien expuestos, y tan gustosos.
    Un abrazo y buen finde.

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    1. Muchas gracias Elda, pero lamento no poder satisfacer tus deseos, pues no está ente mis planes resucitar a los muertos, jeje
      Un abrazo.

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  2. ¡Pufff! Me has dejado chafado, yo pensaba que al final se iba a hacer justicia con la muchacha. La realidad no obstante nos golpea a diario con con este tipo de finales en los que asesinos y violadores quedan impunes y lejos de la mano de la justicia.
    Bien narrada tu historia con tensión ambiental. Cuantas tumbas no habrá bajo el mar.
    Un abrazo.

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    1. Como bien sabemos, no siempre se acaba haciendo justicia y se atrapa al asesino o asesinos.
      Lamento haberte dejado chafado. Otra vez intentaré ser más positivo, jaja
      Gracias por tu comentario.
      Un abrazo.

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  3. Ohhh que pena que haya acabado de esta manera. Me hubiera gustado un final feliz para el pobre que solo quería hacer justicia.
    Muy bueno.
    Un besillo.

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    1. Al principio me planteé dejar un final abierto pero luego me pareció que lo más indicado era hacerlo de este modo y romper con el confort de un final placentero y victorioso.
      Muchas gracias y un beso.

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  4. Hola Josep!, al margen de la historia que me ha parecido espléndida, lo que más me ha gustado es el final, no por por la tragedia repetida, sino precisamente como, con un par de pinceladas, han pintado los secretos de un pueblo pequeño. Los que nos criamos en esos lugares sabemos bien como los rencores se concentran a medida que pasan las generaciones. Feliz domingo!

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    1. Son muchos los secretos inconfesables que se esconden en los pueblos pequeños. Testigos, a veces mudos, a veces olvidadizos, que desean mantener enterrada la verdad. Mi protagonista no solo no logró desenterrar ese gran secreto, sino que acabó siendo él el enterrado.
      Muchas gracias por dejar tu amable comentario.
      Un abrazo.

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  5. Una buena historia con un final inesperado. Me encantan las historias de pueblos pequeños. El paisaje precioso. Un abrazo

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    1. Los pueblos, cuanto más pequeños son, pueden resultar una gran fuente de ionspiración para historias de este tipo.
      Muchas gracias, Mª del Carmen, por leerme y comentar.
      Un abrazo.

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  6. No siempre ganan los buenos... Es más, en los últimos tiempos más bien suelen ganar los peores...

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    1. Sí, sí, los malos se han convertido últimamente en héroes, en los ganadores, en los invencibles, incluso en los admirados. Para ellos no existe la justicia.
      Una abraçada, company!

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  7. Vaya y yo que pensé que como buen periodista tenia la noticia de su vida, y además se haría justicia y saldría la verdad, pero hechos así por desgracia no suelen tener un buen final, eso si, me has atrapado hasta el final con esa esperanza. un abrazo. TERE.

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    1. Y tenía la noticia de su vida pero no tuvo ocasión de hacerla pública. Se confió demasiado y no pensó que la maldad tiene ojos en todas partes.
      Un abrazo, Tere.

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  8. Que triste historia, como buen periodista quería la exclusividad del caso, pero no siempre ganan los buenos, y este es uno de esos casos en los que el asesino gana la partida.
    Un abrazo Josep.
    Puri

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    1. No debió haber actuado solo, pero como periodista de investigación, quiso actuar por su cuenta y riesgo. Y así le fue al pobre.
      No siempre la verdad acaba saliendo a la luz.
      Un abrazo, Puri.

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  9. Un relato realmente impactante, querido Josep. Intuía un secreto, una tragedia, un crimen quizás, pero no algo tan doloroso para el protagonista y que además le costó tan caro. Siento que los violadores y asesinos se salieran con la suya finalmente, pero hay que aceptar que no todas las historias acaban bien. ¡Muy bueno!

    Un abrazo y feliz tarde de domingo.

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    1. Los grandes secretos, cuando esconden una gran injusticia, deberían salir a la luz para reclamar el justo castigo para el violador y asesino. Vemos, por desgracia, cómo delincuentes peligrosos no siempre reciben el castigo merecido o bien ni siquiera son llevados ante la justicia (p. ej, el caso de las niñas de Alcásser o los asesinos de Marta del Castillo, entre otros muchos casos). Esa es la dura realidad.
      Muchas gracias, Julia, por comentar.
      Un abrazo.

