Terminé el año 2023 con un cuento navideño, de modo que he pensado iniciar el actual con uno de fantasmas, pero, eso sí, de los que no dan miedo, sino más bien risa. Y es así, con una sonrisa, con la que deseo estrenar este nuevo año bloguero, para contrarrestar tantas penurias que acechan desde el exterior.
En
este caso, también se trata de un cuento recuperado, que acaba de cumplir diez
años. Si alguno/as de mis lectore/as tiene tanta memoria como para recordarlo,
espero que, aun así, le guste su relectura.
Si, en vida, Don Filiberto ya fue un hombre avaro,
egoísta, ingrato, maniático, gruñón y extremadamente quisquilloso, una vez
abandonado el mundo de los vivos, se convirtió en un fantasma de lo más
insoportable. Si cuando vivía en el más allá, o en el más acá, según quien lo
mire, tenía, por culpa de su mal carácter, muy pocos amigos, ahora estaba más
sólo que la una pues nadie le tragaba.
No soportaba el sonido
de los relojes al dar las horas, pues decía que esas sonoras campanadas le alteraban
los nervios y no le dejaban pegar ojo, ni el ruido de las cadenas que sus
congéneres se empeñaban, según él, en arrastrar para mayor pavor de los
visitantes del lugar, por no mencionar el graznido de los cuervos y menos aún
el griterío de los murciélagos cuando, a
medianoche, salían de lo alto de la torre para ir de cacería insectívora. Y
así, un sinfín de manías.
Cuando sus compañeros y
compañeras del inframundo, como les gusta llamarlo, le reprochaban su conducta
insociable y nada propia de un fantasma que se precie, se paseaba todo el día y
toda la noche enfurruñado, profiriendo mil y una imprecaciones contra todo
aquel y aquella que se le cruzaba por los pasillos y se empeñaba en hacerles la
vida todavía más imposible.
Hasta que un día, sus
más que hastiados colegas decidieron, tras una asamblea plenaria, expulsarlo
del castillo. Maldito el día en que la Secretaría de Recursos Inhumanos decidió
destinarlo allí.
Y desde aquel día, el
fantasma de Don Filiberto vagó, como alma en pena, por los alrededores de la
que debía haber sido su morada eterna.
Solo y abatido, el
fantasma de Don Filiberto se sumió en una depresión que lo mantuvo un tiempo
incontable en estado vegetativo del que no creía poder salir, hasta que vino a
hacerle compañía el fantasma de Don Olegario.
El fantasma de Don
Olegario, al igual que el de Don Filiberto, tenía muy mal carácter, motivo por
el cual también había sido desterrado de la mansión donde había habitado
durante más de un siglo, desde que dejara el mundo material. El fantasma de Don
Olegario también había estado vagando, desde entonces, en busca de un refugio,
sin que un maldito castillo, mansión o caserón se cruzara con él.
Reunidos así en el más ingrato
ostracismo, los dos fantasmas se hicieron amigos, los primeros amigos que
habían hecho desde que abandonaran sus cuerpos materiales. Y juntos, trataron
de elaborar un plan de supervivencia.
Pasaron los años y cada
vez se sentían más desamparados y aburridos. La paz y tranquilidad de los
bosques que ahora frecuentaban ya no les atraía y, poco a poco, sintieron
añoranza de la compañía de sus semejantes y del calor del hogar, aunque fuera
un hogar de difuntos.
Y así, un buen día,
tomaron una decisión, dura pero práctica: debían reciclarse, debían asumir las
reglas de los fantasmas normales y, como tales, debían adoptar sus hábitos y su
mentalidad, debían volver con los suyos, hacer un acto de contrición, pedir
perdón humildemente por su mal comportamiento y solicitar su reingreso a la Hermandad
de las Almas Buenas. Mejor eso que vagar eternamente sin rumbo y ser abducidos
por los malos espíritus, que cada vez eran más, y más agresivos.
Tras pensarlo
detenidamente, decidieron ir juntos al castillo donde había morado Don
Filiberto, mucho más confortable que la mansión de Don Olegario, pues ya que
tenían que pasar allí la eternidad, mejor pasarla con todas las comodidades a
su alcance. Además, yendo juntos podrían aunar esfuerzos para convencer a la
comunidad de espectros de ser aceptados nuevamente en su seno. Si éstos les
veían realmente arrepentidos, ya moverían los hilos para que la Secretaría de Recursos
Inhumanos retirara las acusaciones de mala conducta de sus expedientes.
Pero cuando estaban en
camino, a pocos kilómetros del castillo, oyeron unos gritos de ultratumba frente
a ellos. Cautos, se escondieron bajo la hojarasca para no ser vistos, hasta que
atisbaron una pléyade de fantasmas que se dirigían hacia donde estaban y que,
despavoridos, parecían huir de algo. Fue entonces cuando el fantasma de Don
Filiberto distinguió en ese batiburrillo de fantasmas de toda edad, sexo,
creencia y condición a sus viejos compañeros.
