Parece mentira que una lectura sea capaz de
evocar unos recuerdos que habíamos eliminado de nuestra mente, como si
despertáramos de una letargia o de un sueño placentero para darnos de bruces
con una angustiosa realidad.
Aunque he visto alguna
película y serie televisiva basadas en la novela de Robert Louis Stevenson,
titulada El extraño caso del doctor Jekyll y míster Hyde, nunca había tenido la
oportunidad de leerla y si lo he hecho ahora ha sido porque me la regaló mi
hermano estas pasadas navidades.
Al principio era reacio
a hacerlo, pues la trama me era muy conocida, pero como las novelas suelen ser
mejores que las películas a las que dan lugar, me dije que bien valía la pena
destinar unas horas a su lectura para comprobarlo.
Pero algo extraño obró
en mí. A medida que avanzaba en la lectura, me vi cada vez más inmerso en los
acontecimientos que se narran, sintiéndome inevitablemente atraído por ese
doctor que de día es un hombre respetable y de noche una bestia salvaje. Lo más
curioso es que, al margen de la fantasía, veía en esa historia un atisbo de
realidad, una realidad que me resultaba muy familiar. De algún modo, me vi
reflejado en las andanzas de ese personaje de dos caras.
De pronto, como si de
una revelación se tratara, recordé que de niño tenía un comportamiento que
alarmó a mis padres y que un especialista diagnosticó como un trastorno
bipolar. Ello les alivió relativamente. «Existe un tratamiento muy eficaz para
esta afección. Su hijo podrá llevar una vida totalmente normal»,
afirmó el médico. Y digo relativamente porque mi querida madre, que se preocupa
en exceso por todo, y mi padre, que es de naturaleza pesimista, no dejaron,
desde entonces, de controlar mis movimientos y me observaban constantemente
como si fuera un loco peligroso del que tenían que protegerse. Solo mi hermano,
inmune a cualquier espanto, me trataba con aparente normalidad, aunque creo
que, en el fondo, también me consideraba un bicho raro.
Para los que no lo
sepáis, la bipolaridad se manifiesta por cambios repentinos e intensos del
estado de ánimo, pasando de una actitud eufórica a una irritable o depresiva.
Tuve que asumir, por lo tanto, que tenía una enfermedad mental que requería un
tratamiento farmacológico constante, que no debía abandonar bajo ningún concepto.
Consciente de la preocupación de mis progenitores, me esforcé en controlar
algunos impulsos de tipo maníaco que les habría alarmado.
Creo que esa represión
férrea que me autoimponía de día, hizo que, por la noche, con el ánimo más
relajado, los arrebatos me asaltaran de una forma mucho más agresiva,
desarrollando así una dualidad de comportamiento: de día aparentaba ser una
persona normal y por la noche me convertía en un ente fuera de todo control. Esa
agresividad nocturna, imposible de detener, me obligó a escabullirme de casa
para que mis padres no se percataran de lo que pasaba, pues temía que pudiera
destrozar todo a mi alrededor y quién sabe si hacerles a ellos un daño físico.
En el primer arrebato que tuve de este tipo, solo llegué a destrozar mi
ordenador, porque mis padres, alertados por el ruido, acudieron raudos a mi
habitación. No sé qué excusa les di porque apenas me acuerdo de lo ocurrido. Sí
sé que estos episodios iban siempre precedidos de un aviso, como dicen que les
ocurre a los epilépticos. Así pues, tan pronto notaba que se iba a producir uno
de ellos, sin saber cuán agresivo sería, salía de casa y merodeaba por los alrededores,
pensando que el aire fresco y el cambio de ambiente me calmarían. No obstante,
a veces me despertaba tumbado sobre un banco o en mi cama sin recordar nada de
lo sucedido durante esos lapsus mentales. Por suerte, siempre había podido
volver a casa sin despertar a nadie.
La cosa empezó a
preocuparme cuando aparecieron en el vecindario gatos y perros con los huesos
quebrados y, en alguna ocasión, abiertos en canal. Enseguida corrió la voz de
que había un perturbado sádico que atacaba a esos pobres animales como lo haría
una alimaña, alertando de ello a todos los propietarios de un animal de
compañía.
Al conocer esa horrible
noticia, instintivamente la relacioné con mis salidas y ausencias mentales nocturnas.