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  10. ¡¡¡Hola!!!!
    El final me ha sorprendido, pero me gusta, no siempre es todo feliz y maravilloso, y nos has devuelto el poder de la sorpresa.
    Un abrazo.

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    1. A veces se puede sorprender con un final feliz y otras con uno infeliz. Pero el caso es sorpender, jaja. Y me alegra haberlo conseguido.
      Un abrazo.

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  11. A veces a los enemigos no hay que buscarlos en guerras extranjeras, los tenemos muy cerca y hasta convivimos con ellos en nuestra propia casa.
    Genial relato, Josep, con un final quizás injusto pero, por desgracia, muy real.
    Un abrazo.

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    1. Cuántas veces nos hemos sorprendido al conocer la autoría de un asesinado. ¡Quién lo iba a decir! es una expresión muy habitual. Tener un violador y asesino en la familia, concretamente a su padre, marcó la vida del protagonista, sobre todo por haber protegido a los culpables. Aunque tarde, se decidió a reparar su omisión y hacer justicia. Lástima que ésta se resistió a obedecer sus deseos.
      Un abrazo.

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  12. Pues desgraciadamente así es, Julio David. De vez en cuando conviene recordar que en esta vida no todo son laureles, aunque sea en un relato de ficción.
    Saludos,

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    1. Moltes gràcies, Joan.
      Agraeixo la teva visita.
      Una abraçada.

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  14. Qué fuerte me ha resultado, Josep Mª. Pero es que...¿qué hacer con un secreto que uno no puede seguir guardando para sí? La intención fue heroica, desde luego, aunque no su muerte.
    Estupendo relato.
    ¡Un beso!

    Pd: Por cierto, no sé si ha sido un lapsus el nombre "Alberto" del segundo párrafo. Me descolocó un poco pero seguramente querías decir "Alfredo" ;-)

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    1. Si el consistorio no hubiera planteado la reforma del perfil marítimo, Alfredo quizá no se hubiera decidido a volver, tantos años después, para reabrir el caso de la desaparición de la chica y, por lo tanto, quizá seguiría con vida. ¿Cosas del destino?
      Muchas gracias por tu comentario y por hacerme notar ese gazapo, que voy a corregir de inmediato.
      Un abrazo.

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  15. El pasado siempre vuelve, los pecados cometidos siempre se cobran su redención, en el caso de Alfredo su silencio no obtuvo perdón, llegó tarde y en el peor momento. Un final sorprendente que se sale del lugar común de que siempre podemos enmendar los errores. Esa reflexión final es tan cruel como llena de resonancia. Y como siempre narrado con maestría. ¡Un abrazo!

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    1. Efectivamente, el pasado permanece agazapado, aparentemente olvidado, a menos que los remordimientos lo hagan emerger, como en este caso. El protagonista quiso enmendar su silencio pero acabó llevándose el secreto a la tumba.
      Muchas gracias, David, por tus comentarios.
      Un abrazo.

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  16. Impactante!
    Rabiosamente afecta por la no justicia.
    Como tantos crímenes q no llegan a ver la luz de la justicia :(
    Me ha encantado leerla, me ha acaparado toda la atención.
    Gracias.
    Te sonrío con el Alma.

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    1. Me alegro que te haya impactado. Ese suele ser la sensación que uno tiene ante las injusticias que quedan sin resolver ni castigar.
      Muchas gracias por pasarte, leer y, sobre todo, dejar este comentario.
      Un abrazo.

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  17. Ironías de la vida eh, me ha recordado el texto a un fragmento de una canción de Revólver, que decía que "y cuando al fin sé cómo funciona el juego, se me acaban las monedas, ironías de vivir". El hombre fue a apartar viejos fantasmas de su vida y al final terminó formando parte para siempre del lugar donde se crió. Un buen texto aunque de final triste. ¡Un abrazo!

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    1. Un final realmente triste, que no invita a pensar que todo en la vida tiene un final feliz, que las buenas acciones siempre acaban obteniendo su recompensa y que, en definitiva, los malos siempre reciben su merecido. Lo único "moralizante" de esta historia sería que hay que luchar para que la verdad salga a la luz y no debemos hacernos cómplices de las injusticias, aunque dudemos de poderlo conseguir.
      Muchas gracias, José Carlos, por tu aportación.
      Un abrazo.

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