Púsose el fantasma de
Don Filiberto frente aquella caterva de espíritus enloquecidos para darles el
alto y requerirles el motivo de tanto barullo, pero, impotente, vio cómo
pasaron a su través sin tan siquiera reconocerle ni prestarle atención. Sólo el
último de esa barahúnda de enloquecidos fantasmas, ese niño-fantasma que tanto
le había dado la lata en el castillo, pareció reconocerle y se giró en el
último instante para decirle, a voz en cuello, que no se acercara al castillo,
pues había sido invadido por un espíritu extremadamente violento que, al
parecer, estaba buscando a otro a quien quería ajustarle las cuentas. Tal era
su mal carácter y su poder maléfico que les había amenazado con entregarlos a
los malos espíritus, con los que mantenía muy buena relación, si no le
indicaban el paradero del objeto de su ira y de su venganza personal, pues
andaba largo tiempo buscándole y se le había terminado la paciencia.
El fantasma de Don
Filiberto, viendo así truncadas sus esperanzas y temiendo lo peor, voló
frenéticamente tras el niño-fantasma de buen corazón, para requerirle si sabía
el nombre de ese espíritu tan peligroso y si, por casualidad, sabía a quién
buscaba exactamente.
El pequeño fantasma,
exhausto y atemorizado, volando agarrado a la cola de su predecesor, sólo le
pudo decir que lo único que sabía era que se trataba de UNA fantasma que se
hacía llamar Doña Gertrudis, pero que no sabía el nombre del desafortunado en
quien quería descargar toda su ira.
El fantasma de Don
Filiberto, más blanco que la sábana que solían usar para espantar a los
ingenuos visitantes del castillo, se detuvo en seco y agarrando el brazo
incorpóreo de Don Olegario le dijo, con voz trémula y entrecortada: Vayámonos raudos
de aquí, Don Olegario, pues ha sucedido lo que llevo mucho tiempo temiendo. Y
ante la expresión de incredulidad de éste, añadió: Al parecer, mi señora esposa
ha fallecido y su fantasma anda buscándome para ajustar cuentas.
Y desde entonces, una
cada vez mayor cantidad de fantasmas andan vagando sin rumbo, como almas
atormentadas, buscando refugio y la paz eterna, y que no descansarán hasta que
ese espíritu colérico no haya encontrado su propia paz llevando a cabo lo que
considera un acto de justicia: que su difunto esposo pague por no haberle
dejado, al fallecer, ni un solo euro en herencia.
Un gusto leer un relato lleno de humor, divertido y en un tono muy ameno para el lector. Yo creo que el que ha sido un plasta en la vida lo es también en el cielo, en el infierno o en el mundo de los fantasmas je,je. Desde luego la historia daría para una continuación ;9
ResponderEliminarUn abrazo, Josep.
Pues sí, genio y figura hasta la sepultura, como dice el refrán, je, je.
EliminarMe alegro haberte divertido. Falta que nos hace.
Un abrazo, Miguel.
Muy jocoso. Los fantasmas al final se alían o huyen de otros fantasmas, pero esa señora difunta, Gertrudis, debe ser una pesadilla hasta para el resto de fantasmas.
ResponderEliminarMuy cómico. Un abrazo, y feliz día
Es que, en el mundo de los fantasmas, también hay clases y clases, ja, ja, ja. Y el que tiene mal genio lo tiene con ganas.
EliminarUn abrazo.
...
ResponderEliminarVaya, he ido a probar si se publicaba el comentario, y ahora q he puesto unos puntos, lo ha cogido, sin embargo ayer q lo mandé diecitantos, :)), me salía un letrerito de error.
EliminarA ver ahora!!.
Hola Josep. Pues no me suena haberlo leído, sino recordaría algún detalle como me ha pasado con alguno que has reeditado.
Pobre fantasma, ni en el más allá se libró de su esposa, jajaja. Su amigo y él, eternamente huyendo junto a los demás.
Muy simpático el cuento.
Un abrazo amigo y buena semana.
Lamento la dificultad que has tenido para dejar tu comentario y te agradezco tu perseverancia, je, je.
EliminarCreo que Don Filiberto no se librará del castigo por parte de su enajenada mujer. Eso le ha pasado por tacaño, así que se lo tiene bien merecido, ja, ja, ja.
Un abrazo, Elda.
Pues sí que es muy divertido el cuento, lo de que la Secretaría de Recursos Inhumanos decidió destinarlo a otro lugar tiene tela, no quiero pensar en Doña Gertrudis cuando encuentre a su marido.
ResponderEliminarAbrazos.