Me horroricé ante la posibilidad de que yo fuera el autor de esas muertes, que
mi trastorno mental me hubiera convertido en un monstruo peligroso para la
sociedad, pues ¿quién me decía a mí que una noche no la emprendería del mismo
modo con un sintecho o un transeúnte cualquiera? ¿Qué podía hacer para
evitarlo? ¿Atarme a la cama? Yo solo no podía hacerlo, necesitaría ayuda. Y
entonces decidí confesárselo todo a mi hermano, pues de haberlo sabido mis
padres, seguramente me habrían internado en un centro psiquiátrico.
De este modo, todas las
noches, sin excepción, mi hermano me ataba de pies y manos a la cama, y a la
mañana siguiente, muy temprano, me soltaba. Para él todo eso le resultaba
divertido, como si de un juego se tratara; por ello, seguramente, nunca puso ningún
impedimento. Pero esa situación no podía alargarse indefinidamente. Mi hermano
empezó a cansarse de todo ese ajetreo y yo tampoco soportaba mis ataduras. No
podía vivir así de por vida. Por lo tanto, decidí visitar al psiquiatra que me
había instaurado el tratamiento, argumentando que este ya no hacía el efecto
deseado y temía que mi enfermedad se agravara. Aquel decidió, pues, cambiarme
la medicación por otra más reciente y probablemente más eficaz, como así resultó
ser, pues mis episodios se redujeron sustancialmente hasta desaparecer.
Y fueron pasando los
años, hasta que llegó el día en que decidí empezar una nueva vida fuera del
cobijo familiar. Cuando terminé mis estudios superiores, con mi primer sueldo,
alquilé un piso no muy alejado de la vivienda paterna. Nunca se sabe cuándo uno
puede necesitar la ayuda de la familia. Ya no necesitaba que nadie me atara a
la cama y aunque llevaba tiempo exento de síntomas, corría el riesgo de que mis
delirios asesinos reaparecieran. Pero,
para mi tranquilidad, nada anormal ocurrió. Reinaba la calma y aquellos
episodios tan desagradables pasaron a la historia, olvidándolos por completo. Hasta
hoy.
Este mediodía, después
de diez años de mi emancipación, me ha asaltado una terrible duda. En el
Telenoticias han informado que se han descubierto cuatro cadáveres enterrados
en un solar en obras del barrio, que han sido hallados por unos operarios al
remover la tierra con una excavadora. Según el forense, aunque todos ellos
presentaban múltiples cuchilladas, la muerte les sobrevino por un fuerte golpe
en la cabeza, con hundimiento del cráneo y pérdida de masa encefálica. El arma
del crimen tuvo que ser un objeto pesado y con el extremo romo.
Según han hecho saber
las autoridades, los cuatro sujetos llevaban muertos una o dos semanas. La
autopsia lo acabará de confirmar. Un portavoz de la policía ha afirmado que,
con toda probabilidad, los hechos ocurrieron de madrugada, pues la zona suele
estar muy concurrida hasta altas horas de la noche y no ha habido testigos oculares.
Como no se ha encontrado ningún documento que pueda identificar a las víctimas,
la policía está revisando todas las denuncias de desapariciones recientes.
De pronto he sentido un
fuerte mareo y me he desvanecido. Al volver en mí, he intentado sosegarme
infructuosamente. Todavía no era la hora de tomarme la medicación, pero lo he
hecho, por si acaso tenía una recaída. Mi nerviosismo sobrepasaba con creces la
calma que reclamaba mi cuerpo y mi mente. ¿Podía ser yo el autor de esos asesinatos
como lo fui presuntamente, años atrás, de aquellos pobres animales? Reconozco que,
con la lectura de esa maldita novela, mi mente ha volado, en más de una
ocasión, por un sendero maligno, imaginándome actuando como ese Míster Hyde. Incluso,
en una ocasión, recordando alguno de los pasajes más violentos, he sentido una malsana
excitación. Pero una cosa es la imaginación y otra la realidad. Yo no podía ser
el asesino de esos cuatro desgraciados. ¿Acaso esa novela me había trastornado
tanto como para adoptar, sin darme cuenta, la doble personalidad de su
protagonista? Tenía que ser casual que esas cuatro muertes se produjeran
justamente durante los días que invertí en la lectura de la misma.
De todos modos, conociendo
mis antecedentes, muy a pesar mío y solo para eliminar toda sospecha sobre mi
más que dudosa autoría, he puesto el apartamento patas arriba para comprobar
que no existe prueba alguna en mi contra.