Estamos acostumbrados a las historias de fantasmas con tintes de terror. Este rompe los moldes para darle un toque divertido, o eso es al menos lo que he pretendido.
EliminarPor mucho que intente esconderse, el fantasma de Don Filiberto no hallará descanso hasta que el fantasma de su mujer no dé con él, je, je.
Un abrazo.
El caso es que traté de comentar ayer como unas veinte veces y al final ya no sé si llego a quedarse el comentario. En cualquier caso creo que venía a decirte que ya me había parecido a mí que el problema conyugal no había sido de cuernos y que me había parecido muy original y divertido el cuento.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pues sí, Chema, tu comentario ha llegado a buen puerto. No sé qué ocurre últimamente, pero ya han sido varios los casos en que ha resultado complicado dejar un comentario en este blog. Por fortuna, recibo por gmail las notificaciones de nuevos comentarios, puedo ver quién los envía y el texto. Si no aparecen en este apartado del blog, voy a "diseño" y en el apartado de "comentarios" puedo ver el que no ha podico publicarse y entonces activo su publicación y ya está. No obstante, ignoro por qué ocurre solo en algunos casos.
EliminarSea como sea, te agradezco que hayas dejado el tuyo y me alegra que este cuento te haya divertido.
Un abrazo.
Creo que ya había leído este relato. Me suena mucho, pero hace menos de diez años porque entonces ni siquiera tenía el blog.
ResponderEliminarEs buenísimo, un fantasma 👻 tan insoportable que lo expulsan del castillo. Absolutamente genial don Filiberto.
Un beso.
Es posible que lo leyeras tiempo después de haberlo publicado, pero no me consta que dejaras un comentario. De hecho, solo hubo uno, pues este blog estaba en su inicio y todavía tenía pocos seguidores.
EliminarPor tal motivo he querido recuperarlo, para darle una segunda oportunidad a Don Filiberto, je, je.
Me alegro que te haya gustado.
Un beso.
Jejeje, Josep, el pobre Don Filiberto va ser el primero al que eso de En paz descanse no va a poder cumplir. Has creado una historia con tintes de leyenda, por lo menos con ese final donde las almas no tienen más remedio que vagar para huir de la belicosidad de una relación conyugal que ni la muerte los separó,.
ResponderEliminarMuy bueno, y sarcastico, eso lo mejor.
Un abrazo!
En cierto modo, Filiberto recibió una buena dosis de su propia medicina. Creyó que al abandonar su vida material, podría seguir campando a sus anchas y practicado su mal humor. Pero la tortilla ha dado la vuelta y ahora será él quien sufra el ma carácter de su ex mujer, je, je.
EliminarUn abrazo.
¡Hola, Josep! Ja, ja, ja... En los velatorios y demás se suele decir algo así como que ya nos reuniremos con el fallecido en el cielo o que allá nos reencontraremos con nuestros seres queridos. Bueno, si esto es así, ¿qué impide que allá también nos reencontremos con las Gertrudis de turno? ¡Y además por toda la eternidad! Divertidísimo relato, Josep. Un abrazo!
ResponderEliminarHola, David. Si al fantasma de Don Filiberto le hubieran preguntado si quería reencontrarse con su mujer, seguro que habría preferido resucitar y volver a su vida material antes de sufrir su venganza, je, je.
EliminarUn abrazo.
Ya dice el refrán que quien siembra vientos, recoge tempestades. Y la tempestad persiguó al tacaño de Filiberto hasta el más allá. Veremos si su vida "extraterrestre" se convertirá en un purgatorio o en un infierno.
ResponderEliminarUn abrazo.
Dios nos libre del fantasma de una esposa enfurecida, ja, ja, ja.
ResponderEliminarMuy buena manera de empezar el año, Josep Mª, un humor fino y con retranca. Me ha encantado esa Secretaría de Recursos Inhumanos.
Un beso.
Yo, por si acaso, dejaré a mi mujer en las mejores condiciones económicas posibles, ja, ja, ja.
EliminarMe alegro haber puesto una sonrisa en tus labios, una buena forma de empezar el año. Ojalá pudiéramos seguir así todo el 2024.
Un beso.
Ni muerto le dejan descansar a uno las malas pécoras de turno. Este tipo de fantasmas rencorosos deberían tener otro tipo de penitencias. Un abrazo y disculpa mis largas ausencias.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola, Javier. Cuánto tiempo sin "verte" por aquí, aunque ya sé que lo bueno se hace esperar, je, je. Me hago cargo de que tus obligaciones profesionales y familiares no te dejan mucho tiempo para navegar por la blogosfera. Así que bienvenido seas.
EliminarEn mi historieta, la mala relación de Filiberto con su señora (de otro modo no la habría dejado sin un duro) le pasará factura para toda la eternidad, je, je.
Un abrazo.