La búsqueda se ha prolongado
más de una hora, tras la cual solo quedaba por revisar el altillo de mi armario
trastero. Allí guardo recuerdos de mi infancia, olvidados en una vieja caja de zapatos.
La he abierto con manos temblorosas con solo pensar que podía contener alguna
prueba incriminatoria. Pero ¿qué prueba podía haber en una pequeña caja de cartón?
A simple vista no había
nada extraño, pero bajo mis colecciones de cromos, un montón de viejas
fotografías y dos medallas de natación de mi época escolar, he hallado cuatro carteras
que nunca había visto. ¿Pertenecerían a los cuatro hombres asesinados? Aun
intuyendo que así era, no he querido abrirlas, me las he guardado en mi mochila
y he salido raudo a la calle. Tras haber andado un par de kilómetros y
cerciorarme de que nadie me veía, las he sacado, las he limpiado con un pañuelo
para no dejar huellas y las he arrojado a un contenedor.
Lo único que puedo
hacer ahora es seguir atentamente las noticias, aunque no sé muy bien porqué. ¿Por
morbo, como haría un asesino en serie? La novela de Stevenson también la echaré
en el primer contenedor que encuentre, aunque es absurdo. Dudo mucho que
pudiera ser considerada una prueba que justificara mi comportamiento, pues no
soy sospechoso de nada. O quizá se la devuelva a mi hermano. Pero cuando he vuelto
a casa, no ha habido forma de encontrar el maldito libro. Mejor así.
Consternado por lo que
acababa de descubrir, pues imaginaba que mi bipolaridad agresiva estaba
perfectamente controlada y que aquellos episodios que tanto me habían
perturbado ya eran cosa del pasado, me he tumbado en el sofá, sin saber qué
rumbo tomar.
Llaman a la puerta. ¿Será mi hermano? Últimamente
frecuenta cada vez más mi apartamento, del que, poco a poco, está tomando
posesión. Dice que también quiere independizarse, pero que no tiene dinero
suficiente. Empezó quedándose a dormir cuando pillaba una cogorza de aúpa y no
quería que nuestros padres lo vieran en ese lamentable estado. Luego, sus
estancias se han ido prolongando, dice que es para hacerme compañía. Encima,
está utilizando el poco espacio libre que me queda para embutir en él ropa,
enseres personales y algunos trastos, el último ha sido su bicicleta y el bate de
cuando jugaba a beisbol y al que le tiene mucho cariño. Pero ahora que lo
pienso, no lo he visto por ninguna parte durante mi inspección ocular de esta
tarde.
Miro por la mirilla y es, efectivamente, mi hermano. Lleva una bolsa de deporte en la mano. Es la que usa para ir al gimnasio. Me dice que hoy también se quedará a dormir, pues ha quedado con unos amigos y seguramente volverá de madrugada y no sabe en qué estado. Se ha ido a duchar, pues, con las restricciones de agua, las duchas del gimnasio están inutilizables. Mientras está en el baño no puedo dejar de mirar la bolsa de deporte que ha dejado en el suelo. Por las dimensiones, bien podría contener un bate de beisbol. ¿Habrá sido mi hermano quien se ha quedado con la novela? No, si ahora resultará que, además de bipolar, soy un paranoico.
Caray Josep que historia más interesante y peligrosa, jajaja, casi me ha entrado miedo.
ResponderEliminarYo tengo un amigo que es bipolar, pero que yo sepa no le da por lo malo, lo único, según me contó él, tiene temporadas que esta muy eufórico y otras muy deprimido, cambios bruscos que le perjudican a él, pero si está bien medicado sigue una vida totalmente normal.
Vaya sufrimiento el de tu personaje, y encima no se acuerde nada... Me ha parecido muy bueno, además tus narraciones son estupendas y digeribles, con ganas de llegar al final a ver que pasa.
Un placer la lectura Josep.
Un abrazo y buen finde.
Hola, Elda. Yo también conozco un caso de una persona con trastorno bipolar y aunque se toma la medicación y suele estar bastante equilibrado la mayor parte del tiempo, de vez en cuando tiene una crisis maníaco-depresiva que ha obligado a ser ingresado.
EliminarMuchas gracias por tu valoración de mis narraciones y me alegro mucho que disfrutes con ellas.
Un fuerte abrazo.
20 puntos. Muy buen relato. Comienzas como una resena literaria, luego le entras al ensayo científico, después rememoras algo acerca de tu infancia y PLUSS, lo sumerges a uno de zopetón en una trama de novela, en este caso cuento, negro o policial. Te felicito.
ResponderEliminar~~~
Y hablando de cuentos, megustaría que leyeras uno. Es largo, pero te garantizo que no te lo parecerá
https://tigrero-literario.blogspot.com/2024/01/la-propiedad-cuento.html
Muchas gracias, Alí por tu amable comentario.
EliminarIntentaré leer tu cuento, pero te adelanto que cuando me encuentro ante un texto muy largo se me arrugan las neuronas y me echa para atrás. Eso me ha pasado con otros de tus cuentos que me has recomendado, por lo que te pido disculpas por no haberlos leído. En este caso, sin embargo, ya que insistes, haré una excepción e intentaré llegar hasta el final, je, je.
Un abrazo.
Me gusta la idea de que lo que dispara la alternancia de bueno a malo y visceversa sea la lectura del famoso libro, y por eso me ruego para que el protagonista no le ponga mano al "Retrato de Dorian Gray", que mas o menos tiene consecuencias similares.
ResponderEliminarAhora bien SI, yo creo que la bipolaridad si no se trata se va agravando con paranoia y psicosis .... es un trastorno mental muy complejo.
Ojala el hermano vuelva a tomar cuidado del prota bipolar. Se requiere de nuevo las amarras.
Hay lecturas que llegan a impresionar tanto al lector, que este llega a meterse en la piel del protagonista, sinténdose, por un momento, un alter ego del mismo o parte de él. Afortunadamente, que yo sepa, nadie ha llegado tan lejos como mi protagonista, ja, ja, ja.
EliminarEn efecto, la bipolaridad hay que tratarla de por vida, pues de lo contrario puede agravarse y haber recaídas peligrosas.
Un abrazo, José.
Sorprendente la evolución del texto que se presentaba como una clásica reseña para desembocar en un relato lleno de intriga y que en cierta manera es también un homenaje a la obra de Stevenson. La primera persona utilizada es un recurso narrativo que engancha muy bien con un toque de realismo muy acertado.
ResponderEliminarUn abrazo, Josep.
Hola, Miguel. La propuesta de El de El Tintero de Oro ha inspirado esta historia, pero como casi siempre acabo escribiendo un texto mucho más extenso de lo que marcan las bases, he tenido que presentarlo fuera de concurso. Pero esto es lo de menos, lo importante para mí es que agrade a mis lectores.
EliminarNo sé muy bien porqué, pero me gusta usar la primera persona. Creo que es porque da más realismo a la historia que se cuenta.
Muchas gracias por tu tiempo y dejar tu comentario.
Al principio he pensado que estabas hablando de ti de verdad, pero enseguida me he dado cuenta de que «no dabas la talla» del personaje.
ResponderEliminarMuy buen relato.
Un abrazo.
Es que lo escribo con tanto detalle y convicción, que parece realidad, ja, ja, ja.
EliminarPor fortuna no padezco ningun trastorno bipolar y a mi edad ya no creo que aparezca, je, je.
Me alegro que te haya gustado.
Un abrazo.
Muy bueno. Ese hermano tal vez no debió dejarle la novela, porque el narrador tiene un problema mental ya. Me encanta el ritmo que va tomando el texto, hasta el final, que tal vez no es paranoia.
ResponderEliminarUn placer leerte. Un fuerte abrazo.
Ese hermano no es trigo limpio, te lo digo yo, je, je.
EliminarAunque mi protagonista padezca un trastorno bipolar, no creo que, además, sea un paranoico.
Muchas gracias por tu comentario.
Un fuerte abrazo.
Pues has dado en el clavo, amigo. Ese es el mensaje, o la pista, que he querido dar con un final que deja en manos del lector la disyuntiva de quién fue el verdadero asesino de estas cuatro personas.
ResponderEliminarEn esta vida, hay quien se aprovecha de las miserias ajenas para sacarles provecho y ocultar las propias, y aunque este relado sea ficticio, bien podría hacerse realidad.
Un abrazo.
A mi también me has engañado al principio del escrito, luego ya he ido viendo que iba la cosa por otros derroteros! Je, je! Me ha gustado mucho tu relato! Un abrazote!
ResponderEliminarPor ahora no he sufrido ningún episodio bipolar ni maníaco-depresivo, je, je. Como he dicho más arriba, quizá es que la narración en pirimera persona da más realismo a la historia y, por ende, puede hacer pensar que el protagonista es el autor del relato.
EliminarMe alegro que te haya gustado.
Un abrazo.
Ay, madre con el hermanito. Ese sí que es bipolar o directamente psicópata. Un muy buen relato, Josep Mª, que me ha tenido enganchada de principio a fin.
ResponderEliminarUn beso.
El hermanito del protagonista se aprovechó de la patología que sufriá este para emularlo, pero en plan asesino. Hay hermanos que más vale tenerlos lejos, je, je.
EliminarMe alegro que esta historieta te haya enganchado.
Un beso, Rosa.
¡Hola, Josep! Estupendo relato con un final bastante inquietante, tanto para el protagonista como para quien lo lea... pero ¿qué está pasando? Me gusta que el libro parece representar como un objeto "encantado" que supuestamente influye en la persona que lo posea. Sin embargo, con el contenido psicológico de la historia, podemos apreciar que el relato puede tener varias lecturas. Eso sí, todas en paralelo a ese gran título «El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde», que además nombra al relato.
ResponderEliminarGracias por incluirlo en la convocatoria de este mes en el Tintero, ya que este libro sienta una gran base literaria en cuanto a la dualidad y los complejos personajes en torno a ella.
Un abrazo!
Hay lecturas que pueden sugestionar a un lector muy sensible, llegando a inculcarle ciertas ideas y comportamientos. En manos de alguien con problemas mentales, una novela sobre asesinatos y la crueldad, podría ser la espoleta que hace estallar o acrecentar su patología.
EliminarMuchas gracias, M.A., por tu comentario. Ha sido un placer hacer mi humilde aportación a la interesante propuesta de El Tintero de Oro.
Un abrazo.
Qué bueno.
ResponderEliminarEl hermano, creo yo, pretende volver loco al pobre hombre y se crea culpable de lo que en realidad hizo él.
Enhorabuena y feliz día.
Muchas veces, en esta vida, pagan justos por pecadores. Pues en la ficción todavía más, je, je.
EliminarGracias, Gemma, por dejar tu comentario.
Un abrazo.
Hola, Josep. Qué buena historia! Tengo algún conocido con ese trastorno y, si bien no llegan al extremo de un Mr. Hyde, muestran altibajos anímicos muy marcados. Como es una dolencia que se presenta a veces entre familiares de primer grado, padres o hermanos, pensé que el asesino podría ser ese hermano que lo estaba invadiendo poco a poco.
ResponderEliminarUn abrazo
Hola, Mirna. Yo también conozco un caso bastante cercano de bipolaridad y que ha requerido ser internado cuando la medicación no le hace efecto o bien no se la toma con regularidad. Por fortuna, esas crisis no son muy frecuentes, pero ciando ocurren, alarma mucho a su mujer y familia.
EliminarRespecto a tu suposición, te diría caliente, caliente, ja, ja, ja.
Un abrazo.
¡Hola, Josep! Con ese inicio que parecía una reseña de la novela pensé que hablabas de ti y ya me veía dedicándote una entrada en mi blog, je, je, je... Un fantástico relato en primera persona donde somos testigos de las dudas, atroces, del personaje consigo mismo. Creo que fue Ted Bundy, uno de los asesinos seriales más terribles, quien llamaba a su parte oscura la entidad. Algo ajeno a él que tomaba el control cuando actuaba.
ResponderEliminarEn tu relato no llegamos a tener la certeza de si al personaje le pasa tal cual, o si es su hermano o si es el libro el que de alguna manera cobra vida en quien lo lee. Esto es también un logro, le da tres opciones al lector, además de ese punto de humor final. Un abrazo!!
Hola, David. Qué bueno, que no seas el único que pensó que yo era el protagonista de esta historia. Narrar en primera persona tiene eso, que puede parecer una confesión en lugar de una invención, je, je.
EliminarTambién me gusta (aunque haya quien lo deteste) dejar en la mente del lector la interpretación de los hechos a partir de pistas, muchas veces falsas, que el malévolo autor tiene a bien sembrar a lo largo del relato, ja, ja, ja.
Muchas gracias, David, por tu comentario.
Un fuerte abrazo.
¡Menuda historia, Josep! Me ha encantado el homenaje a Stevenson y sobre todo esa vuelta de tuerca final que pone el foco en el hermano y no se ve venir hasta el último momento. Un relato inquietante que mantiene muy bien la tensión y el suspense sobre lo que pueda suceder. Plasmas muy bien las dudas del personaje y su desconcierto. Estupendo todo.
ResponderEliminarHola, Marta. Muchas gracias por tu amable comentario. De este modo, a uno le entran ganas de seguir escribiendo, je, je.
EliminarUn abrazo.
Vaya, me quedo con la duda de quién es el bipolar, él o su hermano, claro que también pueden ser los dos. En cualquier caso nos has tenido en vilo. Buen relato.
ResponderEliminarSAludos.
Pues tendrás que deshojar la maragarita, pero aun así te quedará la duda. Creo que aquí tendremos que repartir la culpa a partes iguales, je, je.
EliminarMe alegro que te haya gustado.
Un abrazo, Manuela.
Ay, que va a ser genético y el que está mal es el chache...
ResponderEliminarEstupendo giro del relato, me ha gustado mucho, mucho.
Por cierto, al principio creí que te había dado por hacer una reseña de la novela de Stevenson, ja, ja, ja. Estoy fatal.
Un besote.
Pues no sé si la bipolaridad se hereda o aparece de forma fortuita, pero podría ser que ese mal hermano sufra una psicopatía que ha estado latente hasta que ha visto la oportuidad de emular a mi protagonista. Esto es solo una conjetura, que conste, je,je.
EliminarEsta historia no es, evidentemente, una reseña de la novela de Stevenson, pero me ha servido de inspiración, que ya es mucho habida cuenta de mi últimamente exígua imaginación.
Un beso.
Vaya tela, Josep. Pues ya lo dice el refrán : piensa mal y acertarás. Creo que nuestro protagonista debería dejar de buscar al cumpable bajo su piel y seguir de cerca a su hermano, un verdadero Hyde.
ResponderEliminarUn placer leerte. Enhorabuena.
Hola, Bruno. Espero que mi protagonista acabe descubriendo al verdaderp culpable, por muy doloroso y traumático que le resulte.
EliminarMuchas gracias por leerme. El placer es mío, je, je.
Abrazos.
No podía faltar todo un clásico: “el doctor Jekyll y míster Hyde” pasado por tu filtro particular, Josep. No sé si es bipolaridad el de tu prota o un trastorno de identidad disociativo. (o eso creía). Recuerdo que de muy joven leí un libro que me impresioné escrito por una psiquiatra dee un caso real de una paciente que cntaba con dieciséis personalidades distintas, y le ocurría como a tu chico que en una ocasión se despertó en unbanco sin recordar nada de lo que había hecho o donde había estado toda la noche.
ResponderEliminarHas llevado todo el relato con maestría haciéndonos sospechar siempre del chico, de sus temores, de sus aprensiones, incluso de pedir ser atado a la cama para no sucumbir a la tentación… y mira por donde que no me esperaba para nada el giro final.
Felicitaciones, Josep, por la intriga que has sabido llevar con tan buen ritmo.
Un fuerte abrazo.
Hola, Tara. Los desórdenes psiquiátricos son una fuente inagotable de ideas para trasladar a la literatura y al cine historias de supense, cuando no de terror. En este caso, he querido ofrecer al lector un texto que le llevara por derrorteros inciertos, inentando mantener la intriga hasta el final. Si lo he conseguido, estupendo, si no, espero, por lo menos, haber distraído al personal, ja, ja, ja.
ResponderEliminarMuchas gracias, amiga, por tu amable comentario.
Un fuerte abrazo.
Hola Josep. Inquietante historia que pivota alrededor de la famosa novela de Stevenson. Los trastornos de la mente dan mucho juego, sobre todo cuando se llevan a casos extremos como en este relato. Un personaje asediado por sus miedos que le condicionan la vida. Parece que el hermano, o así lo interpreto, es el verdadero psicópata y se ha estado aprovechando de la enfermedad bipolar de su hermano para darle coartada. Los crímenes, primero de animales y luego de personas, siempre reaparecen cuando él está presente. Incluso nos dejas una pista al indicar que el hermano se divertía atándolo a la cama. Sin duda un psicópata de manual carente de empatía. Un abrazo.
ResponderEliminarHola, Jorge. Has sabido interpretar muy bien lo que he querido insinuar, lo cual me complace, pues resulta frustrante que después que haber pergeñado una historia que pretende ocultar la verdad, pero que deja pistas al lector para desentrañarla, el lector no acierte a verlo. Entiendo que muchas veces hay finales que pretenden ese efecto, pero que a muchos les parece un final abierto, en el que cabe más de una interpretación. Seguro que a mí me ha ocurrido en más de una ocasión, y lo considero aceptable. Pero cuando el lector no parece haber entendido nada, acabo pensando que no he sabido hacerlo bien, je, je.
EliminarMuchas gracias por tu comentario.
Un abrazo.
Hola Josep la verdad es que la historia tiene su cosa. Muy bien escrita y con tanto Doctor y Mr y tanta paranoia habrá que andar con cuidado. Suerte. Un abrazo.
ResponderEliminarHola, Ainhoa. Me alegro que te haya gustado. En este relato podríamos decir que "entre locos anda el tema", ja, ja, ja.
EliminarLa demencia, en cualquiera de sus manifestaciones, es algo que preocupa y asusta a quienes sufren sus consecuencias indirectas, al tener que convivir con un enfermo que, aunque esté en tratamiento, nunca se sabe cómo reaccionará en un momento dado.
Un abrazo.
Un aplauso, Josep!!!
ResponderEliminarQué historia más bien hilvanada. Empiezas con esa minireseña para meternos en una historia de medias verdades, o mentiras a medias, y con la dualidad siempre presente. ¿Fue él? ¿Fue su hermano que lo manipulaba? ¿Existe en realidad el libro? Y, la que más me intrigó, ¿son él y su hermano la misma persona? ¿Esa parte maligna u buena del mismo ser? ¿Esta el prota como una auténtica cabra? Jajaja, yo creo que sí, y ni con cien psicólogos logran apañar la patología, una que ya termina con la paranoia, y eso solo es el principio de otra historia más grande.
Felicidades, Josep, un trabajo fantastico. Me tuviste enganchado y en vela para dejarme con la duda, ¡maldito! Jajaja
Un abrazo!
Cual actor aplaudido por el público al término de una obra teatral, me inclino ante tí en señal de gratitud, je, je.
EliminarMe alegro que la lectura de esta historia te haya enganchado y estimulado hasta el punto de haberte enzarzado en tantas conjeturas. La verdad es que yo también tuve mis dudas sobre la personalidad de ambos protagonistas mientras la iba desarrollando, je, je. Si la leíste de noche y te desveló, lo siento, pero creo interpretar que valió la pena y eso es lo que cuenta.
Un abrazo, Pepe.
Me queda la duda: el protagonista está tan preocupado por sus actos inconscientes que no piensa más que en sí mismo y es su probable responsabilidad, pero ¿y si el hermano fuera un asesino serial que se aprovechara de eso para tener mayor impunidad? Tremendo y excelente relato, Josep. Tuve una hermana bipolar que muy lejos de ser una asesina, fue una excelente persona que a pesar de tratamientos psicológicos y medicaciones, sufrió esa enfermedad muchos años hasta su fallecimiento. Es una enfermedad terrible porque desgasta y va deshaciendo la personalidad, pero de ahí a matar...
ResponderEliminarUn gran abrazo
Hay que tener malas entrañas para aprovecharse de la bipolaridad de un hermano para cometer actos execrables y dejar que el protagonista se crea culpable.
EliminarObviamente, la presunción de que una persona afectada de bipolaridad pueda cometer un asesinato solo es fruto de mi irrefrenable imaginación, je, je.
Un fuerte abrazo.
He leído con avidez tu relato Josep, ahora me queda la duda de si en la mochila del hermano estaba el libro y el bata de beisbol. Muy bueno, gracias por compartirlo.
ResponderEliminarAbrazos.
Probablemente, ambas cosas estén en la bolsa, pero no puedo asegurártelo al cien por cien, je, je.
EliminarMe alegro que te haya gustado.
Gracias a ti por dejar tu comentario.
Un abrazo.
Hola Josep Mª, muy bueno, de corrido, con ese arte que te caracteriza "del contar" que vale (y el guiño al corte de agua). Un abrazo
ResponderEliminar¡Hola, Eme! Me alegro que esta historieta (más que historia) te haya satisfecho, al igual que a mí, ja, ja, ja.
EliminarUn abrazo.